viernes, 12 de agosto de 2022

Mi primo salió a hombros en las Ventas

Aquel día en que un torero no cortó ni un despojo y dejó una forma de hacer el toreo para la historia.


Vivimos unos momentos de gran entusiasmo festivalero por parte del taurinismo. Esto que dicen que un día se trataba de toros y toreros, de toros fieros, encastados e incluso algunos bravos y de toreros capaces, que se crecían ante los problemas que esos toros les planteaban siempre, porque no había toro bobo, ahora ha mutado en otra cosa que a algunos nos cuesta identificar. Vamos, que nos cuesta hasta ponerle nombre. Eso que nuestros mayores llamaban los Toros, ahora dicen que se llama tauromaquia. Bueno, dejémoslos que se crean más cultos por utilizar ese término. A mí no me molesta, si acaso me molesta más lo que ahora mismo se identifica con eso de la tauromaquia. Ahora en la tauromaquia de lo que se trata es de que haya triunfos, triunfos y más triunfos, muchos triunfos. Pero no se vayan ustedes a creer, porque desear los triunfos los hemos deseado de toda la vida de Dios; quizá la mayor diferencia es que hace un tiempo, cuando íbamos a los toros, no se nos ocurría eso de fabricarlos a costa de lo que fuera. Si la cosa no pitaba, no había triunfos. Y había días incluso en que podía triunfar un ganadero y los de luces fracasar estrepitosamente. Pero en lo de la tauromaquia, como si te compraras un triunfo por piezas al comprar la entrada, luego te lo montas tú solito. Unas gotas de alcoholazo por aquí, una merendola por allá, un paisano, un amigo o el torero de moda, unos pañuelitos blancos que hasta te los reparten en la puerta de la plaza y a nada que te pongas, te fabricas un triunfo que será la envidia de cuñados, compañeros de trabajos y colegas de botellón.

Que sí, que estarán los típicos que te quieren echar el invento abajo. Es como si estás construyendo un castillito de arena a la orilla del mar y llega el vendedor ambulante y te lo pisotea todo. Pues esto es lo mismo, lo único que esos triunfos de fabricación propia son castillos en el aire. Antes, cuando era lo de los Toros, una salida a hombros y más en Madrid, era el pasaporte para hacer temporada, para ganarte contratos hasta en la Luna, pero, ¿qué pasa en esto de la tauromaquia? Pues que salen a hombros por docenas. ¿Y después? Pues después viene la otra parte. ¿Ustedes se acuerdan de cuántos castillitos de arena hicieron a la orilla del mar? Pues igual recuerdan más castillitos que salidas a hombros. Eso sí, del castillito en cuestión se acordarán las abuelitas, como de las salidas a hombros se acuerda el paisano, el primo o el vecino de la puerta de al lado. Que llegas a un aficionado a los Toros, igual aquí no entran los de la tauromaquia, y si quieres hundirles en la miseria les preguntas que cuántas salidas a hombros han visto en la última feria, que cómo se llamaba aquel novillero que ganó el certamen de “Cénate las Ventas” o cuántos despojos se llevó el figura de turno y se te quedan mirando con una cara como para retirarte el saludo de por vida. Que me dirán que son cosas de la edad, que se acuerdan de lo que pasó hace años, pero no de lo que comieron ayer, pero no. Que si no quiere perder las amistades, debería aclararle al aficionado en cuestión que usted tampoco se acuerda. ¿Cómo te vas a acordar? El de la casquería de la esquina, tira que va, porque es su negocio, pero, ¿los aficionados? ¡Venga ya, hombre! Eso sí, si algún fan de la tauromaquia, esos que miden la afición por kilómetros y yintonises, esos lo mismo se acuerdan de fulanito de tal y te sacan que dio dos naturales muy “güenos”, lo que no es lo mismo que torear, pero ellos titan del bisturí y de quinientos treinta y siete trapazos te dicen que dos les emocionaron. ¡Ay la emoción! Pero es para otro día.

Pero por favor, si son aficionados a los Toros, no sean muy duros con los paisanos, primos o vecinos de la puerta de al lado y si les dicen que son paisanos, primos o vecinos de fulanito de tal, sí hombre, ese que salió por la Puerta Grande de Madrid, no les pongan mucha cara de asombro, si acaso pongan como excusa que ese día estaban en la boda de un paisano, primo o vecino de la puerta de al lado. Y yo me pregunto una y mil veces: ¿Para qué les sirven esos triunfos fabricados a los de luces? Pues en el mejor de los casos, para muy poco y en la mayoría, para nada. Si acaso si entran en una casa grande, para que medio toreen un año y ya está. Porque si eso de las salidas a hombros se da cada dos días, dependiendo de como funcionen los autobuses, ¿qué pueden tener de extraordinario? Pues nada que vaya más allá de contarlo después, aunque haya que explicar no solo quién es fulanito de tal, sino que igual hay que empezar por explicar que es torero. Eso sí, y el orgullo que siente el manitas de turno que con un pañuelito blanco es capaz de fabricarse un triunfo, al decir eso de mi primo salió a hombros en las Ventas.

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