La esperanza de verlo siempre |
Está el patio un pelín revuelto, con algunos creyendo que se nos van a limitar las libertades y el derecho a decidir en muchos aspectos y más concretamente en lo que respecta a los toros. Y la verdad, es para pensárselo, aunque quizá puede que lo que haya que variar es el punto de mira y ampliar la defensa de los flancos y no quedarnos solo en lo de hacer frente a los ataques antitaurinos. Que no digo yo que nos olvidemos de ellos, ni que los infravaloremos con eso de que van cuatro a manifestarse contra los toros, ni mucho menos. Hay que tenerlos siempre muy a la vista, pero cuidado con el que pueda estar a nuestro lado en la trinchera, no vaya a ser que a las primeras de cambio nos liquide con eso que eufemísticamente llaman fuego amigo.
Hay amenazas como las que planean sobre los aficionados de Madrid, que no se pueden desatender ni por un segundo. Y digo aficionados, porque al público le afectarán muy poco los desmanes que se perpetren en la capital. Que a estos seguro que no se les privará de que una tarde al año puedan merendar en las Ventas, con sus yintonises, canapés y bocatas de dos palmos y ya puestos, igual sazonan la juerga con algún despojo generoso. Pero, ¿y el aficionado? ¿Podrá seguir manteniendo la temporada de Madrid? ¿Podrá seguir viendo su ruedo como siempre y con el toro que siempre ha exigido? Esto depende del que supuestamente está a su lado en eso de la defensa de la fiesta, y que no le tire con lo de reducir el ruedo, acortar festejos y prácticamente limitar los toros en Madrid a San Isidro, Otoño y tres días más por aquello de no cortar en verano durante tres meses sin festejos.
Que ya es una señal de que las cosas no van bien si te tienes que encontrar con alguien en una trinchera, pero parece que ese es el panorama que nos quieren pintar. Nos marcan el enemigo, aquel con quién tenemos que ir en contra, que no es que esté fuera de lugar, el problema es ese, que no es el único que nos debe preocupar. Nuestros males pueden llegar directamente de la oficialidad del mundo del toro. Nuestras penas pueden nacer, crecer y hacerse ingobernables en el momento en que la autoridad, los políticos, los partidos en el poder cedan a los caprichos de estos que señalan a otros, queriéndonos convencer de su santa y pueril inocencia. Si nos detenemos en la Comunidad de Madrid, basta ver cuales son las primeras medidas de calado que ya están sobre la mesa, las obras de las ventas, que son absolutamente necesarias, pero con la receta añadida que tanto desean ganaderos, toreros y demás satélites de este tinglado, achicar el ruedo y dejar sitio para zonas vip que alicaten hasta el techo el bolsillo de los señores empresarios de Plaza 1. Todo sea por el negocio, todo sea por el auge de la hostelería en la plaza de Madrid.
Y ya puestos, a ver si la cara visible de la empresa consigue su propósito y el de gestores precedentes, acortar considerablemente, si no eliminar, la temporada capitalina. Llevan años queriendo demostrar la hipótesis de que tal temporada no es rentable. Y por supuesto que no es rentable, ¿cómo va a serlo con semejantes carteles? ¿Cómo va a serlo cuando en todo el verano se dan un par de corridas de toros y mil novilladas con espadas que en la mayoría de los casos vienen a la desesperada, a ver si suena la flauta y les toca el gordo de Navidad en julio y agosto? Estos señores y los anteriores y los anteriores, pusieron todo su empeño en hacer que el madrileño perdiera el hábito de ir los domingos a los toros y vaya si lo han conseguido. Y eso es lo peor que podría pasar. ¿Por qué? Pregunten a los aficionados de Barcelona. Que sí, que los habituales eran unos pesados de tomo y lomo, que exigían el toro, exigían a los de luces y no le pasaban una a las empresas correspondientes. Que los transeúntes cegados por el paisanaje son mucho menos incordiones, mucho más amables y verbeneros, pero esos, esos que tanto ánimo ponen para acompañar al paisano recorriendo kilómetros y kilómetros, esos no sustentan, ni mantienen ninguna plaza. Que igual no han conseguido ni mantener la suya, como para mantener la plaza de Madrid. Pero los señores empresarios insisten en eso, en quitarnos la libertad de poder ir a los toros todos los domingos de la temporada madrileña, como toda la vida de Dios. ¿Y qué esperanza nos queda? Pues esa, que los políticos, que los responsables y propietarios de la plaza hagan oídos sordos a esos caprichos de pan para hoy y miseria para mañana, manteniéndose en su sitio ty velando por la afición de Madrid. Porque como ya caiga Madrid… Y a ver si así al menos conseguimos eso tan preciado para los aficionados a los toros, que no nos quiten nuestra libertad.
Enlace programa Tendido de Sol del 12 de enero de 2020:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-del-12-ene-2020-audios-mp3_rf_46403259_1.html
4 comentarios:
Tengo la ilusión que se supere la mezquina realidad que sufre el toro,el aficionado y la fiesta atiborrada de intereses viles.Al trilero y sus socios les molesta la afición y todo hace suponer que el objetivo es acabar con ella.Los enemigos son los de fuera y los de dentro.
Tienen un sector de público -a favor con la ayuda de la prensa-con talante triunfalista a el que lo trae absolutamente sin cuidado la ilusión de un espectáculo como fue siempre y eso no es ser exigente.Saludos.
Docurdó.
Buenos días,
Soy oyente habitual de su programa, gracias a usted el lunes es menos lunes que es cuando lo escucho.
Me gustaría saber donde está la ganaderia de Manuel Arranz, porque conozco la localización de El Gustal de Campocerrado pero no la de Manuel Arranz. Se puede visitar?
Un saludo desde Aguilafuente (Segovia) y enhorabuena por el programa,
Ricardo Frías Alonso
Docurdó:
Es esa amabilidad ficticia y ese "todo va bien", que permite que la carcoma siga avanzando. No interesa lo de siempre, porque eso es muy complicado de aguantar. Y prefieren el hundimiento a complicarse la vida. Esos son los taurinos, incluido el público, que tanto se llenan la boca con los tópicos de siempre para defender los toros, pero que nio ellos saben a qué se refieren. Un saludo
Muchas gracias por tenernos en cuenta. Don Manuel ya no tiene la ganadería y el Gustal, de su sobrino, está en la legendaria finca de Campocerrado, en Salamanca. Y no sé si se podrá visitar, tal y cómo se visitan hoy en día las ganaderías en excursiones organizadas.
Un saludo
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