El toro, juez implacable |
Los toros hay veces que te ponen delante el plato de la
amargura, del golpe en el corazón, de la realidad que puede ser extremadamente
dura, hasta límites indeseables y en la séptima de feria el banquete ha sido
tan abundante, como duro brutal. Realmente no sé si alguien está interesado por
lo ocurrido durante la corrida, que por otra parte ha sido la historia de
siempre, fidelidad a la Tauromaquia 2.0, tanto en lo tocante a los toros de
Salvador Domecq, como a los toreros Uceda Leal, Diego Silveti y Saúl Jiménez
Fortes y por si faltaba algo, el viento. Y si todavía faltaba algo más la
tragedia queriendo robarnos la tarde.
En su primer toro, a Jiménez Fortes le dieron una oreja, sin
otras credenciales que un valor que no sé si se podría llamar temeridad, la de
quien camina por los ruedos sin el bagaje necesario para hacerlo con un mínimo
de garantías. Por Dios que nadie vea en mis palabras crítica o ataque al
chaval, que nadie vea saña con alguien que está en la cama y que ha pagado con
sangre el querer ser torero. Nada más lejos de mi intención. Si hubiera espacio
para la censura no sería dirigida a él, habría que mirar a otros sitios. Por
supuesto que tampoco sería oportuno señalar en estos momentos a los que están a
la puerta de una enfermería o en la sala de espera de un hospital. Pero lo que
sí es cierto es que solo el entusiasmo no puede ser la vía para ser torero. Un
entusiasmo que muchos desalmados utilizan para hechizar a los chavales y a los
que les rodean, para sacar cuatro duros y que en el momento en que se agote la
fuente no tendrán reparos en dar la espalda al más entusiasta de la Tierra.
Son ya demasiados los casos en los que se empuja a un chaval
al abismo. No se puede engañar a los que con tanta ilusión quieren llegar a ser
toreros. A Saúl Jiménez Fortes se le robó cualquier posibilidad de formarse a
partir de aquella tarde en Madrid en que meció un novillo a la verónica. No
había por qué precipitar todo artificialmente. Es valiente, sin duda, y el valor
es una virtud admirable en los toreros, pero esta carrera es muy cuesta arriba
y requiere estar muy puesto y tener mucha cabeza. No se puede vivir tantas
tardes en la enfermería, ese infierno no se lo merece nadie y menos el que
lucha por ser torero. A este hay que darle todo el apoyo del mundo, pero esto
no quiere decir que haya que hacerle creer lo que no es. Una alborotada tanda
de bernadinas no puede provocar el delirio y el éxtasis con el único objetivo
de una oreja. No me atrevo a decir que ahí nacio el mal, pero sí que quizá esto
provocó cierto desprecio por el riesgo. Reconozco que estoy caminando sobre
arenas movedizas y que no sé si seguir o retroceder, si pararme o tumbarme para
no hundirme. El momento fatal llegó cuando en un natural corrió la mano antes
de tiempo, quedó al descubierto y el toro hizo por él. Ya en el suelo y viendo
una presa certera, el animal soltó un derrote seco que alcanzó el cuello del
matador. Lo demás ya lo sabrán por los medios de comunicación, por las redes
sociales y esos buitres que se encargan de distribuir vídeos y fotos del
percance. De acuerdo que esto es parte de los Toros, pero no es una parte en la
que haya que recrearse, ya pasó y punto. ¿Es necesario todo lo demás?
Por lo demás, la corrida ha sido una más de tantas, un
ganado manso, a veces anovillado, flojo, que ni tan siquiera ha cumplido en
varas y que no ha tenido nada, nada dentro. Quizá ha costado más lidiar con el
viento que con la corrida de Salvador Domecq y ese primero de Fidel San Román.
Este, que hizo primero, permitió mostrar a Uceda Leal sus intenciones para todo
el festejo. No había sido puesto, o intentado poner, en suerte al caballo de
tanda, cuando ya había visitado tres veces los petos en su deambular por el
ruedo, barbeando, igual por si había alguien conocido en el callejón o los
tendidos. Mal con la muleta, demasiado ausente y con demasiadas precauciones.
Lamentable el mitin con los aceros en el cuarto y eficaz en el sexto tras la
cogida de Jiménez Fortes. Diego Silveti tampoco se puede decir que se esmerara
con su lote. Ambos cabecearon sin disimulo los petos y carecieron de las
mínimas fuerzas para poder ser pasados de muleta. En su primero demasiada
aceleración, tandas caminadas, sin quedarse quieto, desarmes y enganchones. En
el otro mantuvo esta línea anodina, ahogando a un animal, por otra parte
parado, que más estaba para que le finiquitaran que para intentar lucimiento
alguno. Mala tarde de toros. Ojalá es viento se lleve cualquier asomo de sufrimiento
para Saúl Jiménez Fortes y que pronto podamos verle disfrutando de su pasión,
el toro, que el se le devuelva ese tiempo que se le hurtó para forjarse como
matador de toros y que cuando volvamos a verle vestido de luces nos vuelva a
conquistar como aquella tarde de novillero en que con un puñado de verónicas
nos reconcilió con el toreo de capote. Matador, mucha salud.
5 comentarios:
Cuenta razón tienes. Mucha fuerza para Saúl.
Un saludo
Voy a ser breve Enrique porque en esta entrada no se puede añadir ni un punto ni una coma. Totalmente de acuerdo.
Un saludo.
El Tentadero:
Me uno en ese deseo de que el torero se recupere.
Un saludo
Marín:
Quizá tú seas de las personas que mejor sabrá valorar todo esto y también cuando y en que momento se debe hablar.
Un abrazo
Con el valor que le sobra a Saúl,se pueden hacer 15 toreros de esos monjiles.Pero al valor desbordante es prudente embridarlo y racionalizarlo en lo posible.Este torero es de los que se ganan el jornal con creces.
Le deseo que ya mismo esté en nuestra Málaga recuperándose en su ambiente.
Siempre ha habido toreros de este corte.Recuerdo a un paisano nuestro,Terremoto de Málaga, que estaba casi siempre por los aires,o a El Tano.
En ningún caso toreros comparables más que en el valor, a Saúl.
Suerte paisano.
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