Hay chavales que de niños gustan, agradan, hasta emocionan, pero es crecer y pierden toda la gracia y ya cuesta más eso de emocionarse |
Ahora es muy habitual tirar de la subjetividad para explicar
lo que a lo mejor no podemos explicar con demasiada facilidad. Ahora baste con
decir que algo te emociona y ahí ya cabe todo; y lo que complica más es que no
admite respuestas. Si algo te emociona, punto y final, se acabó. Y no te
atrevas a decirle a nadie que se emociona con poquita cosa, incluso con la
nada, pero tampoco nos pongamos exquisitos. Que hay motivos que no, que no admiten
discusión. Si ustedes se encuentran a su vecinito, Miguelín de toda la vida,
vestido de torero rondando la veintena, hecho un hombrecito, ¿no se emocionan?
No me digan que no, porque si no es así, es que son unos sin alma. ¿qué más
emocionante que ver a Miguelito vestido de luces? Con la de veces que le
tuviste que limpiar los mocos de pequeño, con la de colacaos que le diste para
merendar cuando se pasaba a tu casa a ver los toros. Si es que es para
emocionarse. Y si no es este el motivo de la emoción, pues igual hay que
pararse a reflexionar.
Que quien no parecía demasiado emocionado era el señor
ganadero. ¡Hay que ver! Con la ilusión que seguro que ha puesto en la
novillada. Que puestos a emocionarse, el señor Gallardo es el que más
oportunidades de emocionarse ha tenido en Madrid desde hace dos años. Y no
pregunten cuántas, porque uno ya se ha perdido. Entre novilladas y corridas de
toros… Entre ferias y domingos de temporada… Pero esta vez no era el día. Novillos
mansos, bastante mansos en el caballo, que querían quitarse el palo en
ocasiones con desesperación, llegando a salir volados escapando del peto, del
que estaba arriba del peto y del palo con un pincho que llevada el caballero.
Mal picados, como ya parece costumbre, tapando la salida por sistema, pero sin
ser capaces de ello cuando a un novillo huidizo había que picarlo fuera como
fuera. Han escarbado constantemente, en banderillas medio se dolía alguno, pero,
¡viva la modernidad! En la muleta iban y venían más o menos, aguantando alguna
que otra serie de trapazos, hasta que al final se desengañaban o más bien se
aburrían de la vulgaridad de sus lidiadores. Y ni la presentación permitía al
señor Gallardo una mínima alegría, aunque, ¿qué quieren? Después de no sé
cuantas corridas y novilladas lidiadas, no sé cuántas en Madrid, todavía
esperamos a que a la nonagésima vez presente un encierro medio aceptable. Pues
no, de presencia tampoco pasarían el examen de emocionados.
Pero lo que son las cosas, los espadas, Jorge Molina, García
Pulido y Cristiano Torres, seguro que han emocionado a alguien. Seguro que esos
del ¡Bieeeejjjnnn! ante el magistral trapazo, han sentido como culebrillas en
el estómago. Pero ya les digo; es muy probable que estos fueran los mismos que
se los encontraban a la puerta de su casa cuando eran niños, jugando… a las
canicas, porque al toro, o no tienen pinta o les aprovechó muy poquito. Jorge
Molina es uno de tantos, uno de esos tantos que se afanan en perfeccionar el
trapazo, que no cuidan la lidia, que recibe con mantazos de trámite y es
escuchar el clarín y dejan al novillo a su aire, allá dónde pille. Que toman la
muleta para abusar hasta la desesperación del pico citando desde fuera, permitiendo
que se la enganche demasiado a menudo y culminando con un soberbio bajonazo. Y
preguntarán que si eso fue en el primero o segundo novillo, pero, ¿qué más da?
Si es que siempre es lo mismo, que podrá emocionar a los paisanos, que en esta
ocasión no eran tantos, pero que no sorprenden. Si acaso porque su vulgaridad
es progresiva a medida que suma trapazos.
De García Pulido se podría decir prácticamente lo mismo.
Cómo cambian las cosas cuando los partidarios no acuden en masa a la plaza. Que
lo del capote ni lo domina, ni parece que lo practique, lo de la lidia, pues da
la sensación de ser un misterio para él. Que le sale un novillote que va y
viene como una malva y si acaso da muletazos al paso del moribundo de Fuente
Ymbro, al que nunca toreó, si acaso, medio acompañó, más aprovechando
arrancadas que conduciendo embestidas, que al final es de lo que se trata el
toreo. Cites de rodillas, más propio de… de otros lugares. Trallazo tras
trallazo, acabando quedándose en la pala del pitón y casi dejándose pegar un
revolcón, que eso emociona mucho, pero no, no había tantos corazones
agradecidos, que se percataban más de los enganchones que de los alardes de
plaza de talanqueras.Y por supuesto, como manda la modernidad, bajonazos para
todos.
Cristiano Torres, novillero de fácil verbo retador, pero que
se queda en alardes insustanciales que igual emocionan, que ya hemos dicho que
eso es muy de cada uno. Que si de rodillas, arrucina incluida, que si me meto
entre los cuernos aunque el toro le decía que mejor más lejos, que si un meneo,
a ver si cae la oreja del revolcón, alcanzando una elevadas cotas en la
conquista de la vulgaridad y la chabacanería esperpéntica. Venga carreras,
venga más trapazos enganchados, que si empiezo a cambiarme el trapo de mano sin
saber si eso tiene un fin, manejando la muleta como una bayeta después de
fregar los suelos de un cuartel. Alargando las faenas hasta lo insensato y para
acabar en el sexto con manoletinas y una estocada en el sitio. Que ya les digo
que en lo subjetivo es complicado entrar, porque como decía el otro” ca uno es
ca uno y ca seis, media docena”. Y así, el que pueda, que se emocione y si lo
logra… ¡Ojito!
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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