Quiero aclarar una cuestión y es que en esta de Victoriano
del Río, no me he emocionado, ni mucho menos, me he conmocionado y de qué
manera. Que aún tengo encogido el corazón, aún siento el mal rato que me ha hecho
pasar ese manso, el ver que a cada momento se le podía llevar por delante al
matador de toros Paco Ureña; y quiero insistir en esto, el matador de toros
paco Ureña me ha hecho pasar tan mal rato, que he aún me dura la conmoción.
Esta es la demostración de que a los toros no se puede ir a divertirse, a
pasárselo chupi guay. Esto no es así. Ese mal rato porque a cada segundo vas
siendo consciente de cómo el toreo, el toreo de paco Ureña, iba venciendo al
manso pregonao, al condenado a banderillas negras de Toros de Cortés, propiedad
de Victoriano del Río. Que una y otra vez tenía que pegar un respingo para
esquivar el gañafón, pero, ¡ay pijo! Cuando se ha plantado delante y le ha obligado
a pasar una y otra vez. ¿Arte? El del toreo verdadero. ¿Pinturería? La de meter
en la tela a semejante elemento. Y que nadie pretenda comparar esto con nada de
lo que vemos una tarde sí y veinte también por parte de los figuras, figurones,
figuritas y aspirantes a todo ello. Aparte de absurdo, sería estúpido. Un toro
que ya de salida no quería ni ver los capotes, que los lidiadores han tenido
que acorralarlo para intentar que tomara las telas. El de Cortés, propiedad de
Victoriano del Río, se ha pasado todo el primer tercio correteando por el
ruedo, yendo del picador de tanda al que tapaba la puerta, para salir de najas,
espantado y pidiendo auxilio cada vez que notaba el palo. Hasta ocho pasadas se
le han contado, pero parecía que don Eutimio Carracedo no acababa de tenerlo
claro. Pues, ¿qué más necesitaba ver? Al final se ha decidido por sacar el
pañuelo rojo para que el animal luciera las vergonzosas viudas en el morrillo.
Que esa es otra. Se supone que son cuatro y no tres pares los que se deben
poner, pero el usía, porque él lo vale, decide cambiar el tercio con tres
palos, par y medio. ¿Y los compañeros? Pues díganmelo ustedes. Con el peligro
que se mascaba en el ruedo, el señor Castella era incapaz de meter con decisión
un capote a la salida de los pares y el señor Marín, pues a buena distancia del
banderillero que portaba los palos. Y allá que fue el zagalico de Murcia, el
matador de toros paco Ureña, que empezó tanteando por abajo a su oponente. Era
lo que todo el mundo esperaba, un macheteo por abajo, un espadazo y a otra
cosa. Pero el espectador supone y en este caso, el matador de toros Paco Ureña
dispone. El de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, se fue sin disimulo a
terrenos de toriles, de dónde no había más remedio que sacarlo. Dos derechazos
haciéndole pasar por dónde no quería. Se le quedaba, pero el espada no se
amilanaba, insistía, se la ponía, ofrecía el chalequillo por delante ¿Lo
quieres? Ven a buscarlo. Otra tanda arrancándole los muletazos, toreando,
pudiendo, mandando, retando al manso, dejándole claro que no iba a ser el que
saliera vencedor de esa pelea. Y ya les digo, si alguien solo se emocionaba con
lo que allí sucedía, es que tiene hielo en las venas, porque la cosa era para
mucho más. Se la echa a la zocata y le saca, se los arranca, con un peligro
tremendo que parecía ver toda la plaza, menos el señor de luces. El mismo que
ha dejado claro a todo el mundo, empezando por el de Cortés, propiedad de
Victoriano del Río, que tenía que estar pensando quién era ese caballero que se
le había plantado delante. Y para cerrar, por si alguien echaba de menos el
arte pinturero, unos por abajo, obligando, toreando, tirando del toro y plenos
de belleza con la mano izquierda. Un trasteo de un ¡ay! Eterno. Se cuadra para
el volapié y el manso se le viene al pecho, enganchándole por la pechera como
agarran los macarras para atemorizar a sus oponentes, pero este zagal de Murcia
no estaba para dejarse vencer. El animal al notar el acero salió como alma que
lleva el diablo a refugiarse a toriles, para llegar a terrenos del cinco. El
matador de toros paco Ureña lo vuelve a cuadrar, monta la espada y sorprendentemente
cobra una entera recibiendo. Un recurso de torero, que si me tiro a por ti, me
vienes al pecho, pues ven a por mí y meto la mano con habilidad y verdad. El
animal vuelve a salir huyendo desaforadamente, hasta parar en el otro extremo
de la plaza. Varios descabellos y dos avisos, pero, ¿y qué más daba eso? La conmoción
nos impedía pararnos en esa clase de menudencias, incluso en si había perdido
una o cien orejas. ¿Y dónde creen que estaban los compañeros de terna mientras
todo esto sucedía? Pues a sus cosas.
