Quizá haya quién no quiera tener un cuadro de toros en su casa, pero para los que sí, aquí me permito darles algunas ideas |
Pocas injusticias tan grandes habrá en el Mundo Mundial como
las que ha sufrido don Juan Serrano, Finito de Córdoba, en los últimos tiempos.
Tanto ha sido la cosa que ha expresado su pena con las siguientes palabras: “desgraciadamente,
los que quieren hacer daño están dentro y las personas que son aficionados al
toro no se enteran de cómo está esto montado y en manos de quien estamos”.
Dirán ustedes que cuánto saber y cuánta verdad se encierran en este párrafo;
coincide plenamente con lo que muchos buenos aficionados dicen, eso de que los
antis los tenemos dentro. Pero no se me embalen, que ya me embalé yo bastante
cuándo lo leí.
Si profundizamos y leemos el resto de las manifestaciones y
los orígenes de esta reflexión, lo mismo hasta puede que lleguemos a ofendernos
y a comprobar que don Juan Serrano, Finito de Córdoba, continúa en sus posturas
ya conocidas y que le importa muy poquito esa fiesta de la que habla, ni como
está montado todo esto. Lo que realmente le interesa a este señor es que a él
no le ponen. Ni tan siquiera se para a reflexionar en el motivo del cada vez
menos interés que despierta entre empresarios y aficionados, ni mucho menos en
porque se le ha hecho hueco en las últimas campañas.
Bien es verdad que Finito de Córdoba consiguió lo que está
al alcance de muy pocos, triunfar en Madrid... hace más de veinte años, allá
por 1993. Esto le valió adquirir cierto cartel, que se diluyó pronto en la
capital al no ver renovado aquel triunfo. Pasaron años en los que ya no se
justificaba su presencia en los carteles, pero bueno, como tantos, hasta que
aquello ya no se sujetaba por ninguna parte. Dejó de acudir a la feria de
Madrid, al menos de matador de toros y lo volvió hacer años después como
comentarista en las retransmisiones de televisión. ¿Y qué ocurrió? Pues la
sensación que muchos aficionados tenían era que había que recompensarle por los
servicios prestados ante el micrófono y volvió a aparecer de luces una tarde.
Ahí no parece que pidiera explicaciones, es más, sin aparente merecimiento y
con bastantes malos modos, sin ese respeto al aficionado que no para de exigir
para si mismo, se asomó por las Ventas, cobró y se marchó. Incluso se le
repitió en años sucesivos y aprovechando esa marea orejera que invade Madrid de
un tiempo para acá, hasta pudo pasear algún despojo. Pero él seguía sin
cuestionarse nada, en su miope egocentrismo no era capaz de ver lo que
realmente era y lo que ofrecía Finito de Córdoba en el ruedo.
No se sintió herido ni atacado en esos momentos en los que
se le contrataba a pesar de que nadie entendiera que aún hubiera alguien
dispuesto a ofrecerle un contrato. Resulta excesivo estirar tanto un triunfo
que se produjo en el año 93, ¿no? Cuanto menos, extremadamente optimista. Y ahora
que alza la voz para denunciar que los malos, los que dañan a la fiesta están
dentro y que pone en el disparadero al aficionado diciéndole que no tiene ni
idea de cómo se mueve esto y cómo funcionan las cosas, no es por otra causa que
porque no le contratan 15 o 20 tardes en los pueblos de la provincia de Córdoba
para poder conmemorar sus bodas de plata como matador de toros. Que le
prometieron el oro y el moro, pero. ¿qué obligación hay para contratarle?
¿Resulta de obligado cumplimiento el profesar la fe de la “finitología”?
Realmente, si don Juan Serrano llega a estas conclusiones y con ese
convencimiento, ¿cómo funciona esto y en manos de quién estamos?
Que no se crean que a Finito de Córdoba le preocupa el que
el toro carezca de la integridad mínima deseable, ni de que los figurones se
ciñan a pasaportar las camadas enteras de un puñado de hierros, ni que hayan
convertido esto en una pantomima, ni tan siquiera de la exclusión social que
sufren los toros, ni tan siquiera de la situación de los novilleros, que cada
día son menos y los que son presentan un nivel ínfimo, aguantándose ahí a base
de poner, poner y poner. No, nada de esto le preocupa, cuándo se ofende, se
exalta e intenta enardecer a las masas es cuando a él no le contratan para
pasearse por las plazas de la provincia de Córdoba y de paso por la de Madrid.
Que para colmo dice que Taurodelta le llamó en mayo para liquidar lo del mayo
del anterior, como si eso fuera algo a lo que él se vio sometido de forma
extraordinaria. ¿Ahora también le ofende eso? ¿Y hasta el momento? Hasta
entonces no, cuando es vox populi que esas eran las maneras habituales de los
anteriores empresarios de Madrid.
Que ejemplo más
gráfico y del que tanto se puede aprender el que nos da don Juan Serrano,
Finito de Córdoba. A él, como a sus camaradas, a los ganaderos del sistema, a
los periodistas y demás taurinos, lo único que les preocupa es la pasta, su
negocio y lo de la Fiesta, el toro y demás cantinelas les da lo mismo, que al
que grita, si interesa callarle le dan una tarde dónde sea y andando. Eso sí,
si los capos no cumplen, entonces no nos quedará otra que escuchar los amargos
quejíos de Finito de Córdoba.
Enlace programa Tendido de Sol del 4 de diciembre de 2016:
2 comentarios:
Mucha paciencia para poner lo del Fino e inmerecido el "quejío"así es cuando van a su bola.
Esto lo tenía que haber dicho hace años y en el ruedo.Acertado su artículo.
T.G.B.
T.G.B.:
Ya ve, solo salta cuándo le pisas el callo, lo demás le importa poquito.
Un saludo
Publicar un comentario