Quizá al aficionado solo le queda abrazarse al único que ni defrauda, al toro. |
Que preocupación tan grande cuando vamos a una boda y no
sabemos en qué mesa nos pondrán, si con la tía Mercedes, que regaña, provoca o
molesta tanto o más de lo que habla, que es mucho; o cuando en el trabajo
reorganizan las mesas o los despachos y temes para que Angelines o Rodolfo te
queden lejos, muy lejos y que no puedan desde su mesa mirar tu trabajo y decir
eso de: eso está mal, ¿lo has revisado? ¿Seguro que es así? No sé yo… Si hasta
en el colegio escapábamos de que nos sentaran con Perea, el empollón y
repelente niño que sabía de todo menos de hacer amigos. Y como esto es la vida
misma, en los toros nos empieza a pasar un tantito de lo mismo y no porque
algunos hayamos cambiado nuestra postura, sino porque la han cambiado ellos y
si no es así, porque les molesta e incomoda enormemente la nuestra.
Que el que a los taurinos les ponga de los nervios la
presencia del aficionado que exigen los tendidos, eso es algo que ya se comenta
hasta en la plaza de Tiananmen cuando el sol es devorado por las fauces del
dragón de la noche en el solsticio de primavera del año del cerdo. Que si
pudieran, hasta nos pondrían una bomba debajo de la almohadilla, como ya
expresó un matador de estirpe ahora metido a entrevistador matinal. Que nos han
querido sacar de nuestra secular ignorancia a base de voces por un megáfono,
nos han dedicado punzantes miradas desde los puestos de comentaristas entre
irrespetuosas frases de desprecio. Se nos han vuelto en el tendido para
expresarnos cuáles son los deseos que les brotan de sus partes íntimas, que no
nobles, nos han recordado a la madre por las ondas de radio, nos han desafiado
desde el ruedo invitándonos a echarnos a la arena en su lugar, nos han dedicado
excelsos cortes de manga, aunque luego, ya más calmados, dicen que la exigencia
es absolutamente necesaria. Que ya me dirán ustedes si esto es bipolaridad o
simple cinismo. Decidan ustedes mismos. Pero bueno, todo eso podría decirse que
va en el precio de la entrada, la que por otra parte pagamos religiosamente o
agnósticamente o con un profundo sentimiento ateo, pero sea como fuere, hay que
pagarla y aligerar el bolsillo. Pero lo peor de todo es que montan un
espectáculo según les viene el viento, siempre amparando sus intereses y con la
firme pretensión de mandar en nuestros gustos y pareceres. Que a usted le va a
gustar lo que yo le diga y si no es así, resulta que es que quiere imponer a
todo el mundo sus preferencias. ¡Aaaayyy! Que igual es verdad, que llevamos
décadas queriendo imponer algo tan sencillo como es el toro, y en consecuencia
a aquellos que sepan enfrentarse a él; pero nada, que no hay manera, nosotros
venga a querer imponer y a cada año que pasa imponen ellos, y cada vez con más
fuerza, ese maldito imperio de la vulgaridad, esa preponderancia de lo hortera,
chabacano y vacío de toda cualidad que debería estar presente en una corrida de
toros. Que está claro que estos no nos quieren. Pues nada, apartémonos de los
taurinos.
Pero claro, ahora resulta que por el otro lado tampoco es
que nos guarden sitio a su lado en los tendidos y gradas. Que ahora resulta que
tenemos que ponernos comprensivos con el de luces, el que cría toros, el que
monta ferias y el que monta estos “chous”, ¿o se dice shows? Que a nada que
digas te dicen que es que no sabes lo que cuesta estar ahí y además, si
fulanito o menganito son amigos, pues a callar. Que nos están haciendo la
jugada cuatro cuatro tres y se nos ponen comprensivos, como ya ocurrió en un
pasado muy reciente. Que nos traen a las figuras y todavía protestamos. Que nos
ponen delante estos manjares de toreros pegapases, amigos o no, con toros que
tragan pase, perdón, trapazos como el tragabolas y encima tenemos que palmearlo
con frenesí. Que hay que ser exigente te dicen y resulta que jalean a un
caballero pegando cuartos de muletazos y ovacionan en el arrastre a animales a
los que se les pegó medio raspalijón y de mala manera en el caballo. Que a todo
lo más que llegan es a reconocerte que es que esto es lo que hay y hay que
juzgar sobre lo que hay. Que si este mundo es una basura, a todo lo más que nos
permiten es a juzgar si la basura es buena o menos mala, aunque no deje de ser
basura. Si huele mal o peor, pero sigue oliendo mal, muy mal. Que nos niegan el
juzgar sobre lo que debería ser y no sobre lo que es. Que solo nos conceden el
derecho a vivir en un mundo infame, sin permitirnos aspirar a uno mejor. Y
entonces, ¿aquí tampoco nos podemos sentar a su mesa por ese carácter de
amargados? Que igual es porque ellos, que se codean con la gente guay se
consideran élite en esto y al proletario taurino prefieren tenernos a gran
distancia, casi allá por dónde cae la plaza de Tiananmen, cuando el sol es
devorado por las fauces del dragón de la noche en el solsticio de primavera del
año del cerdo. Y mientras, aquí andamos a la puerta de la nueva temporada, a
ver dónde nos colocan.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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