¿Usted le gritaría a este picador que levantara el palo? |
Intentar abarcar el primer tercio con uno, dos o tres escritos es de ingenuos, porque esta fase de la lidia, una que debería ser uno de los pilares de esta, tiene mil caras y otras tantas aristas, con leyes claras y concisas que a veces el sentido común recomienda no cumplir. Como la propia fiesta de los Toros, es un mundo de contradicciones que no hay por qué entender, simplemente basta con dejarse llevar por ellas. Y por supuesto hay comportamientos que no son otra cosa que concesiones sin fundamento al público, que este celebra con alegría. Como ejemplo baste esos casos en que el picador, las más de las veces tapando la salida, se ceba con el animal que tiene bajo el peto y a una prudencial distancia se encuentra el matador haciendo gestos mayúsculos con la mano pidiendo que el de aúpa levante el palo. Acompañado de voces gritando eso tan conocido del ¡Vale, vale! Una voz que los hay, los mal pensados, que es una contraseña para decir dale, dale y así acabar con el poco ímpetu que le pudiera quedar al toro. Pero a este vocerío del maestro es fácil que se sumen desde los tendidos los más experimentados del público. ¡Qué cosas! Todos con el ¡Vale, vale! Pero muy pocos, contados, piden el ¡sácalo! Porque el que debería hacer que cesara el castigo no es otro que el propio matador yendo a sacar al animal del caballo, quitarlo, que se decía antes. Pero no, aquí todo se arregla voceando, haciendo que se note, que así la bronca cae en el picador. Que los hay también en los tendidos que le mandan, no que le piden, que levante el palo ¡Hombreeee! El palo no se levanta, o al menos yo no creo que se deba levantar, precisamente por lo dicho anteriormente, porque en el momento en que se considere que el castigo es suficiente, se quita y punto. Así de sencillo, aunque a veces el quitar no lo sea tanto.
Pero claro, como para todo en el toreo, para quitar, y para
seguir la lidia, es preciso estar bien colocado y eso… ¡Ay, seguir la lidia!
Que aquí tendremos que hablar de los de luces y su saber estar en el ruedo. Qué
cosas, cómo no van a saber los “profesionales” ponerse en su sitio ahí abajo,
cuando se cansan de repetirnos que los que saben son ellos y nadie más. Que el
que paga no sabe y para saber, hay que ponerse y el que no se haya puesto…
silencio, no puede hablar, vamos, por no poder, casi ni respirar. Pero se hable
o no, lo que nadie puede negar es que en el primer tercio el matador, ponga o
no ponga el toro al caballo, se quede como un pasmarote en mitad de ninguna
parte. O cerca de la cabeza del caballo en dirección a toriles, si hablamos de
Madrid. Otras veces se quedan en medio del ruedo como espectadores
privilegiados y absolutamente exentos del transcurso de la lidia. Pero los hay que
se sienten incómodos en esas posiciones que van en contra de la lógica
lidiadora y corren a ubicarse al lado del estribo izquierdo del caballo, pero
en lugar de hacerlo al poner el toro en suerte yéndose por la cabeza, se pasan
por detrás de este, o dicho vulgarmente, muy vulgarmente, por el culo del mulo.
Que luego los hay que se quejan de que el primer tercio no
pasa de ser un trámite inevitable, en el que el animal de los cuernos tiene que
acudir dos veces a estamparse con el peto e independientemente de que se le
castigue mucho o apenas se le pegue un raspalijón con el palo, el señor de
luces empieza a mover el dedito pidiendo el cambio, con el animalito debajo del
peto, independientemente de si se le está administrando castigo. Porque va dos
veces y se pide el cambio, como si la suerte de varas se limitara a que el toro
se arranque. Que ya pueden estar barrenando, tapándole la salida o haciendo el
jinete la suerte del Moisés, esa en que levanta el palo y apoya el regatón en
el suelo, si va dos veces, una en plazas de inferior categoría, se pide el
cambio. Que ya digo, para muchos es un trámite y punto, pero quizá esto nos
debería hacer reflexionar sobre el hecho de que en puridad, el primer tercio en
la actualidad es algo que no resulta absolutamente necesario. Y no se me echen
las manos a la cabeza. Quizá nos la deberíamos echar al ver que el toro actual
no admite el primer tercio, deberíamos también escandalizarnos al comprobar
como muchos que se autodenominan aficionados hablan de un gran toro porque ha
ido y venido en la muleta, pero al que no se le pudo apenas picar. Y claro que
deberíamos echarnos las manos a la cabeza, porque en este caso ya estamos
hablando de algo diferente, algo que poco tiene que ver con aquello a lo que
muchos nos enganchamos y que no acabamos de entender el que se levante el palo,
el que se tape la salida, se barrene, nadie este colocado y que no sepamos lo que realmente quieren decir
los coletudos si vale, vale o… dale, dale.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Si todos los que pagamos les pasasemos la factura de la indiferencia y se lo recordaramos al finalizar la lidia quizás cambiarían las cosas. Que permites que te machaquen el toro,pues nosotros te lo recordamos machacandote la faena.
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