sábado, 23 de mayo de 2009

Pero… ¡qué malos son!


Estas figuritas a las que la afición espera y que desde hace tiempo empieza a desesperar. Un Juan Bautista al que sí es verdad que hemos visto torear bien en algunas oportunidades, pero que con su frialdad y sus devaneos con el toreo moderno le convierten en un torero vulgar. No se puede pretender actuar en la plaza de Madrid subido en el pico de la muleta, ni citando fuera de cacho, ni echándose el toro fuera y cuando ve, o alguien le sopla, que el toro debe marcharse sin las orejas, pues la estrategia es ponerse encimista y pesado.

Algo similar o quizás incluso peor, es el caso de Miguel Ángel Perera, uno de los tres o cuatro toreros que tienen que llegar a figuras por decreto. Un torero al que constantemente se le está justificando por sus triunfos hasta en plazas de carros, pero que cuando se encuentra una papeleta, no difícil, sino que no se ajuste a su vulgaridad, se pierde y no sabe por dónde seguir. Y es que aquel torero valiente, que se ponía en el sitio de la verdad y que intentaba hacerlo de la misma forma, se ha diluido como el Cola- Cao en la leche caliente, incluyendo los grumos y todo.

Desde que sale el toro, su toreo es un sin sentido plagado de triquiñuelas de torero de verbena. Con el capote no hay pase en el que no eche el paso atrás o, en su defecto, para disimular esta carencia junta los pies perdiendo un pasito. No sabe seguir la lidia, no pone el toro al caballo, lo deja donde le pille y si se tiene que quedar en el culo del caballo y pasar entre éste y las tablas al otro lado, pues lo hace, bien por desconocimiento de dónde debe colocarse y por dónde salir del remate, porque para él todo se centra única y exclusivamente en la muleta o por pura ignorancia. Y su fuerte, la muleta, no es precisamente para tirar cohetes. Porque aparte de empezar sus faenas con ese pase por detrás en el que le marca la salida al toro desde antes de que se arranque. Eso de pase cambiado, de citar por un lado y a pocos metros cambiar el viaje del toro es ciencia ficción en el toreo de este chico. Sí, es verdad que hay gente que aplaude a rabiar, pero realmente es algo que no llega. Y con la muleta muchos pases, incluso sin moverse, pero sin guiar la embestida del toro, citando dándole el culo y despidiendo al animal fuera de jurisdicción, sin importarle dónde caiga. De lo de las distancias, terrenos y querencias ya ni hablamos, eso es para toreros que por lo menos tengan afición. Y lo peor de todo es que este torero empieza a relatar una odiosa salmodia de excusas: “He estado por encima del toro”, “Con ganado así es imposible” “Tenía un peligro muy molesto para el torero” ¿Y si probara a dar a cada toro la distancia que éste le demanda y a citarle en su sitio y a tirar de él rematando el pase atrás? Él verá lo que quiere ser de mayor, de momento un pegapases infumable.

Y el tercero en discordia era ese extraño caso de Jekyll y Hyde que es Alejandro Talavante. Lo siento, pero yo no me creo que lo que hizo de novillero y después de matador en esta plaza fuera de casualidad. Quien toreó en su día como él lo hizo, no puede ser que no sea capaz de repetirlo. Pero su desgana es tanta, que parece como si no fuera con él la cosa. Quizás sea duro decirlo, pero pienso que a lo mejor debería alejarse de este mundo de los toros durante un tiempo, el que él decida, el que él necesite, un mes, un año, dos, los que sean, pero que se piense lo que ha hecho, lo que está haciendo y lo que quiere poder hacer. Lo que está claro es que no se puede seguir arrastrando así por los ruedos. Creo que Talavante no se puede permitir ese lujo y confío en que sea inteligente y tome la mejor decisión.

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