sábado, 9 de mayo de 2009

Torean burros, como si fueran toros




Eso es lo que nos han echado esta tarde en la plaza de Madrid, unos marmolillos infumables, sin casta ni bravos, ni mansos, para que fueran toreados, picados y muertos a estoque, como si fueran toros. ¿Y quiénes iban a ser los encargados de mostrarnos todo lo que los de Gerardo Ortega y el remiendo de Sepúlveda llevaban dentro? Pues por un lado Antonio Barrera, al que nadie puede discutir su honradez como torero, que se encontró con un primero que echaba la cara arriba como si quisiera llegar a la bandera, pero que en cuanto se le bajaba un poco la mano se comía el suelo y un segundo imposible, al que sólo se le podía entrar a matar los más dignamente posible. El segundo de los alternantes, como diría aquel cursi, era Leandro, antes Leandro Marcos, quien nos recordó cómo era eso que llamaban toreo a la verónica, sin echar la pata atrás y ganándole terreno al toro. Pero después de una lidia no muy afortunada se limitó a esbozar apuntes de torero artista, pero sin orden ni concierto. Y el tercero Sergio Aguilar, que no pudo engrosar su currículo. Sólo un intento de gaoneras que le pudieron costar un disgusto y un quite muy oportuno a Paco Peña, a la salida de un par de banderillas.

Pero a esto hay que añadirle la inoperancia de los toreros, de oro, de plata y hasta de bronce si los hay. Seguimos en las mismas, en no saber seguir la lidia, en no conocer los terrenos del toro y torero y en la falta de recursos para ejecutar las suertes, cuando el toro presenta ciertas dificultades. Y en estos casos siempre hay alguien que protesta y que exige que al menos haya un cierto orden, y alguien que protesta a los que protestan. Estos son esos amantes de los silencios sevillanos, esos amantes de esos respetos mal entendidos, según mi parecer. Pero esto es una parte más de ese tratamiento de domesticación del público al que los taurinos nos quieren someter.

Hoy es sólo el segundo día de feria, pero quiero dejar una idea para que cada uno reflexione, y que conste que el ejemplo no es mío, se lo he cogido prestado a Pepe, mi compañero de localidad desde hace muchos años. La idea es la siguiente: si tenemos unos albañiles trabajando en casa, alicatándonos el baño por ejemplo, y vemos que está poniendo los baldosines al revés, ¿qué hacemos? ¿Esperamos a que termine? O, si nos damos cuenta en la primera fila, ¿se lo decimos inmediatamente? Que cada uno saque sus propias conclusiones, aunque si nos quejamos en cuanto vemos el error y los albañiles empiezan con eso de: por favor, un respeto que me estoy jugando el pillarme un dedo, es que el baldosín me mira por encima de la llana o aquí vienes a poner unos baldosines, pero al final no sabes los que vas a poner. Puede que muchos no me entiendan, especialmente “la gente del toro”, pero los que pagan religiosamente su entrada seguro que sí. Sobre todo esos a los que les quieren hacer pasar burros por toros.

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