Eso es lo que es la fiesta de los toros, o el rito o la corrida o como cada uno prefiera llamarlo. El inicio de esta feria estaba marcado por los señores empresarios que primero prometieron un esfuerzo mayor para componer una feria “de categoría” y luego hemos tenido que aguantar su satisfacción e insultante pavoneo al comprobar que este año se han renovado más abonos que nunca; que quiten las dos corridas de José Tomás y verán que pasa. Pero como en el año anterior, ya se está viendo que lo que se plantea mal, no puede salir bien.
Llevamos ya tres corridas de feria y la cosa ha ido de pésimo a más que pésimo o requetepésimo. Los dos primeros días se veían bastantes localidades vacías y en la de Bañuelos, con remiendo, se llenó, a pesar del tiempo, por eso de ser fin de semana. Y es que se parte de una base viciada, los toros. Si el ganado es tan infumable como lo que llevamos visto, ¿qué se puede hacer para levantar esto? Los de Bañuelos, unos con buena apariencia y otros gordos y anovillados, no pudieron recibir entre todos ni una vara en condiciones. Se les pegaba un cachete en el caballo y se acabó, excepto en el último en el que el niño del Capea dejó que se lo machacaran en el caballo. Pero que nadie piense que fue una carnicería, fue algo más sutil, de cara al gran público; se le tapó la salida y se le picó en medio del lomo, o más atrás y con la mansedumbre que se trajo de Burgos peleaba por buscar una salida. Los otros dos retales de Osborne fueron diferentes a los titulares, aunque tampoco para tirar cohetes. El menos malo fue el segundo que parecía más querer morderle una pierna al picador, echando la cara arriba, que empujar el peto del caballo.
De los tres matadores no sé si se puede decir algo o sería mejor dejarlo. Uceda con sus cosas, sus posturas y esperando que un toro le ponga en su sitio y le diga como torear sin el pico de la muleta y con menos retorcimientos de los habituales, nos obsequió con unas veroniquitas y la media, que no eran para volverse loco, pero visto lo visto. Luego ya vino su repertorio de naturales abanicando al toro, de las carreritas para recolocarse después de cada pase y la estocada a su primero, tirándose sobre el morrillo y haciendo que el toro cayera inmediatamente de una estocada desprendida.
Pero como el absurdo no tiene límites, apareció el Capea, el torero más ignorante, despistado e incapaz que haya pasado por Madrid en mucho tiempo. Igual venía con la intención de reverdecer “su gran triunfo” del año pasado. Pero esta vez la gente no estaba para bobadas. Tiene el mérito de estar moviendo los pies al mismo tiempo que da un lance y no se cae. Eso sí, bonito no es, pero él no entiende que la gente se enfade. Durante la lidia de sus toros el ruedo parece una casa de locos, a lo que colaboran con especial entusiasmo los miembros de su cuadrilla, capaces de pasar tres veces en falso en banderillas para dejarle el muerto al compañero. Y cuando la gente ya está harta de esa pantomima y se lo hace saber al señor presidente, a la empresa, a la empresa y al mismo Pedrito, éste se pone de charla coloquio con el respetable, como diciendo no entender nada. Pero chico, tápate un poco, que además de la familia, se va a enterar todo el mundo de que eres un ignorante.
Y cerraba, y abría, la corrida Javier Cortés, un torero en el que yo personalmente tenía ciertas esperanzas. Hasta el momento siempre me había parecido que intentaba coger el camino de la verdad, con las carencias lógicas de un torero joven, pero con buenas intenciones. Pues parece que ya ha abandonado todos sus buenos propósitos y ha decidido ser uno más. Mucho retorcimiento, pico, toreo al hilo y alargando el brazo allá a lo lejos, sin pararse a pensar en cómo llevar toreado al animal. Así le pasó en el último de la tarde, que buscaba las tablas desesperadamente y él, en lugar de meterlo en la muleta, de encelarlo e intentar llevarlo muy toreado, que es lo que pedía a gritos, se dedicaba a largarle tela y a poner cara de “Pero, ¿por qué te vas?” La única puerta abierta que nos dejó el madrileño es la forma en que se tiró a matar al sexto, sin pensárselo dos veces, resultando cogido.
