Que el toreo se fundamenta en el honor, el respeto, la
vergüenza, el orgullo, la honradez, la honestidad, la sinceridad, la verdad, la
integridad y una lista de conceptos que cada uno puede seguir ampliando y es
posible que no viéramos el límite, quizá por esa línea tan fina que separa la
vida de la muerte, el triunfo del fracaso o la gloria del olvido. Las personas
que se visten de luces no solo son dignos de admiración, sino que además son
unos privilegiados que han conseguido alcanzar tal honor. El toreo se sustenta
en el equilibrio de fuerzas que existe entre los que pisan el ruedo, los que
mueven el negocio, los espectadores y el que es más decisivo y que a su vez es
el único irremplazable, el toro. Es un mundo muy complejo, con muchas luces,
pero también con muchas sombras. Es muy difícil el transitar por ese camino de
luces, pues loa primera exigencia es la verdad, la transparencia y que las
cosas sean como deben ser, sin fraudes, ni mentiras. Pero los mediocres, los
que no soportan esa verdad, los que no se pueden enfrentar a ella por no verse
con las vergüenzas al aire, son los que manejan y maniobran en la sombra, los
que empujan a otros a hacer lo que ellos no se atreven, que no confundamos con
el no poder, pues muchos son los que no han podido, pero han mantenido su
dignidad y su hombría de bien ante la verdad. ¿Que a qué viene todo esto? A la
vergüenza y asco que me ha producido ver como en la última novillada de este
San Isidro, un peón, de una ilustre dinastía de toreros, se ha pasado las
buenas formas y la decencia por donde se ajusta la taleguilla. David Saugar
“Pirri”, se ha permitido el lujo de impedir que el tiro de mulillas, de hecho
ya bastante lento cuando se barrunta una oreja, llegase a su destino para
arrastrar al toro. Y no solo una vez, sino dos, aprte de ponerse a gesticular
censurando las decisiones del presidente de la corrida por no haberle concedido
un despojo a su matador, Francisco José Espada. ¿Pero qué se creen que es esto?
¿No les vale el convertir a Madrid en una vergüenza que quieren hundir más el
nombre de esta plaza? ¿Dónde se cree que está para macarrear ante el señor
presidente por un despojo que por otro lado ha hecho bien en no conceder y que
en el caso en que sí lo ha hecho ha sido precisamente por la actitud de este
señor? Un poquito de cordura, sentido común y respeto. Que saben de sobra que
no le hacen ningún favor a su matador, pues con los mimbres actuales, su camino
por el toreo se le puede convertir en un infierno. Quizá si se preocuparan de
que el chaval siga creciendo como torero, es muy posible que no tuvieran que
andar rateando despojos como el que rateaba radiocasettes de los coches o que
tironeaba los bolsos de las señoras de edad.
Bastante cuesta arriba se le han puesto las cosas a
Francisco José Espada, como para encima tener que cargar con ciertas actitudes
de alguno de la cuadrilla. Por ejemplo las complicaciones que traía la corrida
de El Montecillo y el remiendo de Dolores Rufino Martín, que ha tenido sus
cosas, que había que estar delante, pero que con lo mal que se le han hecho las
cosas, bastante bien parado ha salido el diestro de Fuenlabrada, que por
momentos se pensaba en que iba para adentro como sus dos compañeros de terna,
aunque en muchos casos era más debido a su falta de oficio que a la maldad de
los toros. Resulta paradójico y hasta increíble el decir que una corrida que en
el tercer toro ya había mandado a dos novilleros para adentro, pueda haber
tenido nobleza. Pues en parte, ha sido así. Abría cartel Martín Escudero, que
desde que salió su primero pareció poco animoso, dejando que el toro anduviera
a su capricho por el ruedo. El animal iba enterándose de lo que allí pasaba,
capotazos sosos y ya le arranca el capote de las manos al novillero, que a
partir de ahí pareció borrarse de la lidia. El del Montecillo seguía suelto y
se encontró con el caballo en terrenos del uno. Descompuesto, tiraba arreones,
sin que el matador mostrara intención de meterse en el “fregao”. Escarba, va al
segundo puyazo donde quiere él, sin que nadie le ponga en suerte, picotazo,
queriéndose quitar el palo del morrillo. Aún suelto, toca al reserva, le hace
la carioca y a favor de querencia ya pelea algo más, pero pelea de manso.
Martín Escudero por el ruedo, como un bulto sospechoso. Lo recoge en la muleta
con banderazos por ambos lados, dejando tropezarse mucho la muleta. Arreones
continuados, pero el matador solo se limita a poner la tela y pegar trallazos.
Se refugia en tablas y hay que sacarlo de allí inmediatamente. Multitud de
muletazos destemplados, cambiando los terrenos constantemente, hasta que en una
tanda de naturales, en uno de ellos y quizá por darle la salida antes de
tiempo, el novillo engancha al torero, dándole una paliza impresionante, con unos
golpazos tremendos. Le llevan a la enfermería visiblemente conmocionado y como
parecía lógico, no vuelve a salir. Francisco José Espada se encarga de
estoquearlo.
