sábado, 30 de mayo de 2009

Ídolos con pies de barro

En esto se han convertido los toros de Adolfo Martín. Siempre esperados por la afición, llevan acumulando decepción tras decepción, lo cual tiene que hacer reflexionar a alguien. Un año puede ser mala suerte, pero ya no es un año. Al igual que otras ganaderías consideradas duras en otro tiempo, como Dolores Aguirre o Celestino Cuadri, aunque este tuvo la fortuna el año anterior de echar el mejor toro de la feria, entre una manada de mulos inmóviles.

Quizás Adolfo Martín cayó en la tentación de intentar dulcificar a sus toros, pero como viene demostrando el tiempo, quien entra en ese camino ya no puede volver atrás y además, durante largo tiempo, debe estar vagando por los infiernos. Los infiernos del burro con cuernos, de la pérdida de casta, de la flojera y hasta de la mansedumbre de sus pupilos. De una forma resumida a esto es a lo que se reduce el comportamiento de los adolfos en la feria de San Isidro, y de los sobreros que completaron el festín.

Un ganado con el que se estrellaron los espadas elegidos para la gloria que no llegó. Un Frascuelo que fue recibido en loor de multitudes, quizás no tanto como reconocimiento de méritos anteriores, que los hay, sino como respuesta de la afición ante tanta vulgaridad y aburrimiento. Es una forma de decirle a esa troupe de modernos que lo suyo nos cansa, que queremos clasicismo y verdad, y que no haya que dar vueltas y vueltas para justificar lo injustificable.

En el filo de la navaja están matadores como Rafaelillo, quien a veces parece que quiere hacer el toreo de verdad, pero que a la mínima se zambulle en este horroroso vanguardismo del pico, la pierna atrás, el trapazo largo pero no profundo y el bajonazo imperante. Con los adolfos no ha estado ni mal, ni bien, sino todo lo contrario. A lo mejor tiene que agradecerle a los toros el que no mostraran sus deficiencias. A lo mejor incluso, esto es lo que hace el resto del escalafón, refugiarse en mulos paralizados, para que no se vean sus deficiencias.

Y el último era el salmantino Javier Valverde. Extraña trayectoria la de este chico, que de novillero puntero pasó a matador poco ambicioso, aparentemente, y que cuando ha querido hacerse un sitio ha sido a base de corridas duras, cornadas y estrellarse contra mulos como estos. Lo intentó, lo intentó y lo intentó, pero con lo que él no contaba era con que no tenía que vérselas con un ganado duro, encastado y que le fuera a poner mil y una dificultades, sino que iba a tener que ver salir una moruchada. Lo único que dependía más de él que del toro era matar bien y la verdad que en los dos cumplió, con dos estocadas enteras, la segunda desprendida, que hizo que sus toros cayeran fulminados sin poder dar más de dos pasos. Pero que nadie piense que se han acabado las borricas tontas, porque hay varias ganaderías que hace tiempo que entregaron la solicitud de ídolos de barro, entre ellas la de Victorino. Pronto sabremos si le ponen el sello de aceptada o no.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdo total sr Martin.
Viva el toreo autentico. Y los toreros como Bernado, Sanchez Bejarano, El Inclusero,Pepe Luis y Frascuelo.