lunes, 4 de abril de 2022

Música, música, músicaaaaa

 

Solo nos pudimos conformar con el destello de José Chacón en banderillas

Tarde de toros en Madrid y el grito más notorio ha sido el de un señor pidiendo música, clamando al cielo porque los señores profesores estaban de instrumentos caídos. Que esto que no pasa de ser una simple anécdota, da una idea del público que se pasa por Madrid últimamente. Un público que igual se limitan a sestear cuando no toca el paisano, pero que cuando sale el chico del Matías, ahí se reactivan como si les recargaran las baterías. Que el chaval, o no tan chaval, puede estar abanicando las golondrinas, que se jalean sin reservas y finado el burel, sea después de una, dos, tres o mil intentos y alguno más con el verduguillo, se agita sin rubor la mascarilla. Sí, sí, la mascarilla, que así, de lejos, igual desde el palco parece un pañuelo y así no se tienen que quitar el pañuelico de la peña que lucen al cuello. ¡Mascarillas al viento! Eso sí, si desde el palco no se atienden las demandas orejiles, después, ni se les pasa por la cabeza sacar a saludar al paisano o incluso empujarle para dar la vuelta al ruedo. Pero no, no hay despojos, no hay juerga; se corta el jolgorio de golpe.

Pero con la señora novilla de los hermanos Sánchez Herrero, la verdad es que jolgorio, lo que se dice jolgorio, poco o más bien nada. Desde el campo charro nos llegó lo que en muchas plazas, incluso en carteles de figuras o especialmente en carteles de figuras, habría pasado como una corrida de toros. Una presentación impoluta, que solo bajó quizá en el cuarto, que parecía lo que era, un novillo. Corrida con complicaciones, acrecentadas en primer lugar por las rachas de viento y en segundo, por las nefastas lidias que espadas y cuadrillas les han propinado. Que no niego el reconocimiento que se merecen los chavales después de haber estado delante y haber salido andando, pero si me lo permiten, cuando se hace el paseíllo en Madrid hay que tener más ambición que la de cortar las orejas. Has que querer mostrar toreo y capacidad lidiadora, recursos para intentar limar los defectos del toro y si esto no es posible, porque no siempre lo es, evitar que estos se vayan acumulando a cada momento. Justo lo que sucedió en la novillada, con el riesgo no de no triunfar, no de no llevarse a casa unos despojos que ya no sirven para otra cosa que para echar al puchero. El mayor riesgo es para los propios novilleros, que como sucedió en el segundo de la tarde, pudieron haber sembrado el ruedo de tragedia. Que sí, que todos nos conmovimos al ver a José Rojo a merced de los gañafones que le tiraba del de los Hnos. Sánchez Herrero, qué mal rato; pero el que se jugó el pellejo con todo al negro, fue el que vestía de luces.

En toda la tarde no solo no se puso a ningún toro al caballo en condiciones, tampoco se les picó, ni se intentó medirles el castigo y a fuerza de lo visto, a alguno le habría venido muy esos dos puyazos bien dados, evitando que fueran al encuentro a su aire, el que se les tapara la salida, el que se les pegara un picotazo y luego se les dejara en el peto arremetiendo sin picarles, sin medir. Eso sí a más de un pica se le ovacionó por lo bien que no picaron. Ya saben, esa humanidad que se genera en los autobuses de peñistas camino de Madrid. Se les dejó a los novillos que anduvieran a su aire y en demasiadas ocasiones estos se marchaban decididos a la puerta de toriles. Y luego, pues eso, a ver quién es el galán que se presenta allí con un trapito a darle capotazos, muletazos, o en el mejor de los casos, a intentar sacarle de aquella querencia tan marcada. Un desbarajuste en las lidias que quedó especialmente patente en ese segundo que sin que nadie se ocupara de él, especialmente José Rojo, marchó en busca del caballo que hacía la puerta y se llevó de mala manera a Julián Gómez Carpio, cuando este evitaba que se estampara de mala forma con el peto. Tres viajes que afortunadamente quedaron en el susto, igual que el de Alex Benavides, para acabar con el ya señalado del propio matador.

Como suele ser habitual en los últimos tiempos, hablar de las carencias de un novillero es hablar de las de los demás. Parece como si hubiera un molde de toreros modernos. Aunque, pensándolo bien, igual ese molde es una realidad, el que se impone en las escuelas actualmente, más preocupadas en “cuidar” a los chavales, intentando seleccionar en extremo el ganado, a veces exigiendo que se toquen las defensas, el que aprendan a venderse, a dar mantazos a diestro y siniestro con el único fin de alterar al personal para que luego agiten los pañuelos… o las mascarillas, pero no a torear, ni a algo tan básico y tan primario como a defenderse. La única variación entre los matadores depende del paisanaje que consigan arrastrar. Carlos Olsina no debió lograr que se moviera demasiada gente y su toreo ventajista, con el pico, citando casi metido en las orejas y echando al animal para afuera, dejando que le tocaran demasiado los engaños, aparte de su nefasto manejo de la espada y sobretodo del descabello, no consiguieron levantar entusiasmo alguno. Eso sí a una espectadora en la barrera del cinco sí que le hizo sobresaltarse sobremanera cuando el verduguillo se le vino encima, saliendo despedido desde el ruedo. Eso sí, en el último de la tarde Olsina aprovechó para acercarse a la aficionada e interesarse por su integridad; todo un detalle a valorar.

José Rojo, aparte de los vicios habituales, mostró una amplia variedad de trallazos electrizantes y a toda velocidad, sin mando, por supuesto, como sus compañeros, pero con el agravante de ir allá adónde le llevara el novillo, aunque fuera a la misma puerta de toriles. Y parece, por el bullicio que preparaban, que el más acompañado era Daniel Barbero, pero ni así dio mucho de sí. Quizá era el menos ducho, el que presentaba más carencias, y ni las continuas peticiones de música fueron capaces de animarle y tapar tanta pobreza torera. Igual que sus compañeros, dejándose tocar en exceso los engaños. Una más y los novilleros llevándose las ilusiones de los que cada domingo van a la plaza a ver si atisban una nueva figura que alimente sus ilusiones taurinas para un futuro que pinta más bien oscuro. Que donde pone un nombre ustedes mismos pueden poner otro, de los de esta tarde, de las pasadas y me atrevo a decir que de las venideras. Eso sí, mientras unos esperaban toreo, otros se desgañitaban pidiendo, clamando, exigiendo algo que en Madrid no se da, afortunadamente, música, música, músicaaaaa.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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