Esta es la historia que se va repitiendo año tras año, tarde soporífera tras tarde más soporífera aún, algún día que salte la liebre, algún toro que nos emocione, las figuras largando su repertorio y que nos dejarán discutiendo si se mereció o no una oreja que al fin y al cabo sólo es un despojo, y a otra cosa mariposa. El año que viene volveremos a sacar el abono, pero no por los maravillosos carteles que son la obra de un necio, sino con la esperanza de que esto cambie algún día, sea con Taurodelta o con quien sea, o con la esperanza de ver a José Tomás.
Llevamos ya tres corridas de feria y la cosa ha ido de pésimo a más que pésimo o requetepésimo. Los dos primeros días se veían bastantes localidades vacías y en la de Bañuelos, con remiendo, se llenó, a pesar del tiempo, por eso de ser fin de semana. Y es que se parte de una base viciada, los toros. Si el ganado es tan infumable como lo que llevamos visto, ¿qué se puede hacer para levantar esto? Los de Bañuelos, unos con buena apariencia y otros gordos y anovillados, no pudieron recibir entre todos ni una vara en condiciones. Se les pegaba un cachete en el caballo y se acabó, excepto en el último en el que el niño del Capea dejó que se lo machacaran en el caballo. Pero que nadie piense que fue una carnicería, fue algo más sutil, de cara al gran público; se le tapó la salida y se le picó en medio del lomo, o más atrás y con la mansedumbre que se trajo de Burgos peleaba por buscar una salida. Los otros dos retales de Osborne fueron diferentes a los titulares, aunque tampoco para tirar cohetes. El menos malo fue el segundo que parecía más querer morderle una pierna al picador, echando la cara arriba, que empujar el peto del caballo.
De los tres matadores no sé si se puede decir algo o sería mejor dejarlo. Uceda con sus cosas, sus posturas y esperando que un toro le ponga en su sitio y le diga como torear sin el pico de la muleta y con menos retorcimientos de los habituales, nos obsequió con unas veroniquitas y la media, que no eran para volverse loco, pero visto lo visto. Luego ya vino su repertorio de naturales abanicando al toro, de las carreritas para recolocarse después de cada pase y la estocada a su primero, tirándose sobre el morrillo y haciendo que el toro cayera inmediatamente de una estocada desprendida.
Pero como el absurdo no tiene límites, apareció el Capea, el torero más ignorante, despistado e incapaz que haya pasado por Madrid en mucho tiempo. Igual venía con la intención de reverdecer “su gran triunfo” del año pasado. Pero esta vez la gente no estaba para bobadas. Tiene el mérito de estar moviendo los pies al mismo tiempo que da un lance y no se cae. Eso sí, bonito no es, pero él no entiende que la gente se enfade. Durante la lidia de sus toros el ruedo parece una casa de locos, a lo que colaboran con especial entusiasmo los miembros de su cuadrilla, capaces de pasar tres veces en falso en banderillas para dejarle el muerto al compañero. Y cuando la gente ya está harta de esa pantomima y se lo hace saber al señor presidente, a la empresa, a la empresa y al mismo Pedrito, éste se pone de charla coloquio con el respetable, como diciendo no entender nada. Pero chico, tápate un poco, que además de la familia, se va a enterar todo el mundo de que eres un ignorante.
Y cerraba, y abría, la corrida Javier Cortés, un torero en el que yo personalmente tenía ciertas esperanzas. Hasta el momento siempre me había parecido que intentaba coger el camino de la verdad, con las carencias lógicas de un torero joven, pero con buenas intenciones. Pues parece que ya ha abandonado todos sus buenos propósitos y ha decidido ser uno más. Mucho retorcimiento, pico, toreo al hilo y alargando el brazo allá a lo lejos, sin pararse a pensar en cómo llevar toreado al animal. Así le pasó en el último de la tarde, que buscaba las tablas desesperadamente y él, en lugar de meterlo en la muleta, de encelarlo e intentar llevarlo muy toreado, que es lo que pedía a gritos, se dedicaba a largarle tela y a poner cara de “Pero, ¿por qué te vas?” La única puerta abierta que nos dejó el madrileño es la forma en que se tiró a matar al sexto, sin pensárselo dos veces, resultando cogido.