El otro torero accidentado ha sido el limeño Joaquín Galdós,
al que el novillo no le dio tiempo a más que quererle parar a la verónica con
la rodilla flexionada, para desarmarle en seguida y cuando se aplicaba en
fijarlo con el capote por abajo, le engancha por una pierna, provocando una
caída muy fea golpeándose en la cabeza y torciéndose de muy mala forma en la
cabeza. Como su compañero, tampoco volvió a la corrida y solo queda desear que
todo quede en un mal susto y que no tengan ninguna lesión de consideración, que
les volvamos a ver pronto de luces. Pero este es el duro camino para ser torero,
que lo mismo que unos chavales acaban en la enfermería, para el otro se
convierte la tarde en una corrida de seis novillos, con dos compañeros cogidos.
Acabado de de
estoquear el primer novillo de la tarde, Espada se fue a la puerta de chiqueros
a recibir al suyo a portagayola. Salió el de Dolores Rufino Martín muy
incierto, parado y amagando con esquivar al torero, la larga se la pegó, pero
luego el torero se quedó en esos terrenos ya de por si complicados, siguiendo a
la verónica, pero dando tirones y luego demasiados capotazos para intentar
recomponer una situación medianamente lógica. En la primera vara le tiro al
caballo, más que ponerlo en suerte; el toro cabeceó una barbaridad en cuanto
notó el hierro, con la cara muy alta. En el segundo encuentro, tras el
marronazo en la paletilla, se le castigó más y el novillo acabó queriéndose
dormir en el peto. Apretó en banderillas y ya en el último tercio, fue recibido
con banderazos a una mano y trapazos sin mando alguno. Francisco José Espada
iba decidido a desplegar todo su repertorio de derechazos, naturales, cambios
de mano sin sentido, muy pico, pases cortados por las buenas, enganchones
vaciando las embestidas allá a lo lejos, al más puro estilo de las figuras.
Para luego terminar con el inevitable arrimón.
En el del peruano Galdós tuvo que empezar aguantando que se
le colara por el pitón derecho. El toro fue suelto al caballo, para recibir una
vara muy trasera. Ya en la segunda se le pegó muy poco, mientras el animal si
acaso topaba el peto. Los primeros muletazos fueron por abajo, pero
inmediatamente Espada optó por el natural y por esos estiramientos de brazo tan
al uso. El toro tenía su complicación y si ya no intentara poderle, además
mostraba el defecto de dar la salida al toro antes de tiempo, quedándose al
descubierto. El final fue un bajonazo, no sin la incertidumbre de parecer que
el toro iba a arrollar al matador. Al cuarto otra vez a portagayola, con los
consiguientes mantazos en terrenos poco idóneos, para que el novillo acabara
yéndose suelto. Un defecto que no abandonó durante toda la lidia, queriendo
saltar constantemente, consiguiéndolo en una ocasión. Nada más salir del
callejón se encontró con el caballo. Le taparon la salida y entonces hasta
mostraba fijeza en el peto, recibiendo un castigo más que necesario. En la
segunda vara, nada más tocarle el palo salió escapando, y así continuó,
acabando en toriles. En banderillas esperaba una barbaridad por el pitón
derecho y se arrancaba a arreones. El manso tenía su complicación y hacía que
el estar ahí delante ya tuviera su mérito, el que mostraron Candelas en la
brega y Antoñares con los palos. Buen inicio por abajo de Espada con la muleta,
si acaso se quedó corto en el castigo, pues inmediatamente él se tiró a lo
conocido, los pases y más pases. Sin bajar la mano, agitado, no cabía otra, y
pensando más en las orejas que en torear. Naturales sin mando, carreras, el
toro sin hacer ni intento de entregarse en un muletazo, se quiere ir a las
tablas, el torero le da pases allí donde le pille, para acabar con un pinchazo
hondo y más de media atravesada, pero allí estaba el Pirri con sus cosas para
exigir la oreja que al final se concedió, parando el tiro de mulillas y
comprometiendo de mala manera al presidente. La oreja fue una de tantas, pero
las maneras de este peón sí que no tenían ni un pase.
En esta histeria “despojista” salió el quinto, recibido sin
intentar alargar las embestidas, que es por esto por lo que muchas veces
pedimos que a los toros los paren los peones y una vez ya fijados, que salgan
los matadores. Bien cogido por David Prados en la primera vara, en la segunda,
tardeando bastante, fue sentir el palo y salir corriendo. La faena de muleta
fue un calco de las anteriores, pues así lo tienen asimilado la mayoría de
toreros en la actualidad, sean las que sean las condiciones del toro. Si
hubiera tenido estas en cuenta, o si se lo hubieran dicho desde el burladero
los que lo veían desde fuera, quizá habría bajado más la mano, pues era
entonces cuando el novillo tomaba mejor la muleta y entraba más suave, pero
cuidado, que había que llevarlo muy toreado. Multitud de pases y arrimón, con
pases a diestro y siniestro, ahora por el derecho, banderazo, uno por aquí,
espera que va otro, muy del gusto del público orejero, pero... Otro bajonazo,
un aviso y el Pirri de nuevo a lo suyo, descarándose sin disimulo con el
presidente, que con buen criterio no premió con una oreja los trapazos, ni
mucho menos el sablazo final.
