Aquel día en que un torero no cortó ni un despojo y dejó una forma de hacer el toreo para la historia. |
Vivimos unos momentos de gran entusiasmo festivalero por
parte del taurinismo. Esto que dicen que un día se trataba de toros y toreros,
de toros fieros, encastados e incluso algunos bravos y de toreros capaces, que
se crecían ante los problemas que esos toros les planteaban siempre, porque no
había toro bobo, ahora ha mutado en otra cosa que a algunos nos cuesta
identificar. Vamos, que nos cuesta hasta ponerle nombre. Eso que nuestros
mayores llamaban los Toros, ahora dicen que se llama tauromaquia. Bueno,
dejémoslos que se crean más cultos por utilizar ese término. A mí no me
molesta, si acaso me molesta más lo que ahora mismo se identifica con eso de la
tauromaquia. Ahora en la tauromaquia de lo que se trata es de que haya
triunfos, triunfos y más triunfos, muchos triunfos. Pero no se vayan ustedes a
creer, porque desear los triunfos los hemos deseado de toda la vida de Dios;
quizá la mayor diferencia es que hace un tiempo, cuando íbamos a los toros, no
se nos ocurría eso de fabricarlos a costa de lo que fuera. Si la cosa no
pitaba, no había triunfos. Y había días incluso en que podía triunfar un
ganadero y los de luces fracasar estrepitosamente. Pero en lo de la
tauromaquia, como si te compraras un triunfo por piezas al comprar la entrada,
luego te lo montas tú solito. Unas gotas de alcoholazo por aquí, una merendola
por allá, un paisano, un amigo o el torero de moda, unos pañuelitos blancos que
hasta te los reparten en la puerta de la plaza y a nada que te pongas, te
fabricas un triunfo que será la envidia de cuñados, compañeros de trabajos y
colegas de botellón.
Que sí, que estarán los típicos que te quieren echar el
invento abajo. Es como si estás construyendo un castillito de arena a la orilla
del mar y llega el vendedor ambulante y te lo pisotea todo. Pues esto es lo
mismo, lo único que esos triunfos de fabricación propia son castillos en el
aire. Antes, cuando era lo de los Toros, una salida a hombros y más en Madrid,
era el pasaporte para hacer temporada, para ganarte contratos hasta en la Luna,
pero, ¿qué pasa en esto de la tauromaquia? Pues que salen a hombros por
docenas. ¿Y después? Pues después viene la otra parte. ¿Ustedes se acuerdan de
cuántos castillitos de arena hicieron a la orilla del mar? Pues igual recuerdan
más castillitos que salidas a hombros. Eso sí, del castillito en cuestión se
acordarán las abuelitas, como de las salidas a hombros se acuerda el paisano,
el primo o el vecino de la puerta de al lado. Que llegas a un aficionado a los
Toros, igual aquí no entran los de la tauromaquia, y si quieres hundirles en la
miseria les preguntas que cuántas salidas a hombros han visto en la última
feria, que cómo se llamaba aquel novillero que ganó el certamen de “Cénate las
Ventas” o cuántos despojos se llevó el figura de turno y se te quedan mirando
con una cara como para retirarte el saludo de por vida. Que me dirán que son
cosas de la edad, que se acuerdan de lo que pasó hace años, pero no de lo que
comieron ayer, pero no. Que si no quiere perder las amistades, debería aclararle
al aficionado en cuestión que usted tampoco se acuerda. ¿Cómo te vas a acordar?
El de la casquería de la esquina, tira que va, porque es su negocio, pero, ¿los
aficionados? ¡Venga ya, hombre! Eso sí, si algún fan de la tauromaquia, esos
que miden la afición por kilómetros y yintonises, esos lo mismo se acuerdan de
fulanito de tal y te sacan que dio dos naturales muy “güenos”, lo que no es lo
mismo que torear, pero ellos titan del bisturí y de quinientos treinta y siete
trapazos te dicen que dos les emocionaron. ¡Ay la emoción! Pero es para otro
día.
Pero por favor, si son aficionados a los Toros, no sean muy
duros con los paisanos, primos o vecinos de la puerta de al lado y si les dicen
que son paisanos, primos o vecinos de fulanito de tal, sí hombre, ese que salió
por la Puerta Grande de Madrid, no les pongan mucha cara de asombro, si acaso
pongan como excusa que ese día estaban en la boda de un paisano, primo o vecino
de la puerta de al lado. Y yo me pregunto una y mil veces: ¿Para qué les sirven
esos triunfos fabricados a los de luces? Pues en el mejor de los casos, para
muy poco y en la mayoría, para nada. Si acaso si entran en una casa grande,
para que medio toreen un año y ya está. Porque si eso de las salidas a hombros
se da cada dos días, dependiendo de como funcionen los autobuses, ¿qué pueden
tener de extraordinario? Pues nada que vaya más allá de contarlo después, aunque
haya que explicar no solo quién es fulanito de tal, sino que igual hay que
empezar por explicar que es torero. Eso sí, y el orgullo que siente el manitas
de turno que con un pañuelito blanco es capaz de fabricarse un triunfo, al
decir eso de mi primo salió a hombros en las Ventas.
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