Cómo se han puesto porque un pica no se puesto justo enfrente de esas tres rayas que a todos nos ayuda a saber dónde estamos. Esas tres rayas que nos iluminan y que qué sería de nosotros sin ella. |
Que poco dura la alegría en la casa del pobre. Que iban los
condolidos aficionados, pseudoaficionados, sesudos, espabilaos y pintones de la
fiesta, pintones autoproclamados exigentes y pintones de los otros, de los que
conocen a tuti li mondi y se creen que con eso… pues todos, todos, esperaban
encontrarse con una corrida encastada, con poder y que les pusieran las peras
al cuarto a los de luces. Los hierros pintados en la arena, las imprescindibles
tres rayas paralelas sin las que el aficionado no sería capaz de saber si un
toro se pone de cerca o de lejos. Tres rayas que si las hubieran puesto en
Barrio Sésamo, Epi y Blas se habría evitado mil paseos con el de cerca, poc,
poc, poc, lejos. Gran aportación de la tauromaquia gala a este mundo y al mundo
en general. ¡Papa! ¿Queda mucho? Y el padre podría decir que más de lo lejos
que está la raya cortita. Pues eso, las rayas y además, por si esto fuera poco,
para que los amargados no se ofuscaran, hasta lonas con los hierros de esta
serie de “Desafíos ganaderos”. Pues todo tan bien embanastado y ¡Catapum!
Nuestro gozo en un pozo, en el pozo más profundo de los gozos.
Estaban anunciados tres de Saltillo y tres de Valdellán,
pero ya les digo, que estaban anunciados, porque si no nos lo cuentan, igual nadie
habría acertado que los seis astados fueran de tales procedencias. Y además se
suponía que los iban a enfrentar tres lidiadores curtidos con estos hierros.
Pues… ya lo de lidiadores no casaba con ellos. Que me dicen que tres
especialistas en poses, carreras, mantazos, trapazos, abuso de pico, de
colocarse allá por Méntrida y de pasárselo por Buitrago de Lozoya y lo admito.
A propósito, Un pueblo está lindando con Toledo y el otro con Segovia. Y vaya
por la cara esta clase de geografía madrileña. Pero, ¡ojo! Que esto es opinión
de servidor, que los ha habido que han perdido la chaveta viendo pegar
trallazos a velocidad de la luz, casi tan rápido como corría el susodicho coletudo
entre trapazo y trapazo. Y si no que se lo pregunten a los que clamaban a cada respingo
y exigían a la empresa que pusieran a Damián Castaño, el autor de los mayores
trapazos, unas veces erguido y otras… otras menos, pero siempre entre el clamor
de los que se han “emosionao”. Que parándonos un segundo a pensar, se me ocurre
una terna de nuevos dioses de la tauromaquia en Madrid que lo mismo podrían
correr en un ruedo, que en una maratón popular por el barrio de la Guindalera,
justo al ladito de la plaza.
Lo de Saltillo y Valdellán la verdad es que han defraudado
bastante, ni tipo, ni maneras, ni casta, ni tan siquiera genio. Se les ha
picado fatal, lo mismo en una paletilla, que más allá de dónde el lomo ya casi
pasa a ser otra cosa, en la barriga, cariocas, tapando la salida, con caballos
derribados no por el ímpetu del astado, sino por otras razones que no vienen al
caso. Pero como el personal estaba con que había que ver un tercio de varas que
jalear, ha sido en el sexto, a distancia y el de Valdellán acabó arrancándose
hasta con alegría, pero, he aquí el pero, después de pensárselo y pensárselo,
de mirar aquí y allá a ver si había algo qu le interesara más, olisqueando,
escarbando y al final… Ninguno se ha empleado metiendo los riñones. Es verdad
que alguno ha mostrado cierta fijeza, pero a lo más que llegaban era a pelear
con un solo pitón; muchos derrotes, caras altas y hasta saliéndose sueltos por
su cuenta. Que lo mismo alguno pensaba ir a echarle la bronca al que pintó los
hierros en la arena por haber pintado los que no tacaban, pero sí, sí que
tocaban, aunque pareciera mentira, tocaban y salieron tres de Saltillo, los
tres primeros, y tres de Valdellán.
Los de luces eran Sánchez Vara, Rubén Pinar y el ya citado
Damián Castaño. Sánchez Vara lo más que hizo fue recibir a su primero de capote
ganándole terreno y punto. Con la pañosa un recital de trapazos enganchados,
distantes y con muchas precauciones. En su segundo, tras una lidia llena de
despropósitos, optó por banderillearlo y quizá habría sido un acierto ceder los
palos a la cuadrilla. Muletazos escapando, banderazos, el toro se le vino abajo
primero por un pitón y luego por los dos; pero debajo de medir la arena con los
lomos. Un bajonazo hábil y hasta otra. Rubén Pinar es de esos espadas con una
pasmosa regularidad, siempre suelta el mismo repertorio, siempre aburre,
siempre tramposo, siempre sin decir nada y casi mejor, porque cuando lo dice,
que no en el ruedo, es para mentarle la madre a quién le paga sacando una
entrada en taquilla. Pero él tan feliz. Muy fuera, ya no al hilo del pitón,
sino hasta el infinito y más allá. Trapazos dando aire, ejemplo paradigmático
de lo que me comentaba un aficionado, eso del torero por un lado y el toro por otro,
como si estuvieran regañados. Pero no pierdan la esperanza, que si pinar sigue
siendo baratito, lo volveremos a ver en esta plaza, faltaría más. Igual que
seguiremos viendo a Damián castaño, que me dirán que ha perdido el triunfo por
la espada, por el verduguillo y… y por más cosas. Lo de comentar su labor con
el capote sería como pretender juzgar la catedral de Burciamuros del Monte, que
no existe, ¿no? Pues eso, lo mismo. Con la muleta el hombre tiene cogido un
truco que le funciona muy bien y que se le puede aplicar a cualquiera de sus
dos toros, él se pone erguidito, cita desde fuera con el pico de la muleta,
tira y echa a correr. Otras veces cita de frente, pega el latigazo y de nuevo a
correr, o incluso en una tanda los apelotonaba sin rematar, empalmando uno tras
otro, lo que no es ligar, solo es eso, empalmar. Incluso, como en su segundo,
muy serio y clásico él, con la montera calada, pegaba unos trallazos que
tiritaba el mundo, pero, ¡amigo! Si el personal se emociona, no hay más que
hablar. Que ya se sabe, esto ahora va de emociones, que muchos se creen que el
quedarse quieto es cuando se da el trapazo, aunque no se remate, aunque se
pegue un tirón al trapo para echar a correr y recolocarse para cazar el siguiente
trapazo. Todo se estropeó con los aceros. En el primero después de media
escasa, cuando el toro estaba para entrar de nuevo, pero por aquello de no
perder despojos tiró de verduguillo y ahí sí que perdió todo. En su segundo ya
no solo fue descabellar, también fue dejar una estocada decente. Unos se
mesaban las guedejas, otros se frotaban los ojos, otros se lamentaban, otros…
otros no daban crédito de ver esa locura colectiva después de la nada, pero así
están las cosas, que el público está deseando encontrar ídolos, aunque sea a
lomos de la catarsis del trallazo.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Y las 3 rayas encima mal puestas que no estaban pintadas a contra querencia, no estaban enfrente de toriles. Damián para mí solo le salvó algún muletazo suelto en su 1° y la tanda de naturales, lo de buscar con la mirada la aprobación del 7 tanto para cambiar el tercio como para salir a saludar y luego dar la vuelta fue de traca, demostró tener muy poca personalidad.
Un saludo.
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