viernes, 18 de febrero de 2022

A ver dónde nos colocan

Quizá al aficionado solo le queda abrazarse al único que ni defrauda, al toro.


Que preocupación tan grande cuando vamos a una boda y no sabemos en qué mesa nos pondrán, si con la tía Mercedes, que regaña, provoca o molesta tanto o más de lo que habla, que es mucho; o cuando en el trabajo reorganizan las mesas o los despachos y temes para que Angelines o Rodolfo te queden lejos, muy lejos y que no puedan desde su mesa mirar tu trabajo y decir eso de: eso está mal, ¿lo has revisado? ¿Seguro que es así? No sé yo… Si hasta en el colegio escapábamos de que nos sentaran con Perea, el empollón y repelente niño que sabía de todo menos de hacer amigos. Y como esto es la vida misma, en los toros nos empieza a pasar un tantito de lo mismo y no porque algunos hayamos cambiado nuestra postura, sino porque la han cambiado ellos y si no es así, porque les molesta e incomoda enormemente la nuestra.

Que el que a los taurinos les ponga de los nervios la presencia del aficionado que exigen los tendidos, eso es algo que ya se comenta hasta en la plaza de Tiananmen cuando el sol es devorado por las fauces del dragón de la noche en el solsticio de primavera del año del cerdo. Que si pudieran, hasta nos pondrían una bomba debajo de la almohadilla, como ya expresó un matador de estirpe ahora metido a entrevistador matinal. Que nos han querido sacar de nuestra secular ignorancia a base de voces por un megáfono, nos han dedicado punzantes miradas desde los puestos de comentaristas entre irrespetuosas frases de desprecio. Se nos han vuelto en el tendido para expresarnos cuáles son los deseos que les brotan de sus partes íntimas, que no nobles, nos han recordado a la madre por las ondas de radio, nos han desafiado desde el ruedo invitándonos a echarnos a la arena en su lugar, nos han dedicado excelsos cortes de manga, aunque luego, ya más calmados, dicen que la exigencia es absolutamente necesaria. Que ya me dirán ustedes si esto es bipolaridad o simple cinismo. Decidan ustedes mismos. Pero bueno, todo eso podría decirse que va en el precio de la entrada, la que por otra parte pagamos religiosamente o agnósticamente o con un profundo sentimiento ateo, pero sea como fuere, hay que pagarla y aligerar el bolsillo. Pero lo peor de todo es que montan un espectáculo según les viene el viento, siempre amparando sus intereses y con la firme pretensión de mandar en nuestros gustos y pareceres. Que a usted le va a gustar lo que yo le diga y si no es así, resulta que es que quiere imponer a todo el mundo sus preferencias. ¡Aaaayyy! Que igual es verdad, que llevamos décadas queriendo imponer algo tan sencillo como es el toro, y en consecuencia a aquellos que sepan enfrentarse a él; pero nada, que no hay manera, nosotros venga a querer imponer y a cada año que pasa imponen ellos, y cada vez con más fuerza, ese maldito imperio de la vulgaridad, esa preponderancia de lo hortera, chabacano y vacío de toda cualidad que debería estar presente en una corrida de toros. Que está claro que estos no nos quieren. Pues nada, apartémonos de los taurinos.

Pero claro, ahora resulta que por el otro lado tampoco es que nos guarden sitio a su lado en los tendidos y gradas. Que ahora resulta que tenemos que ponernos comprensivos con el de luces, el que cría toros, el que monta ferias y el que monta estos “chous”, ¿o se dice shows? Que a nada que digas te dicen que es que no sabes lo que cuesta estar ahí y además, si fulanito o menganito son amigos, pues a callar. Que nos están haciendo la jugada cuatro cuatro tres y se nos ponen comprensivos, como ya ocurrió en un pasado muy reciente. Que nos traen a las figuras y todavía protestamos. Que nos ponen delante estos manjares de toreros pegapases, amigos o no, con toros que tragan pase, perdón, trapazos como el tragabolas y encima tenemos que palmearlo con frenesí. Que hay que ser exigente te dicen y resulta que jalean a un caballero pegando cuartos de muletazos y ovacionan en el arrastre a animales a los que se les pegó medio raspalijón y de mala manera en el caballo. Que a todo lo más que llegan es a reconocerte que es que esto es lo que hay y hay que juzgar sobre lo que hay. Que si este mundo es una basura, a todo lo más que nos permiten es a juzgar si la basura es buena o menos mala, aunque no deje de ser basura. Si huele mal o peor, pero sigue oliendo mal, muy mal. Que nos niegan el juzgar sobre lo que debería ser y no sobre lo que es. Que solo nos conceden el derecho a vivir en un mundo infame, sin permitirnos aspirar a uno mejor. Y entonces, ¿aquí tampoco nos podemos sentar a su mesa por ese carácter de amargados? Que igual es porque ellos, que se codean con la gente guay se consideran élite en esto y al proletario taurino prefieren tenernos a gran distancia, casi allá por dónde cae la plaza de Tiananmen, cuando el sol es devorado por las fauces del dragón de la noche en el solsticio de primavera del año del cerdo. Y mientras, aquí andamos a la puerta de la nueva temporada, a ver dónde nos colocan.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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