domingo, 31 de mayo de 2009

Victorino se apunta a la vulgaridad

¿Dónde están las alimañas de Victorino? Pues parece ser que en el limbo o lo que es lo mismo, en los vídeos de hace diez o quince años, si no más, en las crónicas que duermen en las hemerotecas y en la memoria de los aficionados. Estoy seguro de que él, que conoce el toro bravo como nadie, sabrá explicarnos lo bien que tuvieron sus toros y lo mal que los entendieron los espadas que se enfrentaron a ellos.

La bondad del ganado es difícil de entender, aunque si es verdad que a alguno se le podía haber toreado más y mejor, pero tampoco hay que exagerar. Urdiales pudo haber realizado un mejor trasteo con el primero y El Cid no se acabó de entender con el segundo, al que fue capaz de empezar toreándole bien con la derecha, pero por las buenas cambió de pitón y desaprovechó las escasas fuerzas del animal en el pitón malo. Por su parte Iván Fandiño no entendió que a su segundo había primero que poderle y luego ya se vería. Con esto ya queda dicho que los tres matadores no tuvieron su mejor día, pero seguro que Victorino también vio lo que dieron de si sus toros, poco.

Los terroríficos Victorinos se han convertido en unos toros flojos, que se paraban en la muleta y que si tenían que elegir un camino, éste era o el del peligro o el de la sosería. Si esto se lo contamos a un señor camino de la plaza hace quince años, pensaría que habíamos perdido la chaveta, pero sí, los Victorinos se ha apuntado al grupo de los sosotes.

Ha sido el broche ideal, para una feria ideal. En una sola tarde se ha visto reflejado todo lo que han sido las veinticuatro tardes pasadas. Un ganado de renombre que ha defraudado estrepitosamente al aficionado y tres matadores que no han sido capaces de superar el más mínimo obstáculo, porque están acostumbrados a ir repitiendo la misma faena a todos los toros, sea cual la plaza. Y eso que los tres que han cerrado la feria han sido de lo mejor y más interesante que ha pasado por Madrid, y si no han conseguido más, es porque el toro tampoco se lo ha permitido.

No ha sido la feria de El Cid, eso es evidente, pero tampoco hay que crucificarlo por eso. ¿Qué tendríamos que hacer entonces con los figurones que han paseado su palmito y su incapacidad por las Ventas? Diego Urdiales ha sido protagonista de una de las actuaciones más interesantes de la feria e Iván Fandiño se ganó esta sustitución a pulso. Aunque insisto en que los aficionados no debemos dejarnos envolver por discusiones de detalle, que si aquel toro, que si aquel pase, que si aquel quite , que si, que si, que si… La feria ha sido lo que es la fiesta ahora, un fraude, un fracaso, un aburrimiento, una gran vulgaridad con patas y una gran, gran mentira. Seguro que los taurinos no están de acuerdo con esto, faltaría más; empezarían con sus argumentos de siempre, el respeto, que una persona se juega la vida, que ha habido llenos casi todas las tardes, que si la tele, pero yo les pido que reflexionen sólo un minuto. En muchos pueblos se están eliminando los toros del programa de fiestas, el aficionado empieza a abandonar las plazas, y si no sólo hay que pasarse por las Ventas el primer domingo después de la feria. Nadie está contento con el resultado de la feria y además se está extendiendo como una idea generalizada, que los toros son un auténtico aburrimiento y que para ver algo que merezca la pena, hay que ir mil y una tardes a los toros. Y una más, de la que los taurinos saben sacar partido: en las plazas de por ahí, se ven mejores toros y no búfalos y los toreros se hinchan a pegar pases y a cortar orejas. O sea, traducido al castellano esto quiere decir que son mejor los toros pequeñitos y cómodos, que la calidad se confunde con la cantidad y que si hay orejas, todos contentos. La verdad que el panorama no es muy halagüeño, pero es lo que hay, vulgaridad.

No hay comentarios: