Estos son los que van a salvar la fiesta, esto son los que llenan plazas allá donde vayan, los que cortan orejas a espuertas y los que, tarde tras tarde, indultan toros de ganaderías como la del supercartel de la feria que nos tocó sufrir. Luego nos quieren hacer creer que los antitaurinos quieren acabar con nuestra fiesta y nos molesta que un partido político pida que se declare Cataluña como espacio sin toros. Pero si se lo estamos poniendo a huevo. Si es que les estamos poniendo en bandeja argumentos que nunca habrían sido capaces de encontrar por si mismos.
Este cartel tan redondo, con ganado por el que toda la torería es capaz de cualquier cosa y toreros capaces de soportar sobre sus espaldas todo el peso de la fiesta, empieza a derrumbarse cuando para encontrar seis toros, tienen que traer a toros y toros y más toros, eso que se conoce como baile de corrales.
Y ya estamos sentados en la localidad rodeados de los habituales y de los habituales chalanes con la copa en la mano y el canapé en la solapa, más preocupados de que el siete u otros que no queremos comulgar con ruedas de molino les fastidiemos “su” tarde. Yo también les entiendo, van una vez al año a los toros, se gastan una pasta en la reventa y están viviendo su día de toros desde mucho antes de las siete en los bares de la zona. Para que luego llegue un listo y le diga que esos toros no son para Madrid y que de los mil pases que dieron sólo se salvo uno y que para más INRI, no lo dio el torero de su pueblo.
Pero lo preocupante es que las figuras actuales sean estas. El primero El Juli, a quien decidieron convertirle en ídolo y hacerle cargar con el título de figura estelar, pero al que esto le cae muy grande. Porque un torero con tantas corridas, tantos triunfos y tantas gestas, no puede permitirse el lujo de dejar deambular al toro por la plaza esperando que llegue el momento de coger la muleta. Entonces sí, él a lo suyo, a pegar trapazos con el pico y fuera de cacho, en faenas interminables que puede cerrar con una estocada en medio del lomo, como ha sido el caso de su primero. Y si no le dan las orejas, pues nada lo volvemos a intentar en el segundo y si no, en la corrida siguiente y si no, pues el año que viene y si no, pues y si no, no pasa nada, porque mientras va por toda España como si fueran los “Coros y Danzas” de otra época.
Otra de las figuras es El Cid, torero considerado en Madrid, donde siempre ha dado el callo y donde nos ha regalado tardes de verdadera torería, pero si se empeña en participar de estas pantomimas se arriesga a que lo equiparen con estos fabricantes de mantazos con toros infames. Él verá si le compensa. Económicamente y a corto plazo seguro que sí, pero… pero él tendrá que decidir si elige el lado oscuro de la fiesta. Pero como el que tuvo retuvo, fue el único capaz de instrumentar un natural como Dios manda, llevando embarcado al toro y despidiéndolo detrás de la cadera, pero repito, fue el único. Una gloria exigía que a lo mejor tiene que compartir con El Boni, a quien le podríamos dar ya el título de lidiador mayor del reino.
Y llegamos a la gran figura emergente, al que le da igual torear en Madrid que en la feria de Zafra, y que esto no se interprete como menosprecio, pero en cada plaza se piden unas cosas y un toro distinto, eso es evidente. Miguel Ángel Perera que tiene la faena tipo y que la suelta en cuanto puede a cualquier tipo de espectador, igual que el mal estudiante que sólo se prepara los Reyes Católicos y que le pregunten lo que le pregunten suelta los Reyes Católicos, con su conquista de Granada y todo. Pues eso, en el mundo del toro de siempre, no vale. No se puede recibir a un toro por verónicas echando descaradamente el paso atrás o juntando los pies perdiendo terreno, no se puede tirar el toro al caballo, allá donde caiga, suerte también practicada por El Juli, y quedarse en el culo del mulo esperando a ver qué pasa. La cosa es que todo pase rápido, que hay que ir a la muleta. El número fuerte: la muleta. Con esos pases por detrás, como si la tragedia y el dramatismo nos paralizara, pero como todo lo que hace este chico, con mucho, mucho truco. Ya desde cuando cita de lejos le está marcando por donde salir al toro: Por aquí ¿eh? Por aquí. Y a partir de ahí, el mundo del trapazo en toda su extensión, pico por aquí, vaciado de embestidas por allí, pierna atrás descaradamente escondida, retorcimientos para que el toro pase lo más lejos posible y cuando la burra se para, arrimón. Y el paisanaje loco, y los que no somos paisanos, sin dar crédito a lo que tenemos delante y al lado. Pero es lo que tienen las ferias y más la de Madrid, plaza incluida en el tour “Usted es un taurino de pro”. Pues de esa nómina de taurinos de pro, a mi que no me pongan.
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