martes, 12 de mayo de 2009

Duros de pelar


Los novillos de Montealto podían ser muchas cosas, menos tontos y facilotes. Seguramente que la mayoría de la gente que decidió ir a la novillada, pensaban que iban a ver otra cosa. El primero yo, que me tengo que tragar mi predicción de ayer; a propósito, la bola de cristal la vendo a buen precio. Pero es que en este mundo, quien manda es el toro y es el que decidió por donde iba a discurrir la novillada. A todos nos hubiera gustado ver a unos chavales que se iban a comer el mundo, atropellados a veces e intentando hacer el toreo bonito y variado que les deben enseñar en las escuelas. Y por esas andaba José Manuel Mas intentando hacer un quite variado, pero lo que nos esperaba era otra cosa. Los de Montealto no estaban para fiestas, estaban esperando a unos toreros que les plantaran cara y les demostraran lo que es la tauromaquia clásica, que para días como este tiene más de una receta, y buena.

Una de las primeras enseñanzas es que a los toros hay que picarlos, que si el castigo se le administra bien, luego será más fácil no sólo torearlo, sino simplemente el estar delante de él. Esta parte no la han leído ni Mas, ni Tendero. Y otra que puede parecer un capricho, pero no lo es, es todo lo referente a la colación de matadores y subalternos a lo largo de la lidia. De que sus compañeros no conocieran este capítulo, el que salió desafortunadamente muy perjudicado fue Gimeno Mora, al ir a banderillear al segundo de la tarde. Inexplicablemente, no había nadie a la salida del par por ninguno de los dos pitones y lo más inexplicable es lo que tardaron en hacerle el quite. Bien es verdad que el manso segundo, una vez que notó que tenía la presa al alcance de la mano, no veía otra cosa que a Gimeno Mora. Pero en estas circunstancias no se puede uno limitar a mover el capote y decir eje. Aunque insisto que lo principal es la colocación previa.

Quién sí salió decidido a demostrar que quiere ser torero fue Javier Cortés, muy firme, buscando la pelea y queriendo salir victorioso. Empezó por el pitón derecho porque por el izquierdo era imposible dar un solo pase, pero incluso después lo intentó para ver si ese defecto se había corregido algo, pero no, ni tan siquiera en los pases de pecho. Javier porfió en el empeño, pero cada vez que lo intentaba o se le colaba, o se le venía encima o se le revolvía. Al final mató mal, pero seguro que se sintió satisfecho y lo que es más importante: torero.

De distinta escuela, no sólo porque sea aquel de Madrid y este de Albacete, es Miguel Tendero, al que le tocó lo menos imposible de la tarde, pero como parece ser que lo suyo es torear con el pico, ir dando pases por donde el toro le quiera llevar y arrancar el aplauso fácil a los transeúntes de cada tarde, pues quedó en nada. Quedó en que no sé si llegará a ser torero, seguro que sí, pero o cambia, o será uno más, un vulgar torero moderno como hay tantos.

De José Manuel Mas no puedo decir mucho porque no se supo dónde quiere llegar, si se quiere apuntar a torero, a pegapases o a otra cosa, así que otra tarde con mejor ganado le veremos y sabremos si se decide. Lo que es decidido, decidido, no lo ha estado mucho. Pero los que si han estado muy decididos han sido los peones que han lidiado y banderilleado a esas joyas de sangre Domecq. Con las banderillas Carlos Hombrados, en un par en el que ha concedido todas las ventajas al novillo, Julio Campano y Niño de Santa Rita, que tuvieron que saludar montera en mano, o Alberto Molina. Y Agustín Collado que tuvo que trabajar para poder hacerse con el quinto que aunque empujaba en el caballo, al final salía buscando refugio. Todo esto me ha enseñado una cosa y es que de adivino tampoco sirvo. Seguiré probando, Aunque lo que si tengo claro es que torero, ya no me hago.

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