lunes, 25 de mayo de 2009

Mulos de carga para Madrid


Eso es lo que eran los pupilos de don Samuel Flores y familia, unos mulos con cuernos y con peligro, a veces con mucho peligro. Esta que fue en su momento una ganadería muy del gusto del aficionado, se ha convertido en lo que se ve ahora. Aquella ganadería que empezó a ser vista con ojitos por enrique Ponce, ha quedado en un montón de carne para filetes.

Y para lidiar con estos bueyes mandamos a tres toreros con posibilidades, pero no con este ganado, porque con estos samueles estaban condenados a estrellarse. Eso fue lo que le pasó a Domingo López Chaves, aunque tampoco hay que ocultar que estuvo quizás excesivamente desconfiado. Los toros no eran para confiarse, no, pero si vienes a Madrid, a San Isidro, una única tarde, hay que venir con otra disposición.

Quien si vino con otra disposición, con muy buena disposición, fue Diego Urdiales, quien ante un manso como los demás, se obcecó en hacerle faena. Faena que el toro no tenía y que poco a poco, a base de firmeza, fue arrancándole como con sacacorchos. Empezó con tandas de derechazos de bastante mérito, en los que aparte de las precauciones lógicas para que no le cogiera, tenía que evitar que echara la cara arriba, especialmente por el pitón izquierdo. Hay que señalar que estas joyas, gazapeaban, escondían la cara entre las manos y esperaban y esperaban, pero cuando creían que tenían la presa en su mano lanzaban unos derrotes escalofriantes. Pero Diego Urdiales solventó este problema con mucha cabeza, con trincherazos y pases siempre por bajo. Pero a pesar de todo se echó la muleta a la mano izquierda y le dio unos buenos naturales, aunque al toro le costaba mucho más, pero también se los llevó puestos. Al final no mató, le costó deshacerse de esta infamia con cuernos y seguro que perdió la oreja, pero lo que no perdió es lo que hizo con ese mulo.

Javier Valverde hizo también suya la causa de Urdiales y se fue decidido hacia su segundo; estaba claro que no quería desaprovechar la tarde y después de no poder hacer nada con su primero, apostó el resto en su segundo. Lo recibió de rodillas, y como el toro no embestía, quiso embestir él, pero la cosa no estaba para florituras, y lo pudo comprobar en carne propia cuando le levantó los pies del suelo y le tuvo a merced de sus cuernos un buen rato. Al final todo quedó en un susto monumental y en unos puntazos, que seguro que no le impedirán volver en unos días a esta misma plaza.

Como último apunte quiere señalar la actuación de Pedro Cebadero, el tercero de Javier Valverde, quien además de poner dos buenos pares en los dos toros, demostró como apartar al toro que se iba suelto al picador reserva, sin dar ni un solo capotazo. Simplemente se dejó ver, llamó la atención del mulo y se lo llevó a otros terrenos. Igual si le hubiera indicado dónde tenía el carro aparcado para que tirara de él, le habría hecho caso igual, pero de la forma que lo hizo tiene mucho más mérito.

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