Cualquier cosa del pasado acabará pareciendo un sueño |
Renovarse o morir, decían los sabios. Pues nada, nada, a
renovarse. Que si todo el mundo dice que esto de los toros está desfasado,
parece que el acuerdo inicial está asegurado y que todo el mundo estará abierto
a nuevas opciones de divertimento. Porque claro, esto parece más que necesario,
pues esos mismos que piden renovación no paran de cavilar fórmulas que aligeren
una tarde de toros. Que si hace falta se pasa de seis a cuatro toros, que ya
que nos ponemos, que eliminamos lo de los caballos con faldas y, ¿por qué no?
Se puede instalar una parrilla con panceta, sardinas, y alitas de pollo para
que el respetable entre y salga a buscar la pitanza.
Pero yo les rogaría que no frivolicen con esto de la
renovación de la fiesta. Hay algo más, no nos pongamos límites. Porque no
podemos abstraernos de usos que en la actualidad se van abriendo paso
decididamente y que, aunque ahora no nos demos cuenta, pueden venir para
quedarse. Todo sea por dinamizar esta fiesta tan nuestra. Lo primero de todo,
hacer un pequeño cambio en la denominación. Que uno recuerda a sus mayores
cuándo hablaban de ir a los toros, de su gusto por los toros, de los periódicos
de toros, incluso de programas de televisión que se llamaban “Revista de Toros”
o de radio, como “Los Toros”. Pues ya es hora de cambiar, ¿no? Más que nada,
por no confundir a la gente, no vaya a ser que se presente en una plaza de
¿toros? Y no vea al toro por ningún lado. Que no es que proponga yo el nombre,
que ya está más que institucionalizado; a partir de ahora se hablará siempre de
“la tauromaquia” y si algún carca se resiste, se le dan dos amables collejas.
Pero lo que no se puede negar es que el espectáculo ya
comienza antes de entrar en la plaza, plaza de tauromaquia, por supuesto. Porque
esto es algo que hace brotar las sensaciones, los sentimientos y hasta las…
bueno, todo, hasta lo que es mejor no nombrar. Por eso, a partir de ya mismo
habría que regular antes del festejo que diferentes colectivos se manifestaran
contándonos sus cosas. Por un lado profesionales broncas citando al personal
con los clásicos de siempre: “Eso no me lo dices aquí”, “¿Tú y cuántos más cómo
tú?”, “ Me vas a c…” (Esto solo puede leerse si es a partir de las diez de la
noche. Completen ustedes la frase). Por otro lado, vendría bien un grupo de
antitaurinos, lo más numeroso que se pueda, procurando que al menos lleguen a
la docena, porque en caso contrario sería una pantomima en la que parecería que
los convencidos antis están ahí porque les pagan y eso nadie lo quiere. Ante
todo, el convencimiento. ¿No? Y entre ambos grupos, evidentemente, una unidad
de agentes del orden, provistos de sus cascos, porras y gafas de sol,
repitiendo a todo el que pasara por allí “por favor, más atrás”, “por favor, no
pase la línea”, “por favor échense pa’tras”. Pero el cuadro no estaría completo
si no hubiera rondando a los antis elementos aislados de personas mayores gritándoles
improperios hasta quedarse sin resuello. Quizá estos sean los más auténticos.
Bien es verdad que no cumplirían las normas del show, pues ellos hablarían de
los toros, quizá no llevarían una almohadilla con asa y con los colores
patrios, pero esgrimirían con increíble habilidad esa bolsa de plástico en la
que transitan la almohadilla inflable, el periódico que dan a la entrada, todos
los panfletos publicitarios que les pongan a la mano, la botellita de agua y
alguna foto firmada de un torero, conocido o sin conocer. Son esas personas que
una vez calmado el acaloramiento contra los antis te cuentan aquella tarde de
Manolo Vázquez, el día que vieron a José María Martorell, la alternativa del
Viti o cuando la plaza se llenó un día de plumas blancas que manaban como un
volcán de las almohadillas que reventaron una tarde de cabreo.
Luego, todo lo que pase dentro de la plaza daría lo mismo,
solo importaría en un caso, si esa marabunta entusiasta de la tauromaquia
consigue que haya un indulto y como consecuencia, el toreador en cuestión sale
a cuestas de los profesionales de la estiba de señores de luces. En este caso
las normas dicen que la masa tiene que intentar a base de tirones, hacer
jirones el vestido de torear y dejar al aclamado poco menos que con las
vergüenzas al aire. Pero no se crean que aquí acaba todo. Es entonces cuando
los profesionales que se manifestaban al principio empiezan a querer gana la
posición próxima al maestro a base de codazos, bocados y empellones, para ser
los primeros en decir eso tan de la tauromaquia actual del “bien, torero, bien”,
“maestrooo”. Mientras, los antis se seguirán manifestando, pero no contra los
toros, ni tan siquiera contra la tauromaquia, sino contra esos profesionales y
la masa jarta de alcohol y panceta, por intrusismo, por no respetar el sitio de
cada uno, porque esos, resulta que van a ser los que realmente acaben con los
toros y no ellos que llevan tanto tiempo trabajándoselo, porque si los propios
taurinos acaban con esto, ¿de qué van a comer ellos? Y ahora, díganme si les
convence o no la nueva tauromaquia.
Enlace programa Tendido de Sol del 5 de septiembre de 2021:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-5-audios-mp3_rf_75018321_1.html
2 comentarios:
Bravo Enrique. Un saludo.
Muchas gracias, un saludo
Publicar un comentario