Esa es la especialidad del número uno en números, el Fandi, quien es capaz de empezar con el toro siguiente, mientras torea a otro con la muleta. El único torero del mundo capaz de salir en todas las fotos movido. Y si para mejorar las estadísticas eso está muy bien, para perpetuar su arte en esto del toreo, no es lo mejor. Estoy seguro que por ahí cortará orejas a espuertas, sobre todo después de ver como se entusiasmaban los isidros en los dos vulgares tercios de banderillas. No se puede parear al toro a base de carreras, carreras antes de la reunión, carreras en la reunión y carreras después de la reunión. Y con tanta carrera es muy difícil medir donde se producirá el embroque y llegar en el momento justo en que, delante de la cara del toro, se meten los brazos, se clava y apoyándose en los palos se sale de la suerte… andando. Y lo mismo ocurre con la muleta, donde siguen las prisas, la mala colocación y la ausencia absoluta de temple. Como comentaba ayer con Antonio, otro sempiterno compañero de grada, si en ese momento alguien le grita a El Fandi: ¡Templa! Seguro que se vuelve y te suelta un sopapo, por pensarse que es un insulto. La verdad es que es la pura reencarnación del toreo moderno eso que ahora dicen que es un espectáculo, y para que la gente se divierta. Y si se desaprovecha uno de los pocos toros que hasta el momento habían embestido, pues se siente, que lo primero son las palmas y las orejas, lo de torear queda para los pobres.
El contrapunto de este electrizante espectáculo ha sido Juan Bautista, todo desgana y aburrimiento de si mismo, sin intentar el toreo de verdad, colocándose en la pala del pitón, alargando el brazo y metiendo descaradamente el pico de la muleta. Precisamente por alargar tanto el brazo, ha tenido un buen susto cuando se disponía a dar un pase de pecho. Y Juan Bautista acabó con sus dos antagonistas y nos quedamos como estábamos, pero más amodorrados.
Y llegó Luís Bolívar dispuesto a sacudirnos el sopor. Incluso en bastantes momentos, hasta acelerado. Pero que conste que no tenía nada que ver con la cámara rápida de El Fandi. Ya desde el principio se le vieron las ganas, intentando entrar en quites, pero sin lograr el objetivo de enamorarnos con su arte. Tuvimos que esperar hasta el sexto, el último de Las Ramblas, que acudía a los engaños, pero que no era ninguna bobona. Ya en las verónicas de recibo, en las que echó el paso atrás, aunque fuera ganado terreno hacia los medios, al rematar con dos buenas medias se fue cogido.
No se puede decir que sea un fenómeno llevando la lidia. El toro empujó en el caballo y quedó preparado para la faena después de dos buenos, rápidos y eficaces pares de Gustavo Adolfo García. Y Luís Bolívar empezó la faena con una buena tanda de derechazos, tirando del toro y llevándolo toreado, pero a partir de ahí le pudo la ansiedad, la falta de serenidad y la tentación de volver al toreo con el pico, atravesando la muleta, lo que le volvió a costar otro revolcón, al quedarse al descubierto iniciando el pase antes de embarcar al toro en la muleta. Fue una faena emocionante y con el público de Madrid entregado, un público especialmente sensible después de una cogida, especialmente si el tiempo de la faena se mide por el reguero de sangre que va dejando el matador. Y en la misma línea, el colombiano se tiró a matar en el mismo hoyo de las agujas, aunque perdiendo la muleta, algo que ya no se valora, pero que siempre hay que tener en cuenta.
1 comentario:
Las Ramblas ha echado algunas buenas corridas, o al menos con casta, en los últimos años. Me gustó la corrida de ese año, hubo tres toros de bandera y no me gustó Bolívar con su segundo toro. Un torero que apunta desde hace muchos años pero que no acaba de romper, a pesar de ser muy valiente es bastante vulgar. Qué bien lo paso rememorando tardes pasadas jejeje. La entrada de la tarde de Morante, la de este San Isidro, la de su antología de capote ya está seleccionada por mi parte. Un saludo, Enrique.
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