El que esperara un chispazo de garbo y salero, que espere quizá tanto como para ver los adolfos en alza |
Corrida de Adolfo Martín, supuestamente del gusto de los aficionados de Madrid desde hace… Desde hace lo que parecen siglos, casi tantos como parecía durar la penúltima de feria. Que si tenemos que seguir creyendo que es un ganadero que cría para la afición, que cría toros encastados, que mantienen la herencia de Albaserrada, pues hala, lo creemos y ya está. A partir de ahora ya soy un adolfista más, pero si vuelven a anunciarle en Madrid, miraré a ver si tengo un bautizo, una boda o una partida de tute que me impida acudir a la plaza. Ya son muchos, muchos años que se mantiene porque un día le salió el toro tal o el toro cual y, ¡Venga! A seguir tragando Adolfo. Y que nadie me venga con que si prefiero a esas ganaderías de ganado bobo, porque eso es hacerse trampas al solitario. Que ni una, ni las otras, que hay ganaderías que habrían merecido con mucho más estar en esta feria y ni se les ha visto el pelo. Eso sí, la de Adolfo que no nos falte. Y si esperan oír eso de “¡qué asco de ganadería!” o “¡ganadero, no vuelvas!”, esperen sentados y muy cómodos, porque como un día echo el toro tal o el toro cuál. Eso sí, su decadencia avanza con paso firme, sin que parezca querer enmendar la deriva en la que cayó hace tiempo, demasiado tiempo. Y si a alguien le consuela el pensar en otras muchas ganaderías insufribles, pues allá cada uno. Que también ser que esta actitud haga que algunos asimilemos aún peor lo de Adolfo. Eso sí, son cárdenos, que eso ya es un punto a favor. De la presencia poco se puede decir, algunos más que justos y a otros les tapaban los cuernos, pero claro, hace días comentábamos que los ciervos tienen mucha encornadura, pero que eso solo no es trapío, ¿no? Pues eso.
De los actuantes tampoco se puede decir mucho, Rafaelillo
que sigue en ese hacer peor a sus toros de lo que son, para después ponerse por
allí haciendo gestos como si tuviera delante al rey de la selva. Que habrá
quien me diga que si se enfrenta a tal o cual ganadería, pero es que si no lo
hiciera, no torearía ni en el jardín de su casa y tengan en cuenta que si le
ponemos delante a Bambi, acabaría viciándolo, porque ese es su sello por los
siglos de los siglos. En el murciano dice mucho su forma de recibir a sus
toros, si como en su primero se arrebata pegando mantazos, igual es que está a
punto de empezar “Gladiator” y no “Tarde de Toros”. Así dejó al toro a su aire
y él solo estorbaba por allí. No se le picó y el animal solo se dejaba mientras
le aguantaban apoyando el palo. Comenzó Rafaelillo el trasteo por abajo, para
que se le derrumbara en los primeros compases. Con la derecha empezó tirando de
pico y el toro sin poder llevar su cuerpo y su alma a la vez. Muletazos con el
pico y sacando exageradamente el culo, con perdón. Abanicazos por la cara,
dándole aire al animal, siempre muy fuera y lejano, dando más sensación de
incapacidad que de pelear y vencer al de Adolfo. En su histrionismo se permitió
empujar despóticamente a un peón o tirar la muleta al suelo, lo que también se
entiende; para el uso que le da. Eso sí, para pasear el despojo no tenía
ninguna prisa, todo era lentitud y sosiego. Su segundo era un cornalón que
parecía querer escapar de allí por el camino más corto, saltar. Primeros
capotazos y ya tuvo que darse la vuelta de espaldas a los medios, porque no era
capaz no solo de ganarle terreno al toro, sino de mantener el sitio. En el caballo,
tras marrar con el palo, le taparon la salida y en la segunda vara, dejando al
Adolfo arrancarse de lejos, le cogió al pica en buen sitio, pero el toro solo
derrotaba en el peto e intentaba escapar de allí. En el último tercio empezó
pegando trapazos con el pico. El toro se venía algo bronco y venciéndose , provocando
el respingo de Rafaelillo, que no llegaba a más que andar por allí, como si
estuviera peleando con una alimaña, empeorando las condiciones del animal. Que
si se metía entre los cuernos, que si tiraba la espada de mentira, montándose
un número quizá ya habitual en él y que en otras partes surte su efecto, pero
quizá equivocó el sitio y el momento.
