El toro es el único que nos mantiene la ilusión por todo esto y si cuándo aparece la pierden los chavales, igual es que estos tienen muy escasa y frágil ilusión por ser toreros de verdad. |
Otra novillada más en esta grandiosa feria de Otoño y nos
queda la de sin caballos, que viendo cómo han transcurrido estas dos primeras,
dan ganas de ir afilando la navaja de afeitar e ir escribiendo una carta al
señor juez y que así no dé muchas vueltas. Aunque en lugar de cortarnos las
venas, que digo yo que también nos las podíamos dejar crecer. Que igual hay que
hacer caso a esos ganaderos de postín, a esos que lo manejan todo y empezar a
no fijarnos en lo malo y quedarnos solo con lo bueno. Que así ya les digo yo
que estas parrafadas postfestejo iban a quedarse en un telegrama resumido, pero
que muy resumido. Novillada de López Gibaja, desigual, unos parecían toros y
otros… otros novillos demasiado novillos para ser Madrid. Aunque lo de ser
Madrid ya es un recuerdo lejano y muy borroso. Que si se cuidarán poco los
detalles, que el usía se decide a sacar el pañuelo para que saliera el primero
de la tarde y los alguacilillos, ella y él, aún no habían asomado por el
callejón. Cosas de los tiempos de la modernidad y de la nueva “tauromaquia”.
Pero volviendo al ganado, poco positivo que decir. Inválidos en su mayoría, sin
poderles picar y los que fueron tres veces al caballo lo hicieron porque en
alguno de los encuentros no se les pudo casi ni arañar un poquito. Cabeceando
mucho en el peto, no queriendo el palo encima, excepto el tercero que se
arrancó con alegría, pero que apenas fue castigado y el cuarto, al que pusieron
de largo para tampoco picarle. Una corrida que bastante ha tenido con luchar
por no rodar por la arena. Si acaso el tercero, con más genio que otra cosa, al
que nadie mandó, ni templo por un segundo, y ese nadie era Alejandro Adame.
Los de luces, pues si se consideran a los inválidos de López
Gibaja novillos de lidia, también se les puede denominar a ellos novilleros,
aunque no hayan demostrado nada para seguir siéndolo. Ni afición, ni medida, ni
mando, ni dignidad para quitarse del medio a un moribundo que no podía con su
alma y que se empeñaban en darle trapazos y más trapazos. Que en estos casos no
pasa nada por abreviar; así nos librarían del lamentable espectáculo de ver un
animalito tambaleándose y se evitarían el enfado del personal ante tanta
vulgaridad. Alejandro Fermín ha demostrado que tiene en la cabeza un largo
repertorio capotero, pero lo que nadie le ha contado es cuándo ponerlo en
práctica. Así, si se recibe con una larga de pie a su primero, puede pasar lo
que pasó, que se quedó inútil para la lidia. Prosiguió toda la tarde con ese
intento de demostrar su variedad, pero resultaba hasta grotesco, era como el
que se levanta en un velatorio y cuenta un chiste con San Pedro a las puertas
del cielo. Con la muleta vulgar, pesado, soso, sin sentido de otra cosa que de pegar
muchos pases, pases para agotar el bono trapazo que debió sacar esta mañana.
Eso sí, siempre estaba el entusiasta que se desgañitaba en jalearle, pero solo
a él. ¡Aaaayyy! Ese paisanaje, cuanto daño hace. Lo del manejo de los aceros
casi mejor dejarlo y pedirle que mejor reventar el carretón, que dar argumentos
a los antis con la foto del acero casi clavado en la barriga del novillo. Hay
que tener un poquito más de afición.
Poco se diferenciaba Ignacio Olmos de sus compañeros, pero
de los de hoy y de todo el escalafón. Si bien es verdad que parecía querer
colocarse, incluso salvó a un banderillero que salía apurado por su buena
colocación, pero lo de todos, faenas interminables, insulsas, muletazos sin
sentido por aquí y por allá, ahora por el derecho, ahora por el izquierdo,
vuelvo a cambiar al derecho. Enganchones, tirones, pico. Que el marmolillo no
se menea, pues da lo mismo, se sigue intentando un trapazo más, como si hubiera
que agotar ese bono o igual es que a los doscientos entras en el sorteo de una
“play” entre todos los novilleros del escalafón. Que siguiendo ese patrón,
Alejandro Adame podía haber ganado muchos puntos. Al menos con los dados a su
primero y a la velocidad que los daba, podía incrementar el número de estos en
menos tiempo. Una faena que despertó al personal, pero sin un gramo de temple,
ni mucho menos de mando. ¡Zas, plas, tras! Parecía una fotocopiadora escupiendo
hojas en forma de trapazos. ¿Eso es torear? Que igual los chavales no tienen la
culpa, que a lo mejor podría haber alguien en el callejón que les dijera que
así no, pero en estos casos hay que encomendarse a la providencia, que es la
que hace que se líe con los aceros y por no saber descabellar evitar un trofeo
ramplón y vacío de todo lo que se le puede pedir a un torero. En el sexto, que
ya no tenía ese nervio, estuvo por allí a ver si el animal no se le caía, a ver
si los enganchones se disimulaban, pero muy pesado. Y lo peor de todo es que
cualquier cosa que se diga de uno, se puede aplicar a todos, a los de esta tarde
y a los de toda la novillería actual. Que dirán que si les trato con demasiada
dureza, pero es que esto no tiene futuro alguno de seguir así las cosas, esto
así no se sostiene. Quizá los chavales pueden perder la ilusión, pero es que a
lo mejor nadie se ha parado a pensar que el aficionado casi la tiene agotada. Que
así pasa, que al final, aceptamos inválido como animal de compañía y jovencitos
como…
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