viernes, 8 de octubre de 2021

¡Osá tíaaa! Me mola, me mola, mola, tía, en plan tía

 

La Vane no ha podido disfrutar a pleno gozar, pero al menos ha visto a su Josemari

Pero qué cuqui, tía, todo muy cuqui, en plan cuqui, tía. Que además, tía, no ha llovido y Josemari no se ha mojado el traje, ni se han manchado ni de barro, ni de nada, en plan nada, tía. Que no sabes lo guay que era la peña, todos encantados con Josemari. Que bueno, que algunos, peña nada cuqui y nada guay, se han chinado mazo porque decían que los tres toros de antes eran chicos y que estaban inválidos. ¡Qué exagerados! Que bueno, que sí que es verdad que se caían, que oye les costaba hasta andar, pero chica, se esperan un poquito y a ver si se curan de eso que decían los picaos estos, ¿cómo era? ¿Inválidos? Eso, inválidos. Pero no veas como se enfadaban cuando les picaban con el palo, venga a tirar cornadas a las faldas del caballo. Pero cuando salían los toreros con la tela roja, ¡pobres! Que no se sostenían en pie. No eran cuquis, tía. Me han gustado más los tres del final, los del señor Victoriano. Mucho mejor que los del señor Jandilla. Los del señor Victoriano eran grandones, grandones, tía, mazo grandones, en plan grandones. Osá, grandones, ¿sabes? Que uno, el cuarto de todos, el pobre parecía que se quedaba dormido apoyado en las faldas. Luego vino uno detrás, en plan mole, pero mazo mole, que ha tirado el caballo y todo, aunque a mí me ha parecido que el caballo se ha echado solo. Y este, tía, en plan guay, tía, que no veas como iba y venía cuándo le decía Josemari. Era el que más ganitas tenía de ir a por el trapito rojo, que nunca me acuerdo bien cómo se llama ¿Muleta? Pero la muleta tenía que ser para los inválidos, ¿no? Porque si es muleta para los inválidos, ¿cómo es para los que van y bien en plan que van y vienen? ¡Tía! Luego el último no estaba para corretear demasiado, que casi no le dieron con el palo largo, pero nada, tía, que nada de nada, osá, nada, tía. Y luego movía así mucho los cuernos como queriendo coger el cielo y como si quisiera quitarse el humo de la cabeza, la movía así mucho.

Que hoy los toreros eran tres, no como el señor del otro día, que era uno solo, ¡qué aburrido solo uno! ¿No? Tía. El primero era un señor que se llamaba Diego Urdiales, pero tía, si es que parecía que lo habían llevado obligado. Que primero estaba allí, como si quisiera curar al toro, uno de los que decían inválidos. Le dado muchas veces con la tela, pero nada, que seguía inválido, osá, que no se podía mover. Que ni ha hecho por torear con la capa rosa grande, todo con la muleta. Y al otro, él se ponía así, como muy puesto, ¿sabes? Sin arrastrar la tela, siempre con cuidado de no arrastrarla, imagino que para no mancharla, que luego la tierra se quita muy mal. Pero ha estado tanto rato dale que dale, que, tía, casi me tomo el yintonis de un trago.

Pero luego le tocaba a Josemari. ¡Tíaaaa! Me lo , me lo como, me lo como. Y la gente to guay con él, si hasta había peña que el móvil lo llevaba de su fábrica. Como se apellida Manzanares, le han puesto una manzana al móvil. ¿Cuqui? Mazo, tía. Que majo y cuidadoso. Como en el primero el pobre no se aguantaba casi en pie, pues ponía el trapo así, como atravesado y sin tocar el suelo y hacía para que pasara, pero lejos, para no mancharse el traje, que un señor muy amable me dijo que se llamaba terno. Con la tela, la muleta, tuvo menos cuidado, que yo pensaba que en un enganchón con los cuernos se la iba a romper y eso que él cada vez echaba a correr para separarse del toro. ¡Qué agilidad! Que él se ponía así, apartado, pero tía, por si acaso, se echaba una carrerita. Imagínate que se mancha el, ¿cómo era? ¡Ah! Terno. Que la sangre sale mal, remal. Que así se echó a perder a mí una falda tableada que era mi favo, tía. Luego, en el otro, el que más quería ir a por lo rojo, se puso así muy derecho y no tenía que hacer nada, que el toro iba solo y no se cansaba. Que eso, la muleta, debe pesar mazo, tía y por eso una vez se la cambió de mano, para que descansara el brazo derecho, ¿no? Pero enseguida se la volvió a cambiar, porque si no, el toro le rompe la… ¿muleta? Por ahí le gustaba menos. Que Josemari le ponía la tela así, como de punta, para que fuera detrás del pico y que diera la vuelta más grande. Pero yo sé por qué lo hacía, tía, para no mancharse el terno. Terno, terno, terno, que palabra tan bonita. Cuando vayamos de shopping nos vamos a comprar muchos ternos, tía. Pero sigo, tía. Cuando le descansó la mano derecha siguió así estirando el brazo y gastando solo el pico de la muleta. Y cuando acabó, hasta salió para despedirse y todo. Que majo, ¿no?

Y había otro más, un chico que se llamaba paco Ureña, que el pobre, parecía que no estaba muy inspirado, porque esto es arte y hay que estar inspirado, ¿sabes? ¡Tía! Este empezó dando muchos pases con el capote, pero un montón. El señor del terno me dijo que capotazos. Y luego, como era un inválido, mazo flojeras, cogió la muleta. Oye, que se despegaba tanto como Josemari, pero a la gente le gustaba más. Envidiosos. Que se ponía así como lejos y con la tela para gastar solo el pico y así reservar el resto. Eso es cuidado y mimo. En el otro, uno así, grandullón, parecía como si se cogiera sus precauciones; como para no cogerlas, tía. Que él no se hacía con esas cornadas que tiraba al aire, pero cualquiera. Que hoy no han salido ninguno a cuestas de la peña, pero bueno, yo he estado cerca de mi Josemari, que hacía mucho que no le veía, pero… ¡Ainsss! ¡Osá tíaaa! Me mola, me mola, mola, tía, en plan tía.

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