viernes, 31 de enero de 2020

Cuando resignarse es morir


Pues no me resigno a no volver a ver el toreo en una plaza

Resulta demasiado frecuente el hecho de que al comentar la situación actual del toreo, el toro descastado y aborregado y esas formas de toreo ventajista, tramposo, monótono y ventajista de los coletudos, uno diga eso de: hazte a la idea que esto es así y nos tenemos que adaptar y olvidarnos de lo que vimos hace tiempo y que ya no volveremos a ver, que ahora toca olvidarse de todo lo que no sea la vulgar modernidad. ¡Vaya panorama! Y yo me pregunto, ¿solo queda que resignarse?

Que no seré yo quién censure la postura de los que se rinden a esta realidad y que no aspiran a nada mejor, pero sinceramente, cuesta un poco entenderlos. Porque la siguiente pregunta es: ¿Qué es lo que buscan realmente en los toros? Entiendo mejor a los que ya no aguantan más, que a los que se amoldan a esto. Es como si ese amoldarse fuera por no perder el hábito de ir a una plaza, a una finca invitado por un ganadero, a una tertulia de amigos o para poder seguir hablando de algo con esa gente con la que hasta puede que no tuvieran nada más de qué hablar.

Repito que cada uno es muy dueño, pero, ¿es necesario querer convencer a los demás? ¿Hace falta querer arrastrarlos hacia su postura? ¿Resulta irremediable el afear la postura del que no se resigna? Que ya no es tan siquiera esa carrera de a ver quién es más aficionado, porque igual ahí tienen el debate perdido. Como buenos conocedores, te cambian los terrenos y te meten en el barrizal de ser educado o mal educado. Si protestas, mal, no está bien visto, no es de gente que se moderada que tan bien se maneja entre dos aguas. A veces incluso se te presentan benévolos y generosos y muestran su preocupación por la salud del inconformista. Que ellos aseguran ser de los tuyos, de los exigentes, de los que quieren ver el toro y el toreo de verdad, pero aguantan muy poquito manteniendo esta pose. En nada y menos se te descubren intentando convencerte de las excelsas cualidades del figura de turno; que si la novedad, que si el supuesto valor, que si la maestría, la elegancia, la simpatía y así, encadenando elogios vacíos, hasta casi llegar a ese enamoramiento por el color de los ojos, el cual nunca confesaran.

Y llegados a este caso, una vez establecidos en la moderada educación del aficionado que no se pierde una tertulia con los de su cuerda, que sabe cómo agradecer las invitaciones y que hasta sabe descubrir virtudes que nadie antes atisbó, ¿en qué benefician a la fiesta de los toros? Y ojo, que no pregunto en que benefician al negocio de los toros, no, que eso es otra cosa bien diferente y que en ocasiones, en demasiadas ocasiones, tienen intereses opuestos. Bien que quieran asimilar fiesta con negocio boyante, pero no nos equivoquemos. Está muy bien que aquí todo el mundo gane dinero a espuertas, pero si se ponen a elegir y se quedan con el uno, antes que con la otra, el resultado puede que sea que el negocio corrompe la fiesta y ya corrompida no le quede otra que emigrar eternamente al limbo. Y entonces ni animadas tertulias con amigos del alma, ni fiestas camperas, ni rutinas yendo a la plaza, ni nada que loar de las figuras de relumbrón. Entonces ya solo a lamentarse. Que no duden que encontrarán sus culpables a los crucificar al amanecer en su particular calvario taurino. Anda que no. Pero entonces ya no habrá toros. Que no será eso que algunos afirman de que su fiesta ya desapareció hace años, será que ya desapareció todo posible rastro de lo que siempre se conoció como los toros. Porque no creo yo que lleguen a considerar fiesta de los toros a representaciones taurinas para atraer turistas. Que no digo yo que no resulte todo esto más o menos exagerado, pero de lo que sí que estoy seguro es de que así, estaremos a un paso de ese día cuando resignarse es morir.

Enlace programa tendido de Sol del 26 de enero de 2020:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-26-enero-de-audios-mp3_rf_46959331_1.html

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