La sensación era que esa actitud no hacía otra cosa que
desquiciar al chaval, haciendo que estuviera mucho más pendiente de los
despojos, que de torear. Algo muy propio de la filosofía taurina actual, da lo
mismo el toreo, lo importante son las orejas. Algo que en encerronas
programadas suele ocurrir frecuentemente. Mantazos para recibir al último,
puyazo trasero sin picar, otro señalado sin más en el segundo encuentro y el
animal acusando una tremenda costalada tras clavar los pitones en la arena. Y
como decía al principio, la novillada sacó la nobleza justa para no aprovecharse
de la falta de recursos de los toreros, pues en caso contrario, no sé que
habría pasado. Difíciles con la muleta, inciertos, pero al final iban mejor o
peor, pero sin tirar derrotes de repente. Ya con la muleta en este sexto,
Espada quemó toda la pólvora que le quedaba y se lió a pegar trapazos de todo
tipo y por todas partes, lo mismo con la derecha que con la izquierda, vuelta a
la derecha, pases por detrás, un revolcón casi dejándose coger por quedar
descolocado en el mismo hocico del toro, pero un bajonazo infame y un mitin con
el descabello le privaron de la oreja del revolcón que la plaza ya estaba
preparada para pedir y El Pirri para exigir, pero esto no es así, así no se
hacen las cosas en el toro, Pirri, no se deben perder ni las maneras, ni la decencia.
4 comentarios:
No ví la novillada Enrique, pero me hago una idea al leer tu crónica. Pensaba que Madrid deambulaba hace tiempo ya entre la gloria de ser la plaza mas importante y la vulgaridad de ser una plaza mas de talanqueras. Pero este año me estoy dando cuenta que tira mas pa lo segundo que pa lo primero. Lo de Pirri no es extraño. Esto lo hacen mucho los toreros de plata en las plazas de pueblo, de esas escondidas por esos mundos de Dios, donde solo hay toros el día del patron y donde en los tendidos se baila mas el paquito el chocolatero que lo que ver los toros se refiere. Y claro, es la confirmación exacta que me faltaba para afirmar que la plaza de tu pueblo definitivamente se perdió. Ahora solo os falta que os toquen el paquito el chocolatero a mitad de faena.
Lo de tener vergüenza torera para saber si se debe o no se debe estar es otra cosa Enrique. Eso ya no se lleva. Hay muy pocos que son capaces de reconocerlo y se siguen engañando a ellos mismos y a los que estan a su alrededor. También engañan a los que bailan el paquito, pero no al buen aficionado. Eso si, ellos están super a gusto colgando sus propias fotos en el feisbu y en el tuiter (se como se escriben ambas pero prefiero hablar un andalú perfecto).
En fin amigo Enrique, a seguir esperando. Un abrazo!!!!!
Marín:
Esa es nuestra realidad, que esta plaza ha acabado su licenciatura en gallinero cum laude, en el que la cosa es dar desperdicios. Y te voy a comentar un detalle. Antes cuando se daba una oreja, se cortaba un apéndice no demasiado escandaloso. Ahora, como si estuviéramos en Villamemuero, cortan un pedazo de filete que da asco solo verlo. Lo de esos "entusiastas" toreros de plata es algo más que conocido, ahora solo espero que al que lo hizo en Madrid le caiga la multa correspondiente, y que así al menos se lo piensen cuando les dé un arranque de mal gusto y falta de respeto.
Lo de escribir las cosas en inglés está muy visto y lo hablar un perfecto "andalú" está solo al alcance de los que venís de allí abajo. Quillo, no lo dejes, que ya lo hablas muy bien y sería una pena que lo perdieras.
Un abrazo
Me encantan tus cronicas madrileñas. Que pena que todos los que se sientan en los tendidos de Las Ventas no piensen como usted. Es desesperante tragarse un San Isidro entero con estos niveles tan bajos de exigencia por parte de todos, toreros, empresa, presidentes...Asi nos va,sin ningun torero que nos emocione desde hace años. Saludos
Fran:
De eso hablaba yo no hace mucho, sobre el que puede haber cierto interés en tal o cuál torero, pero no hay ninguno que nos despierte la ilusión. Y eso es muy triste. Muchas gracias por sus palabras y ojalá volviera la afición que tuvo Madrid, pero eso no creo que vuelva.
Un saludo
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