Excepcional debe ser el que el toro vuelva con vida de dónde salió |
Parece mentira que con lo frecuentes que son últimamente los
indultos, algunos no acabemos de saber cómo se llega a ese punto y con lo que
se oye por ahí, lejos de aclararnos, entendemos cada vez menos sobre la
cuestión. Ingenuos aquellos que creían tenerlo claro, aplicando eso de: un toro
excepcional en los tres tercios. Pues no, porque ahora parece que esa
excepcionalidad se hace imprescindible el saltársela a la torera, con el único
fin de conseguir que un hecho extraordinario se convierta en un aliciente al
alcance de cualquiera y disfrutable por el mayor número de personas que acudan
a una plaza de toros. Que en lo que antes decidían, una vez pedido por el
público, el matador, la autoridad, asesorado en consecuencia por quienes
deberían estar a su derecha e izquierda, y el propio ganadero, quien tendría
que considerar si ese ejemplar le es apto para padrear. Que me dirán que nada
ha cambiado en la actualidad; sí, pero. ¿Y cuál es el pero? Pues que manda más
el entusiasmo del público, sin tener en cuenta esa excepcionalidad en los tres
tercios. No es infrecuente el ver cómo la caldera se va calentando ya en el
último tercio, ante la repetición de las embestidas del toro. Ahora mismo me
cuesta recordar un indulto construido a partir de ese entusiasmo en el primer
tercio, ante el espectáculo de un toro acudiendo al caballo tres veces, con
prontitud y sin derivaciones como empujar de lado, echar la cara arriba, sin la
fijeza y codicia precisa o sin recibir un mínimo castigo en el peto. Todo puede
ser eludible, si el fin es el indulto.
No paro de preguntarme si eso del indulto es tan necesario
para la Fiesta. Perdónenme, pero no acabo de entenderlo, llegando incluso a
escuchar eso de que si nos ponemos exigentes, entonces no habría indultos. ¿Y
cuál es el problema? ¿La Fiesta no podría subsistir sin ellos? ¿Sería el fin de
la Fiesta? Se me hace difícil echar cuentas de los toros que he podido ver en
más de 50 años de ver toros en Madrid merecedores del indulto. A la memoria se
me viene Capitán y aquel Belador, con B, que ya en su día no mereció tal honor,
pero es que era de Victorino y al personal se le habían calentado bastante los
cascos en fechas previas a la corrida, por parte de la prensa de la época.
Tantos años sin indultos y no pasaba nada, ni se han desmoronado los cimientos
de la plaza, ni se ha resquebrajado por ello la afición, ni ha habido que
lamentar ningún cataclismo en el barrio de Ventas, igual que antes tampoco hubo
que lamentar desgracias ni por la Fuente del Berro, ni por la Puerta de Alcalá,
ni en la Plaza Mayor, ni en otros lugares como Tetuán, Carabanchel, Ciudad
Lineal, la Plaza de San Ildefonso o la mismísima plaza de Oriente. ¡Qué cosas!
Siglos sin un indulto en Madrid y no ha pasado nada.
Quizá esta ausencia de indultos era soportable porque no
había necesidad de justificarse ante los antis con eso de que hay toros a los
que les salvamos la vida y los devolvemos al campo. ¿Cabe mayor barbaridad?
¿Cabe mayor reconocimiento de culpa o de mala conciencia por parte de los
aficionados? Por consiguiente, todo toro
no indultado y muerto a estoque es motivo de vergüenza y signo de la barbarie
que quieren hacer que parezcan los toros. ¡Hombre! Qué buenos aficionados
seremos si nos quedamos en eso, si esgrimimos argumentos de tal simpleza y
bobonería? Damas y caballeros, que esto es la Tauromaquia, no la taurodanza,
que el motivo y el fin último de todo esto, no es otra cosa que la muerte del
toro de lidia en el ruedo y no será así, solo en casos excepcionales. Eso sí,
desde que nace un becerro hasta que es lidiado y estoqueado en la plaza,
transcurre un tiempo y se dan una serie de acontecimientos que hacen que este
fenómeno se convierta en un hecho cultural del que en el trayecto final puede
brotar el arte, auténtico y verdadero arte, sin que ello dependa del indulto o
no. Señores “indultofilos”, calmen su conciencia de otra manera, no sé, sienten
un pobre a su mesa, paguen unas misas por la cabaña brava, vayan en romería al
cabo de San Vicente, retírense del tabaco o si quieren, ofrezcan su castidad para
santificar su alma, pero no pretendamos cambiar lo construido con tan buen
juicio durante siglos.
