A veces hay que echar mano de recursos que nos ayuden a recordar cómo era aquello de Victorino, lo de Albaserrada y que su vástago se empeña en borrar con tanto empeño. |
Que igual Victorino está ahora más volcado en lo de ser
empresario en la sombra o en lo de cultivar el género epistolar, pero lo de
criar toros no creo que vaya a dejarlo de lado. Como para dejarlo, año de
pandemia, muchos ganaderos mandando reses al matadero y él, más listo que nadie,
lidia toda la camada al completo. Para que luego digan. Y para la feria de
Otoño de Madrid tenía una corrida de seis toros, seis, que bueno, han salido
como han salido. Flojones que a una mirada intensa se venían abajo. Eso sí,
también hay que reconocerle que ha habido algunos, segundo, cuarto y sexto, a
los que se les ha dado lo de los demás. Bien presentados, casi todos, si
exceptuamos la cabra que se coló en tercer lugar, pero ya digo, justitos de
fuerzas y alguno más propio de salir con andador, que de poder pelear durante
una lidia. Eso sí, no seré yo quién le diga al señor Martín lo que tiene que traer
a Madrid, porque como se rumorea que ha dicho en esa primera fila del tendido
bajo, él puede traer lo que le salga de su santidad.
Domingo López Chaves se encontró con un primero que ya de
salida no podía con su alma, que se derrumbaba con mirarlo y al que el
salmantino intentó pasar de muleta dándole un poquito de distancia a cada
muletazo, a ver si así… pero nada. Tenía que estar más pendiente de que no
rodara, que de torearlo, con cuidado de no bajarle la mano ni un dedo, so pena
de desplome, lo mismo por uno que por otro pitón. En cambio, al grandón que
hacía cuarto sí que le dieron en el caballo, mientras solo peleaba con el pitón
zurdo, para en el segundo encuentro ya tirar derrotes al peto. En la muleta a
nada que se le exigía que caminara un pelín ya renqueaba de las patas, como
amagando una sentadilla, mientras el espada más parecía estar dejando pasar el
tiempo antes de tomar la espada.
A Alberto Lamelas algunos le esperábamos con cierta expectación,
pero ya saben, a veces, el que espera, desespera. Y desesperante fue por
momentos su actuación. Recibió a los dos a portagayola, que como declaración de
intenciones está muy bien, pero todo con moderación, que lo poco gusta y dos
portagayolas cansan. Aún así, recogió decorosamente a su primero, pero a partir
de ahí fue todo un dejarlo a su aire. Le dieron en el caballo y el animal se
limitó a dejarse sin más. Con la muleta, demasiado pico, demasiado fuera y
echándose el toro más para afuera, que no tardó en entrar a los engaños con un
desesperante paso mortecino, sin decir nada a nadie. Quizá el quinto fue el más
potable de la corrida. En esa portagayola le llegó muy parado y a continuación
fue un contener la respiración mientras Lamelas le capoteaba cómo podía,
viéndose un pelín apurado. Le pusieron de largo en la primera vara y al notar
el palo trasero, el de Victorino quería más irse, que pelear. A pesar de este
feo gesto, daba la sensación de que se podía haber quedado un buen toro para la
muleta; bien lidiado por Marcos Galán, quién en un momento descubrió lo que era
el toro, poco para los adentros y mejor para los medios. El peón intentó cambiarle
los terrenos en un momento, pero el toro solo hizo caso cuando el viaje iba
hacia afuera. Había que aprovechar esa tendencia, citar cruzado y sin
atosigarlo, pero el espada no optó por ello y su trasteo fue un ahogarlo, no
mandarlo y hasta algún banderazo por entre medias, para acabar viendo marcharse
la oportunidad detrás de las mulillas.
