Los legendarios toros navarros se echarían las pezuñas a la testuz si vieran en lo que quieren convertir la fiesta en su tierra |
Esto de ser aficionado a los toros modo apasionado se está
convirtiendo en una actividad de riesgo, que no salimos de un indulto de
Manzanares a un mulo en Illescas, que nos vuelven con el de López Simón en
Fallas, incluyendo en el paquete la penita que a los dos señores estos les daba
tener que usar el estoque y entre tanto nos han dejado conocer las ocurrencias
que las cabezas de unos políticos han pergeñado como novedades para otro
reglamento taurino en Navarra. Que no digo yo que no esté bien modificar las
normas para garantizar la seguridad en espectáculos como pueden ser los
encierros, pero estos “legisladores” parece ser que quieren colar entre col y
col, lechuga. Eso no, nos vengan por detrás, no quieran ponernos un par a la
media vuelta, si quieren torearnos, adelante, pero vayan por delante, porque si
no, igual empezamos a pensar mal. Primero que muy valientes no son, que muy
claros tampoco y que además tienen mala conciencia o simplemente se andan con
negocios turbios que quieren que cuelen por la patilla.
Todo indica que la fiebre liberalizadora de algún sector de
la política española, ha llegado al toreo. Fuera regularización, a partir de
ahora todo vale o mejor dicho, no vale nada que no dicten los caprichos de los
que manejan todo esto, empresarios y “profesionales”, que son los que saben. Y
si usted es aficionado y quiere opinar, porque al fin y al cabo será usted el
que afloje la mosca, pues se aguanta las ganas y si acaso vaya perfeccionando
eso de soltar la guita y callar, que hay veces que le falta práctica y ni llena
las plazas, ni tiene la boca callada. ¡Chitón y a retratarse! Que tampoco hay
que ponerse estupendo, que al fin y al cabo, lo único que pretenden es
simplificar todo este jaleo de presidentes, que lo mismo te sale alguno díscolo
y no suelta las orejas ni por asomo, que para contar dos idas al penco y seis
palitroques, tampoco hace falta haber estudiado mucho. Que mejor dejamos las
cosas en manos del señor empresario, que seguro que velará por los intereses
del aficionado, sin tan siquiera que se le pase por la cabeza el engañar al que
paga. Sería la primera vez, ¿verdad? Y que si además los actuantes están bajo
su manto, que se anden con cuidado, que seguro que no les consiente ni esto, que
hay que velar por los intereses del que paga. Si serán honrados, que hasta
pretenden permitir que se puedan afeitar los pitones, pero avisando, ¿eh? Nada
de meterlo de tapadillo, se le dice al respetable y así, con esa transparencia
tan admirable, ya no es que se desternillen del aficionado, es que ya se
descoj… en su cara. “Para que veas que no te engaño, te digo que he afeitado”.
¡Viva la sinceridad!
Que los señores estos tan avispados que se han metido en lo
del nuevo reglamento navarro lo mismo se pusieron manos a la obra escuchando a
los comentaristas de la tele cuando llenos de autoridad decían esa cosas de que
el matador debe decidir que si se pica o no al toro, que si se el profesional
es el que sabe, que no se puede poner coto al arte, que si las faenas duran
tres días, pues que duren y esas barbaridades que a los aficionados les hace
que le sangren los oídos. Eso sí, como no deben estar demasiado interesados en
esto del toro, por ahí sí que no pasan, que esté el maestro en las que esté, a
los veinte minutos, ¡pumba! Se acabó lo que se daba, el toro, desmochado o no,
para adentro. Hay quien en todo esto ve maniobras antitaurinas., pero yo les
confieso que ya me cuesta diferenciar si fechorías como esta vienen de la mano
de los antis o de los más antis del mundo del toro. Que hasta no me extrañaría
que los gobernantes actuales en Navarra hubieran pensado en hacer una gracia,
un guño al taurinismo y para ganar tres votos más, para que vean que no
pretenden prohibir las corridas de toros, pues nada, se dedican a dinamitarlas,
que es mucho mejor, ¿verdad? Claro que sí.
Que igual todo esto se acababa con un único reglamento,
quizá con especificidades propias del tipo de festejo popular de cada sitio,
con sus especificidades particulares. Pero es que al final, lo mal hecho acaba
saliendo. Recuerdan cuando el señor Corcuera, sí, el de la patada en la puerta
y ya de paso el de la patada a la fiesta, permitió lo de los mil reglamentos,
lo de las dos varas en lugar de tres, la trampa del guarismo para poder lidiar
toros una temporada antes, luego lo de la cultura y tantas y tantas
aberraciones que los sucesivos gobiernos nacionales y autonómicos han ido
apadrinando sin sonrojo. Y lo que es peor, que hasta sacaban y sacan pecho tras
perpetrar semejantes melonadas. Pues nada, sigamos con el folklore, aunque yo
le sigo dando vueltas al caletre y a lo del reglamentito en ciernes; que lo de
Navarra no va en serio, ¿no?
2 comentarios:
A donde vamos a llegar... Delirante como se lleve a cabo.
Rigores.
Rigores:
Seguro que la afición navarra no os váis a quedar de brazos cruzados.
Un abrazo
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