El toro, siempre el toro |
Se terminó todo, adiós feria y con ella quizá también
tengamos que decir adiós Madrid. No ha habido indultos, ni rabos, como temíamos
al principio, pero la ruina en que ha quedado la plaza de Madrid es más que evidente.
Ruina moral y física, porque hasta los techos se desmoronan, afortunadamente
sin que nadie salga herido. Seguirán esas lenguas envenenadas queriendo
confundir preguntando cuál es el toro de Madrid; muy sencillo, el esos taurinos
no quieren ni ver. Seguirán queriendo desterrar a los que no se conforman, a
los que critican, a los que se ponen de manos ante la mentira, la vulgaridad,
el fraude. Y seguirán exigiendo respeto, pero lo que realmente piden es que les
dejen seguir mangoneando en paz. También seguirá la pena de los que ven como su
plaza, la que viven como una parte de ellos, sigue en caída libre, casi vacía
de aficionados y demasiado llena de botellones, alcoholazo y gente que ve en
esto de los toros una oportunidad de emborracharse sin límite, de berrear
vivas, de mandar callar a quién les plazca y sentirse por unas horas los
matones del barrio y una vez acabado el festejo, seguirla en esa discoteca
promocionada por los señores Abellán, Casas y García Garrido, mientras desde la
presidencia de la CAM los toros solo son un escaparate para lucirse y darse
baños de multitudes afines, porque las no afines no pueden opinar, so pena de
que te tilden de anti, antitaurino, antiespañol, antilibertad…
Y quizá no había nadie mejor para cerrar esta feria de vulgaridad,
monotonía y mal gusto, que la ganadería de Victorino Martín y Antonio Ferrera,
acompañados en el cartel de Sergio Serrano y Román. Que decían que era la
corrida de la Prensa, lo que en los tiempos que corren no es decir mucho y
menos si hablamos de toros. Lo de Victorino, pues vamos a ver, que si echamos
cuentas de lo que muchos esperaban, un desastre total y absoluto, pues
afortunadamente no ha respondido a esas nefastas expectativas. ¡Vaya alivio! Que
a estas horas no he leído el boletín informativo a que nos tiene acostumbrados
el ganadero, para quien a buen seguro, ha echado un corridón antológico que
quedará en los anales del toreo. Él es así, que celebraba el que sus toros
mujan y si además mueven la cola, les pone una calle; calle de Venturosillo.
Pero la realidad es que ha sido, sin ser desastrosa, una corrida más, una de
tantas, una de cualquier otro encaste y por supuesto de cualquier otro hierro y
aquí pueden poner el nombre que mejor les venga; eso sí, no se me vengan arriba
y pongan un hierro de su preferencia, mejor uno de los que torean las figuras
habitualmente y que a veces no se explican que hacen en ferias como la de
Madrid. Con uno de esos, lo clavan.
Se han empeñado algunos en lucir a los Victorinos
poniéndolos de largo al caballo, pero estos respondían tardeando una
barbaridad, si acaso se iban acercando, otros directamente se iban a dar un
garbeo por el ruedo y cuando ya el picador les podía prácticamente alcanzar con
el palo, entonces se arrancaban, unos para simplemente dejarse, otros para
tirar cornadas al peto desesperadamente. Bueno, hubo uno que se arrancó a
cierta distancia y hasta con prontitud, pero no, no tuvo pelea de bravo, se
defendía tirando derrotes. Y de presencia, pues fieles a lo que ahora debe ser
en exclusiva Victorino, todos cárdenos; eso sí, con un velamen que imponía
respeto, algunos incluso cornivueltos. No todo iba a ser malo, que por lo menos
nos pudiéramos deleitar admirando los pitones ya que las hechuras eran para el
deleite justo.
Iba a decir que Antonio Ferrera se despedía hoy de la feria,
pero vaya tontería, hoy se despedían todos, que era la última, pero es que uno
tenía tantas ganas de despedirse del extremeño, que llega a caer en lo
evidente. Y Ferrera estuvo a lo suyo, a no parar de correr, a abusar del pico,
medios trapazos sin templar, trallazos allá dónde pillara y citar siempre desde
fuera, siendo un rasgo quizá de honradez el tirar la espada de palo,
reconociendo que para lo que le vale, tampoco la necesita. Quizá para cuando
aprenda a darle uso, entonces dejará de tirarla a la arena con desprecio. Y
cuando sus fans estaban entusiasmados con un arrimón en el cuarto, rompió el
jarrón de la abuela estampándolo contara la pared con un tremendo y sublime
bajonazo.
Sergio Serrano ha mostrado dos caras, aparte de la de torero
voluntarioso con eso de irse a portagayola en sus dos toros, una para ser
arrollado al salirle el toro parado y la otra al menos para hacer que pasara el
animal. En su primero, un toro que se paraba ya de salida, que le costaba ir al
caballo, que esperaba a los banderilleros, que no se entregaba en los primeros
muletazos, que se quedaba corto, Serrano citando desde fuera empezó a tirar del
toro en un muletazo. Continuó queriendo aprovechar los viajes, pero el toro,
que iba con la cara alta, no estaba para ayudar. Quizá hasta estaba demasiado
aquerenciado en los terrenos donde se había desarrolla casi toda la lidia hasta
el momento. Cambió al pitón izquierdo y de nuevo consiguió tirar del toro,
mandarle en la embestida. Intercaló momentos de meter el pico y trazar líneas,
pero aquello ni valía, ni era para confiarse y de nuevo con la zurda dos
naturales y uno profundo, muy hondo. Parecía que había llegado el momento de
tomar la espada, pero no, alargó la faena innecesariamente, sin aportar nada a
lo hecho. Falló con la espada, empeñado en matar en la suerte natural, en la
que la ayuda por parte del Victorino era nula. En su segundo mostró la cara más
conocida en esta plaza, la de la modernidad, la de la sosería, la de las
escasas virtudes y los muchos defectos.
Román por su parte, pues lo de siempre y en esta ocasión sin
que le arroparan sus partidarios. Centrado solo en el último tercio, sin
aportar nada, con muchas carencias finalizando todos los muletazos apuntando a
las nubes. Y sin darnos cuenta, la feris del reencuentro, la de la vuelta, se
nos había ido entre los dedos, quedándonos una sensación de pena, no porque se
terminara este calvario, sino porque se te vienen a la mente los años pasados,
las compañías que se fueron y pensando dónde y cómo estaremos el próximo mes de
mayo, si nos recibirá nuestra plaza o si ya solo la ocuparán las huestes del
botellón, la chusma a la que le sobra todo lo que no sea aclamar al paisano, al
vecino, al torero por el que se convierten en hooligans ciegos a cualquier
razón que no sea la del jolgorio. ¿Qué será de nosotros? ¿Qué será de todos?
Ahora solo queda marcharnos, darles a ustedes las gracias por los ratos que nos
han dedicado, recoger nuestras cosas, llevarnos los recuerdos, si es que nos
queda alguno de esta feria finiquitada con un bajón traicionero y volvernos
cada uno a nuestro sitio. Eso sí, seamos civilizados, dejemos las cosas tal y
como las encontramos para los que vengan, nosotros u otros y el último, que
cierre la puerta.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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