La Plaza de Madrid que los mediocres quieren dócil, ciega y muda, ha dejado muy claro en muchas ocasiones que cuándo se entrega, lo hace como ninguna... pero solo con la verdad, nunca con la mentira. |
Esta vez el señor Martín, don Victorino, no ha expresado sus
deseos, ni sus ataques con una de sus gloriosas e incisivas cartas que no
interesan a nadie, salvo a su grey. Esta vez, como era para hablar del que le
paga sus juergas, del que paga para ver sus “productos”, no era preciso
escribir nada, bastaba con vomitar bilis, con pegarse esa pataleta de niñato
maleducado, caprichoso y al que sus papás, el aficionado, nunca le negó nada,
le rio todas las gracias. Pues hasta esos consentidores parecen haberse hartado
de esos cuentos que este señor lleva años contándonos. Pues igual ya ha
sobrepasado más de una línea y a lo mejor eso de hablar de los Domecq de
Victorino ya es aceptado hasta por las vacas que pastan en las Tiesas.
Que quizá no ha sido ahora cunado Victorino ha traspasado
esas líneas, quizá las traspasó hace mucho, pero es ahora cuando no le da pudor
alguno en hacerlo público. Que ahora resulta que está harto de la plaza de
Madrid, que resulta que el aficionado que exige está acabando con esta plaza. Y
como argumento de peso para respaldar esta opinión, nos viene con que él
también es aficionado, que tiene no sé cuántos abonos y que lleva vistos más
toros en este ruedo que el reloj de la plaza. Que yo no dudo, ni soy nadie para
dudar, de su afición, sería un estúpido monumental, pero hay una cuestión
importante que hay que tener muy en cuenta. El señor Martín, don Victorino,
quiere estar al caldo y a las tajadas, quiere estar en dos bandos, los taurinos
y los aficionados de la plaza de Madrid que se esfuerzan en defender su plaza
contra quién sea. Pero el señor Martín, don Victorino, parece que quiere ser
como esos jefes que pretenden serlo y además un empleado más, como los
profesores que quieren ser claustro y alumnado, como los sargentos que quieren
ser mando y tropa y eso… Eso no es posible. Y quizá podría haberlo intentado,
pero sus hechos lo han delatado, no ahora, desde hace mucho tiempo. Si como ha
manifestado, la plaza buena es la de Sevilla, con sus silencios, es que no ha
entendido nunca ni a Madrid, ni a su afición. Y líbreme la providencia de
pretender que Sevilla sea diferente de cómo es, faltaría más. Pero en esto, si
a uno le gusta una u otra plaza más y se siente más identificado con ella, solo
hay un camino, seguir los dictados del corazón.
Dice el señor Martín, don Victorino, que protestas sí, pero
con respeto. A ver, no recuerdo ninguna protesta en la plaza de Madrid que no
haya sido con respeto, pues este es uno de los sellos de esta afición. A veces
una protesta dura, muy dura, pero siempre con respeto, quizá mucho más del que
los taurinos le dedican. Pero claro, hay una cuestión que puede ser muy
nuestra, muy del carácter ibérico y es que no soportamos una crítica y la mera
crítica ya se considera una falta de respeto. ¡No hombre, no! Que no es
agradable que nos digan que así no queremos los toros, que nos digan que has
traído un encierro infame, que ese ganado al que tantos desvelos y dinero has
dedicado es una farsa inválida, que incluso muchos de los que se visten de
luces son unos tramposos, que los que montan los carteles parecen unos
thrileros, pero falta de respeto, ninguna. Eso sí, como afirma el señor Martín,
don Victorino, ellos querrían que esa afición callara y en consecuencia
otorgara. Así nos quieren y esos son los únicos derechos que nos reconocen, el
de pagar, callar y aplaudir, para que ellos, los señoritos del toro sigan
viviendo a placer la demolición de la fiesta y por supuesto, la demolición de
una plaza que la afición de Madrid siente como parte de su ser, como parte de
su forma de entender no la fiesta, la vida misma.
Hay que ver, le creía muchísimo más inteligente, además de
prudente, al señor Martín, don Victorino, que si cómo afirma lleva viendo toros
en las Ventas desde que tenía diez años, le ha aprovechado muy poco para llegar
a conocer la idiosincrasia de esta afición, una afición que fue mucho más dura
y numerosa de lo que es en la actualidad. Debería saber que es una afición que se
entrega sin reservas a quién solo lo intenta, porque si lo intenta, sabe
esperar hasta que lo consiga. Eso sí, como huela un atisbo de que les quieren
tomar el pelo o decir blanco, dónde es negro, ahí se revuelven como un Victorino,
pero no de los de ahora, sino de aquellos que él mismo, el señor Martín, don
Victorino, se ha esforzado en extinguir; y vaya si lo ha conseguido, que si no
fuera así, igual no estábamos en estas de que no aguanta a la afición de Madrid
y la afición de Madrid ya no le soporta ni un timo más. Pero que nadie se crea
que esto es cosa solo de este señor, ni mucho menos, esto es algo tan extendido
como la lava incandescente entre los taurinos. Es algo que llega a los que se
visten de luces, aunque aún transiten por la novillería, entre los empresarios,
los ganaderos del sistema, los voceros, los palmeros y todo aquel que pretende
sacar un duro de este engendro que tanto se empeñan en mantener y es que, si no
nos ha entrado en la cocorota, que nos entre de una vez, que esta gente, estos
taurinos, nos quieren dóciles, ciegos y mudos.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros del 26 de
septiembre de 2021:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-26-audios-mp3_rf_75964533_1.html
1 comentario:
Como siempre, totalmente de acuerdo
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