Un mal intencionado podría decir: ¿Pero qué pasa, en Madrid ya corta orejas hasta el Capea? Pero tampoco es así la cosa. Es verdad que le han dado una oreja por no aprovechar un toro al que le podría haber cortado dos, pero seguro que hay orejas peores que la de hoy y eso que ha sido un auténtico regalo, coronado con una entera trasera y tirando la muleta, lo cual tampoco le importó mucho.
Hoy al menos no ha sido ese sopor de otros días. Y la razón no es otra que el toro. Aunque no han sido bravos, ni excesivamente boyantes, lo que no han sido son la tonta del bote. Han sido toros a los que si no se les medía el castigo, después iban a traer de cabeza a su matador y que si no se les picaba en los terrenos adecuados, luego lo acusaba a lo largo de la lidia. Pero tampoco quiero que nadie piense que eran alimañas, es más, eran hasta noblotes, de esos que cogen y se quedan quietos mirando lo que han hecho, como el niño que rompe el jarrón de la tía del pueblo.
Incluso se han podido ver aceptables pares de banderillas que han hecho entusiasmarse al respetable, que incluso ha pedido desmonterarse al peonaje. Según los taurinos, eso es señal inequívoca de estar ante un entendido. Como ovacionar al Jaro al correr el toro a una mano, lo cual es de agradecer en los tiempos que corren.
Pero el climax ha llegado con la oreja, después del trasteo a base de trapazos del Capea y de ver como este liquidaba al animalito de una sola estocada, fuera como fuera, y de que éste cayera fulminado, sólo había un camino: pedir la oreja. Pero como en todo, ha habido quien no ha estado conforme y ha protestado. ¡Qué afrenta, protestar una oreja! Con lo que esto anima. Y entonces he escuchado algo que me ha hecho pensar: “Si fuera José Tomás, seguro que decían nada” (sic) ¡Mi madre! Si los que hacen desmonterarse a un banderillero y aplauden al Jaro no ven la diferencia entre el toreo de José Tomás y el de hoy del Capea, ¡apaga y vámonos! Si no diferenciamos lo que es tirar del toro y llevarlo por donde él no quiere, con estar a su merced y darle pases donde él quiere, es que algo falla. Si no distinguimos entre cruzarse y cargar la suerte, con ponerse fuera de cacho metiendo el pico de la muleta, lo cual le ha hecho sufrir una voltereta, entonces si que es para decir: Pero… ¿en qué país vivimos?
Hoy al menos no ha sido ese sopor de otros días. Y la razón no es otra que el toro. Aunque no han sido bravos, ni excesivamente boyantes, lo que no han sido son la tonta del bote. Han sido toros a los que si no se les medía el castigo, después iban a traer de cabeza a su matador y que si no se les picaba en los terrenos adecuados, luego lo acusaba a lo largo de la lidia. Pero tampoco quiero que nadie piense que eran alimañas, es más, eran hasta noblotes, de esos que cogen y se quedan quietos mirando lo que han hecho, como el niño que rompe el jarrón de la tía del pueblo.
Incluso se han podido ver aceptables pares de banderillas que han hecho entusiasmarse al respetable, que incluso ha pedido desmonterarse al peonaje. Según los taurinos, eso es señal inequívoca de estar ante un entendido. Como ovacionar al Jaro al correr el toro a una mano, lo cual es de agradecer en los tiempos que corren.
Pero el climax ha llegado con la oreja, después del trasteo a base de trapazos del Capea y de ver como este liquidaba al animalito de una sola estocada, fuera como fuera, y de que éste cayera fulminado, sólo había un camino: pedir la oreja. Pero como en todo, ha habido quien no ha estado conforme y ha protestado. ¡Qué afrenta, protestar una oreja! Con lo que esto anima. Y entonces he escuchado algo que me ha hecho pensar: “Si fuera José Tomás, seguro que decían nada” (sic) ¡Mi madre! Si los que hacen desmonterarse a un banderillero y aplauden al Jaro no ven la diferencia entre el toreo de José Tomás y el de hoy del Capea, ¡apaga y vámonos! Si no diferenciamos lo que es tirar del toro y llevarlo por donde él no quiere, con estar a su merced y darle pases donde él quiere, es que algo falla. Si no distinguimos entre cruzarse y cargar la suerte, con ponerse fuera de cacho metiendo el pico de la muleta, lo cual le ha hecho sufrir una voltereta, entonces si que es para decir: Pero… ¿en qué país vivimos?
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