Los toros que esperan a Ángela, allá a dónde ella haya partido |
Hoy en día, afortunadamente, parece que el ver anunciada a
una mujer en un cartel de toros ya no resulta sorprendente y creo que hasta se
ha perdido ese aspecto de curiosidad malsana y hasta cierta carga de morbo.
Pero esto no siempre fue así e incluso antes, simplemente para poderse anunciar
y actuar a pie en una plaza de toros, hubo que luchar mucho e intentar derribar
muros más altos que los de Jericó. Y quizá una de las personas que más peleó
para poder vestirse de luces y torear, fue Ángela, aquella torera de rubia
melena, con desparpajo, hablar con un cierto deje y entusiasmo rebosante,
especialmente cuándo el tema era el toro. No era infrecuente verla en la
televisión, la que había, en programas de actualidad, pidiendo que la dejaran
torear, que se derogara aquella ley absurda que impedía que las mujeres
ejercieran de matadores de toros o novillos.
La historia no ha sido del todo justa con Ángela. Primero,
porque el paso del tiempo ha actuado como cortina de humo y ha suavizado y
relativizado todos sus esfuerzos, la rigidez de las instituciones y la
situación del país en aquellos momentos, que era de todo menos favorable, para
que una mujer pudiera no solo ser torero. Y no es solo eso, que no se viera
esto con buenos ojos, es que ni se llegaba a atisbar que pudieran tener
igualdad de derechos y acceso a muchas profesiones en igualdad con los hombres.
Pero allí estaba Ángela con un mensaje muy simple, aunque incomprensible para
gran parte de aquella sociedad: quiero torear. Y al final, lo consiguió: logró
echar abajo tanta prohibición, tantos impedimentos, tantos prejuicios… y las
mujeres pudieron volver a pisar la arena de las plazas a la vista del público y
vestidas de luces. Tras demasiado tiempo de espera, después de Juanita Cruz y
dejando al margen aquel rumor que decía que el jefe del estado del momento quiso
ver a Conchita Cintrón en las Ventas a puerta cerrada, se podría volver a ver a
una mujer de luces. A Ángela la acompañaba en aquellos días Alicia Tomás, otra
aspirante a torera y que también tuvo que soportar las miradas y las opiniones
desfasadas de los aún amarrados a la caverna. Pero, ¡qué cosas! Esa falta de
justicia de la que hablaba fue la que no permitió a la torera hacer el paseíllo
en Madrid, fue otra mujer, Maribel Atienzar, la primera que rompía la
prohibición en las Ventas.
Ángela no pudo gozar de ese privilegio de liarse el capote
en Madrid, aunque sí que la casualidad hizo que una tarde de lluvia se viniera
a sentar en la localidad vecina a la mía. La corrida se suspendió por el
jarrear continuo, pero en esa media hora de espera me permitió saber del
entusiasmo y afición que le rebosaba y la dignidad de quien habiendo sido
pionera, inconformista con lo establecido durante décadas y vencedora al conseguir
hacer realidad aquella reivindicación. Lo que a ella le preocupaba es que se
diera la corrida. Qué desilusión se llevó, como si fuera su primera y única vez
en una plaza de toros. ¿No es de admirar? Luego ya han sido muchas las mujeres
que han vestido de luces en Madrid y en todas las plazas, incluso las ha habido
que aunque se quejaron de que el machismo, real e imperante en este mundo, no
les permitió continuar su carrera, aunque quizá había que preguntar si no
explotaron también esa circunstancia, pretendiendo abrirse camino echando mano
del pintoresquismo de una mujer torero. Me gustaría saber si Cristina Sánchez,
por ejemplo, habría llegado a torear lo que toreó si su condición hubiera sido
otra. Sé que esto igual no gusta, pero de verdad, ¿creen que a otro torero se
le habría aguantado esa incapacidad perpetua con la espada? No lo sé y tampoco
sé qué fue lo que la obligó a cortarse la coleta, pero lo que sí sé es que
motivos para no ponerla más de siete tardes, sí que había. No me gusta eso de
la discriminación, ni positiva, ni negativa, pero echar mano de ciertos
argumentos, no me parece demasiado justo. Otro ejemplo es el de Conchi Ríos,
que incluso se ganó merecidamente el triunfo en las Ventas, simplemente por
torear, pero luego, como tantos otros, no aguantó el tirón y ahora está
prácticamente desaparecida, a pesar de la influencia que le reconocen medios
extranjeros. También se me viene a la memoria Mari Paz Vega, a la que apetece
ver más que a muchos de sus compañeros y que para poder torear ha tenido que
irse a hacer las Américas y que no sé si tendrá queja porque no la ponen por
ser mujer o simplemente porque no la ponen. Que al final todo esto no debería
quedarse en lo del sexo y sí en si vales o si no vales, si puedes a los toros o
si no, si manejas las telas y si eres certero con la espada, pero eso ya son
cosas del día a día del toro, cosas que vivió, aunque no con la plenitud que
ella deseaba, cuándo Ángela luchaba por su sueño.
Enlace programa Tendido de Sol del 5 de marzo de 2017:
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