El primero de Manuel Escribano que salió pegajosillo en el
capote, en el caballo solo se dejó y en su turno de quites, Talavante le
instrumentó una gaoneras sin pegar tironazos, lo que ya es novedad en esto del
toreo de capote de esta postmodernidad. Luego vinieron las banderillas del
matador, que bueno, quizá nos privó de ver a sus banderilleros, quienes igual
no las ponen tan a toro pasado. También es verdad que así nos perderíamos el
par al violín, pero bueno, haremos esa enorme concesión. En el último tercio el
conseguir dar un paso al toro ya era todo un logro, aunque Escribano insistiera
en lo de siempre, en darle pases y pases, por otro lado siempre con ventaja. Al
quinto, al que tapaban su escasez de trapío lo escandaloso de los cuernos, lo
recibió a portagayola, desarmándole a continuación. Le llevaba por el ruedo
para la primera vara a todo correr con capotazos acelerados, más queriendo
quitarse de encima al toro, que guiando su embestida. No se le picó, ni mucho
menos, las energías las gastaría el animal en el tercio de banderillas que el
propio matador llevó a cabo cuadrando muy pasado. Con la muleta todo eran
trapazos y carreras, cuando el toro pedía que se le llevara muy metido en la
tela y así intentar evitar los arreones, como el que le desarmó. Pico y más
pico, sin dominar al Adolfo, que parecía acusar el trato recibido.
Curiosamente, para adentro salía con la cara alta, pero hacia afuera hasta
seguía el engaño y se le revolvía. Quizá llegado a este punto solo quedaba la
solución de machetearlo y así evitar más desarme y situaciones de compromiso. Muletazos
y más muletazos sin mando, lo que quedó evidente al querer tomar la espada, en
que el toro estaba demasiado entero para ello.
Y llegamos a Alejandro Talavante, quien no debe estar
demasiado satisfecho de su anodino paso por Madrid, sin que el apoyo del
paisanaje haya logrado despertarle de esa hibernación en que parece vivir. Limitado
con el capote, permitiendo que se lo tocara demasiado. Le dio distancia en los
dos puyazos, en el primero se fue acercando poco a poco y en el segundo tardeó un
mundo, para no parar de derrotar bajo el peto. Talavante tomó la muleta y ya
desde el primer muletazo adoleció de falta de temple, pico, enganchones y un
manivolazo para cortar cada muletazo. Lo mismo con la derecha, no haciendo ni
intención de rematar, jamás. Tirones y más tirones, con la pañosa hecha un
burruño. Al sexto Adolfo hubo que devolverlo por manifiesta invalidez y salió
uno de Garcigrande, una raspa corraleada que ya entraba como un borrico. En el
caballo simplemente se dejaba, pero una vez le levantaron el palo en las dos
varas se quedó en el peto y no había forma de sacarlo de allí, él solo quería
guata. En el segundo encuentro, más de lo mismo y el señorito Talavante decidió
colear al toro, pitos; le imitó un banderillero, más pitos; rematando un
monosabio, sin que los señores de luces fueran capaces de arrancar de allí al
toro. La bronca se generalizó y la excusa de los de rojo era que el caballo
estaba herido, pero para algo están allí los señores de los capotes, que por
otro lado quedaban en evidencia. Y los monos que a nada se agarran a la cola,
pues ya la teníamos preparada. Luego en el callejón estos tuvieron sus cosas
con la autoridad, lo que puede acarrear sanción, muy merecida. De primeras el
toro entraba pegando arreones, pero pronto se paró y los intentos de Talavante
de que se arrancara, siempre desde muy fuera, no sirvieron para que el de
Garcigrande, amorcillado, diera ni un paso. Mitin con la espada, tirándose desganado,
desganadísimo, hasta en ocho ocasiones. Una tarde en la que poco se podían
echar en cara toros y toreros y tanto para unos como para otros quizá el margen
de confianza se sigue estrechando.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Enrique coincido en la decepción de los toros. Tal vez sólo le sirva el primero, en plan "toreabilidad" aunque falto de fuerzas, y el quinto por ser la típica alimaña, algo que le sirve para dar seña de identidad a la ganadería. El resto no aportan nada y mucho menos a los espectadores.
En cuanto a los matadores creo que Rafaelillo sale reforzado; Escribano intenta justificar su actuación tirando de tremendismo en el quinto y Talavante se hunde en la miseria.
Ayer te decía eso de: "¿qué será lo próximo?". No hemos tardado en saberlo: un monosabio ejerciendo de director de lidia mientras delegado y alguacilillos miran impávidos cómo les roban la cartera.
Un abrazo
J.Carlos
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