Y poco más hay que decir. Mansada de Victoriano del Río y
los dos de Cortés, aunque estos se han llevado la palma. Un Castella que va a
lo de los trapazos a cascoporro, trapazos con el pico, distante, a veces
citando hasta con el culo, pases por delante y por detrás, que entusiasmaron al
personal con el otro manso de libro, el que hizo cuarto, uno de Cortés,
propiedad de Victoriano del Río, que cuando notó que con la muleta no le hacían
pupa, acudía a un engaño que en ningún momento intentó someterle. Y lo que son
las cosas, el personal, en especial los tendidos del cinco y seis, protestando
un manso, sí, no les tomo el pelo, que los hay que protestan los mansos y
gritan ¡fuera, fuera! Porque el usía no lo devuelve a los corrales. Pero estos
mismos enloquecieron con el destoreo de Castella. Un Castella que tuvo que
esperar a que Chacón le enseñara el toro, que le dijera cómo iba. Al menos lo
supo ver y le pudo trapacear a gusto. Fallo a espadas, lo que libró a la plaza
de Madrid de un nuevo bochorno del triunfo de la vulgaridad. Y Ginés Marín,
pues anduvo por allí, apático, sin convencimiento, sin poder con un manso que
huía a tablas y no dando más de él mismo en el sexto que dejando que el toro le
tocara la tela repetidamente. Al menos sí que se vio un segundo puyazo de
mérito y en buen sitio de Ignacio Rodríguez, en el que toro y jinete nos
hicieron reconciliarnos un poco con el primer tercio. Pero ya podían venir
trapazos, despojos, culerinas, banderazos o lo que la divinidad taurina moderna
nos quisiera echar encima, que algunos no nos habíamos emocionado, porque eso
queda para los cursis y las abuelas, se nos había removido el alma,
agradecíamos al cielo esta afición que un día nos atrapó y no salíamos de
nuestra conmoción, sin poder decir más que ¡Pijo! Qué huevos tiene el zagal
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
3 comentarios:
Enrique… ¡un abrazo!. A veces hay toreo!!!
Grandisima tarde la que echó Paco Ureña con el quinto, uno de esos mansos que de vez en cuando salían y ponían claro cual era el lugar de cada uno en el escalafón. Tuvimos suerte de que le tocará a Ureña, de haberse sido algún otro figura cuenta que muy probablemente se lo hubiera quitado de encima de un bajonazo la primera.
¡¡¡¡¡¡¡ OOOOOOOOOLE !!!!!.Creo que así comenzaba hace ya bastantes años, mi primer comentario en este cuaderno amigo de un amigo,refiriendose al nacimiento de nuestra afición gracias a nuestros mayores que nos introdujeron en este mundo mágico y casi irreal de los toros .
Hoy quiero que mi comentario a tu crónica se reduzca solo a eso. ¡¡¡¡¡OOOOOOOOOOOOLE!!!!!!.
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