Fue un placer volver a ver de luces a Jesús Enrique Colombo,
siempre lo es con todos los que se visten de toreros y quizá más con aquellos
que conocieron de primera mano la extrema dureza de esa vocación, del tan alto
tributo que a veces exige el toro. Pero una vez que están pisando la arena creo
que hay que juzgarles con justicia, se lo merecen y no somos nadie para
negarles este derecho. La actuación de Colombo ha seguido las líneas que
siempre mostró, superficial, con capacidad física, pero con poco fondo, con
escaso fundamento. No pudo de salida con el menos presentable del encierro, que
aún con síntomas de flojedad obligó al venezolano a tener que darse la vuelta y
perder terreno hacia los medios, no siendo capaz de sujetarlo. Ni se le picó,
apenas un refilonazo, lo que no impidió que el espada ignorara tan flagrante
falta de fuerza para someterlo a un tercio de banderillas pleno de carreras y
de pares a toro pasado. Con la muleta, aún sin que el toro mostrara resuello
para oponer resistencia, no paró un momento quietos los pies sobre la arena. Es
más, hasta pareció en algún momento que se aperreaba con el inválido Victorino.
En el sexto hubo la ilusión de contemplar un gran tercio de varas, pero quizá
esta solo se ciñó al segundo encuentro del toro con el jinete, cuando este intentó
torear con su cabalgadura, citando a distancia, con una arrancada alegre y un
leve picotazo apenas señalado, lo que no borra el marronazo en el primer
puyazo, caído quizá en exceso, tapando la salida, pero habías ganas de dar palmas.
Otro tercio de banderillas a base de carreras y pares a toro pasadísimo y casi
tirados con arco, muy horizontales. Trallazos para iniciar la faena y un exceso
abuso del pico de la muleta, tanto que el animal se iba directamente al hueco
entre la tela y el bulto. Se puso pesado y demasiado vulgar, sin poder en
ningún momento con el animal, al que si acaso intentó torearle en línea y sin parar
quieto un momento. Pero bueno, lo mejor se lo ha llevado el ganadero, que en
estas en que nos encontramos, con pandemias, escasez de festejos y demás
inconvenientes, puede decir todo feliz, contento y salvando los muebles, que se
da por clausurada la camada de este año o igual…
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1 comentario:
Enrique, creo que casi todos fuimos a la plaza por ver a los victorinos y nos llevamos una decepción. Casta la hubo, por momentos, hubo intenciones aviesas por parte de los toros pero el rasgo determinante fue la falta de fuerzas. Y es que cuando a uno le faltan las fuerzas la emoción decae, las embestidas son más lentas, no humilla porque se cae, se defiende dando tarascadas, etc. A Victorino sólo le valen dos tipos de toros: la alimaña o el toro que embiste franco y con prontitud. No hubo ni lo uno ni lo otro. Así que le daremos un suspenso.
López Chaves no me decepcionó, principalmente porque no tenía puesta ninguna esperanza en él. Creo que su concepto de lidia dista mucho de ser un medio para mejorar la condición del toro para convertirse en un mero trámite por el que hay que pasar antes de la muleta. Quitando al primero que tuvo que cuidarlo en varas por su manifiesta debilidad, al cuarto mandó meterle demasiada estopa mientras el público se desgañitaba en meterse con el picador cuando debería meterse con el matador, que es quien ordena y consiente la masacre.
Lamelas fue el que mejor estuvo en mi opinión pero sus faenas no fueron compactas, sino llenas de altibajos: un muletazo bueno, otro regular, otro malo, ambas faenas demasiado largas aburriendo al personal…y al toro, pasándose de faena en ambas ocasiones con las consiguientes complicaciones a la hora de matar. Me gustó que fue el único que intentó dar distancia a los toros y, también hay que decirlo, tuvo el mejor lote. Pero ¿tuvo el mejor lote porque le correspondió así o porque la lidia fue la más acertada? Tener dos buenos lidiadores como tuvo, especialmente Marco Galán, ayuda mucho (recordemos los tiempos de El Cid, con esa cuadrilla de lujo). Eso sí, horrendas las estocadas, de esas que dañan la vista (de nuevo consecuencia de pasarse de faena).
Colombo estuvo muy basto, basto en los lances de capa y muleta, basto a la hora de citar, basto a la hora de banderillear, sin cuadrar un par de los seis que puso. Basto incluso a la hora de lanzar al aire la montera. Y con eso me quedo, es un torero basto que debe refinar sus formas, medir y elegir mejor las distancias, las alturas, los terrenos y los tiempos del toro.
Hasta la próxima Enrique, un abrazo.
J.Carlos
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