lunes, 9 de septiembre de 2019

Ureña y de Miranda, cargando la suerte





A veces cuesta disipar las sombras que se ciernen sobre el toreo

Empezaba la temporada llena de más incertidumbres de las habituales, para dos matadores de toros: Paco Ureña y David de Miranda. Ambos venían de subir su Tourmalet particular, en el que el simple hecho de iniciar la ascensión ya era un considerable logro. Una lesión en el ojo y una lesión cervical, de la que seguro que ya tienen suficientes noticias, sin necesidad de entrar en más detalles, no solo ponían en duda la vuelta a los ruedos, sino el poder hacer una vida más o menos normalizada. Cabían dos opciones, o conformarse y quedarse en el sitio haciendo el Tancredo o adelantar la pierna y cargar la suerte de la vida. Fueron para adelante e iniciaron el paseíllo de la recuperación. Como en el toro, no sabían si habría o no triunfo. Una lidia larga, dolorosa, llena de sufrimientos, con derrotes de adversidades médicas, con casi confirmaciones de que la cosa no podía mejorar, era lo que había, conformarse o conformarse.



Ambos dejaron lo de conformarse a un lado, que para eso ya habría tiempo, que tiempo era lo que les sobraba a ambos. Todo el tiempo del mundo. Pero quizá ambos mentían cómo bellacos cuándo comenzaron esa lastimosa recuperación. Mentían al hacer creer que ellos solo querían poder llevar una vida más o menos normal, porque en su interior seguro que las intenciones eran muy diferentes. Su normalidad era volver a vestirse de luces y… ¡bendita mentira! Ambos dejaron como mentirosa a la ciencia y se encaramaron a su verdad, a la verdad del matador de toros. Y como tales, seguro que no engañaron a nadie. Ureña y de Miranda subieron ese Tourmalet y todos los puertos de las tres grandes vueltas, uno detrás de otro, como si fueran grandes series de naturales, ligados y rematados con el de pecho, el día que se volvieron a enfundar el traje de luces.



Una vez conseguido lo imposible, podía pensarse que las condiciones no iban a ser las mejores, que pedirían un poco de árnica a la hora de ser enjuiciados por el aficionado. Que en estos casos el aficionado puede ser condescendiente, pero cuando las cosas no van, aunque no lo diga, por respeto, piensa que mejor en casa, que luciendo penas. Quizá se les pudo ver a ambos con algún rasgo de tenerse que readaptar a todo aquello, que aunque conocido, era nuevo para ellos, pero si ocurrió así, no fue más de cinco minutos. Que luego vendrá el si esto no gusta o si se prefieren otras formas, pero allí estaban.



El logro de la reaparición ya quedaba lejos, quedaba minimizado por dos matadores de toros que se empeñaron en dejar atrás esos días de sufrimiento, sin olvidar, pero sin que supusieran unas cadenas eternas que les condenaran de por vida. El logro mayor fue el alternar como uno más, con las ganaderías de siempre, con los compañeros de siempre y en las plazas de siempre, aunque el bagaje de uno y otro no fuera el mismo, que la edad también tiene sus cosas y mientras uno ya llevaba años de alternativa, el otro empezaba su caminar de matador de toros. Ureña permitió que se le pudiera censurar si pegaba el tirón en los muletazos o no, permitió hablar de verdad del toreo, porque desde el primer momento se puso en el sitio de siempre y con la ambición y afición de siempre, si no más. Admitía las críticas de la misma forma que los halagos, de verdad y sin atisbo de lástima. Solo se hablaba de un torero, ni más ni menos.



David de Miranda no solo mantenía su dar miedo al miedo, mantenía ese sentirse a disgusto si no adelantaba la pierna de salida y hasta, aunque personalmente a algunos no nos guste, cerró con manoletinas sello de la casa. Que una cosa son los gustos de cada uno, que tampoco pueden significar ir contra la personalidad del torero y otra el ver lo que es la verdad del toreo, con el toro cara a cara. Y ahora, con la temporada con el verano ya casi superado, ambos han vuelto a caer, pero sin que esto signifique tan siquiera una vuelta a la casilla de inicio, es un paso más, uno de los muchos obstáculos que tienen que superar los toreros. Y estos dos, esos que mentían al hacer creer que solo querían recuperarse para salir a pasear al parque, estos dos que lo que buscaban y para lo que se sacrificaban cada segundo de su resuperación era para calzarse las rosas, seguirán siendo un ejemplo de lo que es la fiesta de los toreros y del toro. Prepárense para seguir viendo a Ureña y de Miranda, cargando la suerte.





Enlace programa Tendido de Sol del 8 de septiembre de 2019:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-8-septiembre-de-audios-mp3_rf_41065082_1.html

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