Hay tanto y tanto que ver en el primer tercio |
A cualquiera que se le pregunte sobre el tercio de varas, afirmarán sin duda que es fundamental durante la lidia. Bueno, cualquiera, lo que es cualquiera, igual no, porque los hay que empiezan a manifestarse de acuerdo con esa idea que parece estar haciendo fortuna de que sea el maestro el que decida si salen los montados o no. Toda la vida clamando por la integridad del primer tercio y ahora quieren imponer las corridas sin picar. Pero de momento será mejor hablar de cosas serias y no de pamplinas taurinas. Pero tampoco se resuelve todo con decir que el primer tercio nos importa mucho, que lo respetamos y que hay que salvaguardarlo por encima de todo, hay mucho más.
No es infrecuente en una plaza de toros el ver cómo se pone
al toro de lejos y se espera con ansiedad su arrancada al peto. Pocas cosas
habrá más espectaculares durante la lidia, pero a veces, muchas veces, se
insiste tanto en que el toro se arranque, que dejamos de lado el sentido de este
tercio. Al toro se le debe dar distancia, algo más que sabido y que no voy a
descubrírselo a nadie, pero también tiene un tiempo, porque la bravura también
se manifiesta en la prontitud. El estar insistiendo e insistiendo e
insistiendo, no tiene sentido. Que al toro hay que darle su tiempo, por
supuesto, pero no todo el del mundo. Se le pone una vez, si no va, se le cambia
y se le vuelve a poner y si a la tercera no va, se le cambian los terrenos, el
caballo camina al contrario de las agujas del reloj a favor de la querencia y
se vuelve a intentar, que el terreno en el que vaya también importa mucho, vaya
si importa.
También es algo que se ve en las plazas el que una vez se arranca
el toro, luego ya todo pierde importancia. Pero es que es en el peto dónde
quizá se puedan apreciar más matices de lo que el animal lleva dentro, sin
olvidar la labor del jinete, que mucho tiene que ver en permitir que se vea al
toro. Si el toro cabecea al sentir el palo, si derrota solo con un pitón, si
echa la cara arriba, si se pone de lado, si busca dar la vuelta a la caballería
y, por supuesto, si empuja con fijeza con los dos pitones. Pero hay otro matiz.
Cuántas veces no escucharemos exclamar al público cómo empuja un toro,
precisamente cuando se le tapa la salida. Porque claro, no es lo mismo que lo
haga en este caso, buscando la libertad, que con la libertad de los medios a su
espalda y que la desprecie optando por la lucha. Y volviendo a los terrenos, no
es lo mismo que lo haga a medida que se va a favor de su querencia, que a
contraquerencia. Y ya no les digo nada, cuando el toro, antes o después, se
marcha suelto del peto. Feo gesto que no dice nada bueno del mozo. Que puede
ser quien me diga que es que ha visto un capote a lo lejos, pero es que los
capotes, a lo lejos, tienen que estar. De acuerdo que no se debe molestar, ni
entorpecer el transcurso de la lidia, pero allí tiene que haber unos actores y
no se pueden evaporar. Que ya es frecuente incluso en la plaza de Madrid, que
en las concurso o en los desafíos ganaderos, aparte de esas rayas tan horrorosas
y sin sentido para el aficionado, se haga salir solo un caballo; que esto tiene
su sentido en ruedo pequeños, en los que resulta más complicado ver al toro en
toda su dimensión, pero en uno como el de las Ventas, perdonen que les diga.
Que dicen que eso es para no distraer al toro. Pero, ¿por qué no se le va a
distraer? Distraerlo con sentido, aunque si se piensa que el caballo que guarda
la puerta distrae, no sé qué decirles. Y digo que yo quiero esa
Distracción, porque
quiero ver lo que el toro decide elegir, si pasar un mal ratito a sabiendas que
detrás está la salida o si desprecia esa supuesta libertad y elige la pelea en
el polo opuesto al lugar por dónde salió. Que eso algo querrá decir, ¿no?Y volviendo
a lo de las rayas, si ya me parecen de poca utilidad las dos rayas del tercio,
y que me perdone el maestro Ortega, el poner esas líneas que parecen una
cerradura gigante, pues qué quieren que les diga. Que ahora resulta que el
aficionado no sabe si un toro se pone de largo o si se le mete debajo del peto,
si no es por las dichosas rayitas. Y todo esto, solo en lo que toca al toro,
porque si nos metemos en los de luces, esos que ni lo ponen en suerte, que lo
dejan abandonado de cualquier manera dónde caiga, que lo meten debajo del
caballo, que no van a sacarlo y se limitan al ¡Vale, vale! En lugar de ir a por
él al caballo. Esto sería un no acabar. Y por último, también en relación con
las rayas, si el toro no va ni empujándolo, a veces hay que ir a por él, porque
habrá que picarlo y no pasa nada si el jinete traspasa la raya, que no se
rompen, se pintan otra vez y ya, pero será mejor eso a que el toro no se pique.
Que ustedes verán en este escrito cuestiones que conocerán de sobra, pero
bueno, permítanme la licencia de poderme explayar a gusto restringiendo mucho
el tercio de varas, dando solo unas pinceladas para hablar de ciertos matices
que encierra esta fase de la lidia y ya saben, el primer tercio, un dónde,
cómo, cuándo y de qué manera.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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