viernes, 8 de marzo de 2024

Esos ateos taurinos casi antitaurinos

Un genio un día cogió una silla para torear y años después, una divinidad la convirtió en toro. Vivir para ver


Qué horas tan revueltas y de depravación estamos viviendo. Como diría el clásico, ¡adónde vamos a ir a parar! La falta de respeto se ha instalado en el mundo, se ha perpetrado en esas almas negras de pecado, esos corazones sin corazón, con ese descaro que solo la maldad maneja. La falta de fe en la divinidad es algo que en estos momentos no nos podemos permitir. Esos que se manejan con una insultante falta de impunidad y que se plantan delante de un dios a cantarle las cuarenta. Pero, ¡adónde vamos a ir a parar! Si no se respetan a los seres superiores, a esos entes de categoría excelsa, suprema, cuasi divina, siempre por debajo de la divinidad, por supuesto. Que ahora resulta que uno de los baluartes de la tauromaquia de este siglo y de parte del pasado, de toda la eternidad taurina, era un ventajista, un tramposo como dicen esos ateos de la fe taurina.

Nunca han sido de fiar los descreídos, porque esos no tienen ni principios, ni valores. Esos desconocen lo que es ponerse delante de una fiera corrupia que te quiere devorar, quizá porque desconocen la doctrina y el catecismo taurino de la técnica, esa que está solo al alcance de los dioses y que solo los muy devotos son capaces de sentir, de poseer esa sensibilidad en la que el trapazo cae sobre ellos como lenguas de fuego. Y esto, por mucho que estudien, investiguen, vean o hablen en interminables charlas, no está al alcance de esos ateos de la tauromaquia que niegan la divinidad aunque se haga presente ante ellos. Estos negacionistas del toro bravísimo, encastadísimo, obedientísimo, colaboracionista hasta el extremo y hasta con cara de tan buena gente, que dan ganas de invitarle a un colacao con galletas. Eso sí, tienen que reconocer estos ateos, estos descreídos, que este toro de la fe taurina no se cae como en otros tiempos. ¡Milagrooooo! Aunque dicen estudiosos de la biblia taurina que igual los de otros tiempos tampoco se caerían si apenas se les arañara una vez en el caballo, dos en las plazas de primera, y si en lugar de ese destoreo en línea, mandándolo al animal allí a lo lejos, como si le mandara a por tabaco al final de la calle, a ver si aguantaban un toreo de mando, primero sometiéndolos con los capotes y después con una tanda de muletazos sometiendo, enroscándoselo a la cintura, de arriba abajo, de fuera a adentro y rematados detrás de la cadera. Pero claro, a aquellos había que picarlos y poderlos, porque lo mismo se venían arriba y… Bueno, el resto imagínenlo ustedes.

Señores ateos, cómo pueden negar la divinidad de los dioses taurinos si ustedes no han oficiado nunca de luces, tal y como decía el gran filósofo, el magno pensador del toreo, el famosísimo, sí, hombre, ese que… Bueno, no lo recuerdo… ni yo, ni nadie que no fuera de su familia, si no se han puesto ni delante de un caracol. Que sí, que me dirán que cómo saben ellos quién se ha puesto y lo que es más, cómo saben que esos ateos no saben, porque no… lo de siempre. No vamos a entrar en esto del dogma taurino, porque ya se sabe, los dogmas se creen o no se creen, no hay ciencia, ni saber, porque los dogmas, dogmas son. Que ellos, los seres de fe son capaces de verlo que el ateísmo nos niega, nos ciega y no llegamos a ver más allá del toro íntegro encastado y del torero honesto con la fiesta, que no con la fe que nos invitan a reconocer como única, bajo pena de excomunión, ¿qué digo? De penar en las llamas de la fe por anatema, herejía, por no tener la categoría moral de quién vive el dogma con absoluta entrega, negando nada que no esté en sus sagradas escrituras del fraude y la trampa al servicio del negocio. Los ateos no creen en milagros, quieren la evidencia, aunque esta tampoco valga para entrar en el paraíso de los justos. Para ello hay que ver, sentir, pensar y mantener los gustos que la divinidad manda. Aunque ya digo, si estos ateos no son capaces de reconocer el milagro si este sucede ante sus ojos, si no son capaces de ver el milagro de las tertulias de Caná, en que una silla se convierte en toro y esta embiste hasta allá, bien lejos, ante el entusiasmo de los creyentes y ante la estupefacción de los malajes descreídos. Y es que ya lo dicen los apóstoles y fieles del dogma del taurineo cuando se refieren a esos ateos taurinos casi antitaurinos.

 

Enlace Programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena descripción de la tertulia en que la afición por un mal llamado respeto y por la larga trayectoria del diestro no fue capaz de decirle que el que está en el Olimpo pierde la perspectiva y se convierte en dios con pies de barro y carente de alma.

eldesjarretedeacho.blogspot.com dijo...

Hola estimado Enrique.
Después de ver la actuación del semi dios en la tertulia del Toro de Madrid, donde en mi concepto luego de embaucarlos, se fue de rositas, cual su toreo; me he visto obligado a desempolvar "El Toreo Clásico" de Domingo Ortega, para reforzar mis dogmas y prepárame para la hoguera, por ateo irredento.
Saludos
POCHO PACCINI