Esta es la historia que se va repitiendo año tras año, tarde soporífera tras tarde más soporífera aún, algún día que salte la liebre, algún toro que nos emocione, las figuras largando su repertorio y que nos dejarán discutiendo si se mereció o no una oreja que al fin y al cabo sólo es un despojo, y a otra cosa mariposa. El año que viene volveremos a sacar el abono, pero no por los maravillosos carteles que son la obra de un necio, sino con la esperanza de que esto cambie algún día, sea con Taurodelta o con quien sea, o con la esperanza de ver a José Tomás.
4 comentarios:
Enrique, esto no es una mentira, es una gran verdad. La verdad es que esto va de mal en peor y que nos están robando la cartera en nuestras propias narices, con la aquiescencia de una afición acomodada que traga con lo que le echen.
Si el ladrón roba y el robado le deja hacer, está claro lo que va a hacer mañana, pasado mañana, al otro y al otro.
J.Carlos
J.Carlos:
Estoy de acuerdo contigo en que los tors es una gran verdad, pero tal y como está montada ahora la fiesta, no me negarás que está basada en la mentira. Y respecto a lo del robo, tampoco me parece bien criminalizar al que es robado, porque éste tiene el derecho a confiar en que la autoridad le defienda a él, sus derechos y sus bienes. La protesta me parece magnífica e indispensable, pero los mecanismos que deben garantizar la legalidad también deben funcionar y si no es así y además los garantes están o metidos en el ajo o inoperantes, entonces es cuando todo empieza a ser mentira. Yo creo que no soy sospechoso de no apoyar la protesta, pero tampoco se les puede echar encima toda la responsabilidad al que protesta o no. O más claro. Si en Madrid protesta el 7 o no, no debería tener nada que ver con que la fiesta sea íntegra. Esta no es su responsabilidad. Aunque coincido contigo que si el 7 fuera toda la plaza, por hablar de Madrid, igual los que montan esto se andarían con más cuidado.
Un cordial saludo y muchas gracias por tu opinión
Enrique, creo que ha habido algún error en mi post. Iba en el anterior artículo, lo escribí un día antes de que escribieras éste. Simplemente creo que más gente de la plaza tendría que unirse a las protestas del 7 y otro gallo cantaría. Yo también soy de los que protesta, podrán robarme en mis narices pero no me voy a quedar callado.
Después de ayer he salido más animado, ayer hubo cosas muy buenas en la corrida. ¡Cómo se nota cuando está presente la casta en el ruedo!
Me pasa un poco lo que a ti con Rafaelillo, cuando hay un TORO delante, me vuelvo menos exigente y paso por encima defectos que sí tengo en cuenta cuando hay otro oponente enfrente. No obstante, ha dejado bonitos detalles y ha demostrado ser capaz de pechar con el toro bronco y también de esbozar algunos muletazos dignos del mejor artista.
Fernando Cruz no tuvo lote pero le he visto con toros potables y tampoco ha hecho nada. Sin ir más lejos con ese quinto de Partido de Resina, al que no supo entender.
Joselillo, aunque voluntarioso, estuvo por debajo del tercero, al que pasaportó de una estocada haciendo guardia. El sexto era un tío, un toro de cinco años y medio. El toro estaba diplomado pero la mala lidia hizo que se doctorara y aprendiera lo que no estaba en los escritos. Esperemos que se recupere satisfactoriamente.
Como aficionado, me alegro del cambio en los petos. Sin duda ha hecho más interesante la suerte de varas. Sólo espero que esto sirva para que salgan de la profesión los que no valen y se queden los auténticos profesionales.
Saludos Enrique.
J.Carlos
J. Carlos:
Amén a todo y la verdad que c´´omo nos cambia la cara cuando vemos TOROS. Y sigue protestando, es lo único que nos queda, aunque a algunos no les venga bien, pero lo que no podemos permitir es echarnos encima culpas que no son nuestras. Por lo que veo eres habitual de Madrid, pagas, vas habitualmente, aguantas el tostón, vuelves otro día, sigues pagando, ¿qué más se te puede pedir? ¿qué le pares el toro al maestro? Pues mira, igual lo hacías mejor que muchos arrebañacapotes.
Un saludo
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