A ver si me acuerdo y en algunos casos habría que remontarse quizá demasiado. Y recordaremos lo de hace mil vidas, pero no lo de hace dos ratos. Y, ¿por qué? |
Siempre me ha asombrado la capacidad de muchos para reivindicar a Juanito o a Juanelo cuando salen los carteles de las ferias, cuando aparecen los nombres de los actuantes en grandes certámenes tintados de una oportunidad, aunque ni noticia del ganado. Qué capacidad memorística. Que también puede ser porque el reivindicado sea paisano, pariente o conocido del cuñado de un amigo del bar y entonces hay que hacer fuerza para que al conocido le pongan. Pero lo más habitual en estos días es que los que no tienen relación alguna con gente del toro, ni se acuerden del caballero en cuestión. Que se puede dar la circunstancia de haber visto a un torero, no una, sino varias veces y no recordar ni el nombre; y no digo nada si el susodicho solo actuó una vez y, en el caso de Madrid, si le pusieron cuando lo que mandaba la empresa era cenarse las Ventas.
Que me dirán que es que el aficionado es un desmemoriado,
pero se da el caso de que estos se acuerden de toreros ya retirados y los que
supuestamente están en candelero, aparte si se es paisano, pariente o conocido
del cuñado de un amigo del bar, sean unos perfectos desconocidos. Aunque ya les
digo que para acordarse de un nombre por un natural, en el mejor de los casos,
una trincherilla o solo la buena disposición, aparte de meritorio, requiere una
memoria de elefante. Que no es que nos lo pongan fácil. Primero, porque con
tanta presentación, tantas confirmaciones que asombran hasta al confirmante y
que luego todos se aprenden la misma lección y vienen a hacer lo mismo, a repetir
lo que hacen otros, a repetir el repertorio que tan aprendido tienen, a
profundizar en la vulgaridad impuesta de esta agoniante modernidad. Y por si
fuera poco, salvo ilusionantes excepciones, el toro siempre es el mismo, el que
va y viene, va y viene y a veces, viene y va. Que los hay que parece que
quieren remediar esto, pero nada, exigen variedad de encastes, que dicen ellos,
pero que luego solo piden variedad de capas, pero con el mismo comportamiento
que lo demás.
Y en estas condiciones, ¿quién puede recordar nada? Tenemos
una fiesta que es como una caja de cerillas, con todos los fósforos iguales,
todo son clones y la única diferencia es si la caja lleva el palillo largo o
corto o si hay que arrancarlos de una carterilla de solapa. Que traducido en lo
taurino, pueden ser los toreros pegapases sin gracia o los que se enfrentan a l
que no quiere nadie, ellos los primero, y pare usted de contar. Eso sí, en los
novilleros esa diferencia aún apenas se percibe. Y aún pretenden que recordemos
a fulano, mengano o zutano. Que no les digo yo que la solución sea no ir con
demasiada asiduidad a la plaza, que eso de ver entre cincuenta o sesenta
festejos puede ayudar a que todo se convierta en una amalgama de toros con
alamares, toreros enmorrillados, caballos astifinos y trapaceros gesticulantes.
O cómo se diga.
Eso sí, quizá algunos que echan de menos a tal o cual en las
ferias, lo mismo es porque aquellos triunfos triunfalistas tampoco convencieron
a los de los despachos y que ellos, como otros tantos, se percataron de que si
no es por los autobuseros, aquel del que se decía que toreaba como los ángeles,
no pasaba de vulgar, aunque de estos hay muchos, y gracia tenía la justa, a no
ser que se sea paisano, primo, cuñado o conocido del coletudo en cuestión. Otra
cosa es lo del ganado. No, esto nada tiene que ver. Aquí es más fácil que nos
podamos acordar de tal o cual toro y de los agobios que provo0có en su
lidiador. Entonces, en ese preciso momento ese hierro queda sentenciado ¿Nunca
más, jamás! Y efectivamente, no los volvemos a ver nunca más jamás. Pero ojito,
que en esto de los toros empezamos a caer en algo parecido a lo de los de
luces, que se empiezan a ver fenómenos que embisten donde solo hay un animal
que va y bien y que apenas pasó por un peto. Eso sí, te cuentan de él su
nombre, el de la madre, el del padre, el de los hermanos, pero, ¡oiga! Que les
preguntas si a ese fenómeno se le pudo picar y te saltan, en el mejor de los
casos, que no mucho, pero que si le hubieran puesto, seguro que habría acudido
al caballo, como si esto fuera de suposiciones y no de evidentes certezas. Lo
que nos lleva a tener que hacer demasiadas veces el ejercicio del a ver si me
acuerdo de…
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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