También suele ocurrir
que en este maremagno de sucesos intempestivos surjan las ocurrencias, con la
mejor voluntad, por supuesto, pero que no pasan de ocurrencias, que en muchos
casos obvian lo construido con anterioridad, la idoneidad de lo ya probado, eso
de la prueba error y que por si no fuera suficiente ha servido para asentar
unos sólidos fundamentos, en este caso los del toreo. Muchas veces he escuchado
eso de que si el toro ha sido bueno, a más de uno, para aclarar dudas, le pedía
el cuerpo mandar salir de nuevo al caballo. ¡Hombreee! Un primer tercio con el
toro empleándose, un segundo y el de muerte ¿y le sacas de nuevo el caballo al
pobre animalito? Eso ya me parece sadismo. Que digo yo, que no tengo por qué
tener razón, ¿y no se puede aplicar la lógica? ¿No podemos hacer caso a
nuestros mayores y poner en práctica lo que nos enseñaron? Pues parece ser que
algunos no están contentos del todo y no son capaces de aprender en cabeza
ajena, no, tienen que equivocarse ellos mismos. Parece muy sensato el pensar
que si un toro va tres veces al caballo, sin hacer feos, y si es necesario se
le hace ir una cuarta, quinta o decimoquinta vez, dándole la vuelta al regatón
a partir del puyazo en que se considere que el toro ya está picado, que a
continuación se le prendan tres pares de banderillas y en último lugar la faena
de muleta de veinte o treinta muletazos. ¿Para qué más? Ni menos. Díganme
ustedes si entonces aún tienen dudas y si asoman, muy sencillo, a por el
estoque. Pero es que así no va a haber casi indultos ¿Y? ¿Cuál es problema?
Porque si alguien me dice eso, lo que me está reconociendo es que las maneras
actuales son un coladero y una forma de satisfacer a los amantes de la fiesta,
que no de la Fiesta. ¡Ah! Y eso sí, que cuándo se decida un indulto, por favor,
evítense el cachete en el morrillo y volvamos a la tradición y a lo que siempre
ha indicado el reglamento, a simular la suerte suprema con una banderilla. Pero
no sé si las masas y las voces de los medios, con sus adoctrinados incluidos,
estarán muy por la labor de hacer las cosas con criterio y así estaremos
dándole vueltas al majín, pensando y pensando: pero, ¿cómo llegamos al indulto?
4 comentarios:
Enrique, estoy de acuerdo contigo. No creo que el indulto sea necesario para la Fiesta y, caso de producirse, debería darse esta circunstancia cuando el toro ha cumplido con sobresaliente en los tres tercios. ¿Cuánto tiempo hace que no vemos un toro de nota en el caballo? Es como lo del Domingo, pedir la vuelta al ruedo a un novillo que ciertamente iba de lujo en la muleta pero, en mi modesta opinión, cantó la gallina en la segunda vara. Festejos como el del Domingo, por parte de los fuenteymbros, te aficionan a la Fiesta. Los indultos de pastel no van con mi manera de sentir la tauromaquia.
Un abrazo
J.Carlos
Enrique:
Estoy de acuerdo contigo en lo del indulto. Para mi, el indulto es una CONSECUENCIA de la lidia, y no un OBJETIVO. Para mi deben reunirse todas esas cualidades EN LOS TRES TERCIOS. También estoy de acuerdo contigo en lo que si alguna vez se da esto, en sacar al jaco otra vez al final de faena.
Un abrazo!!!!
J. Carlos:
Es que parece que no podemos vivir sin indultos, que se nos acaba el mundo sin ellos. Ya ves, más de 50 años y solo he vivido uno y además inmerecido. Que por otra parte, creo que indultar a un buen toro sin más, es perjudicarle más que otra cosa, porque no nos quedamos con lo bueno que hizo y sí con lo malo, que es precisamente lo que le hacía no merecerse volver al campo. El indulto es algo magnífico, pero como tú dices, cuando tiene sobresaliente en los tres tercios y nota media de matrícula de honor.
Un abrazo
Marín:
Yo lo del jaco no lo veo, pobre animalito. No lo veo necesario, es como cuando después de la estocada hay algunos que se ponen a darle naturales al animal. Creo que si en cada momento responde a lo que se le exige, ya es suficiente. Y ya es más que suficiente, ¿no?
Un abrazo
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