Volvió el ídolo. A unos les pareció mucho y a otros... algo menos |
Si un caballero de repente percibe ese aroma sofisticado,
embriagador y delicado que desprenden unas gotitas de Channel es posible que
vea nublados sus sentidos y caiga en un enamoramiento transitorio que le haga
creerse estar entre hadas y faunos en un reino de fantasía. Los suspiros se
sienten eternos, la eternidad dura un suspiro, justo lo que duran dos verónicas
y una media. Pero aunque queramos cerrar nuestros sentidos con siete llaves,
puede ser que nos rocíen con chorretones de Barón Dandy, que sin ser
desagradable, no nos transportan más allá de puerta de casa; ni hadas, ni
faunos, ni eternidad, ni suspiros, que no es que huela mal, pero cuidado, que
puede que nos sature y no distingamos los aromas sutiles de los olores mareantes
que igual hasta nos provocan dolor de cabeza. Y ahora, juzguen ustedes, por un
lado, el capote de Morante y por otro el toreo de muleta de Gines Marín. Que
cada uno es muy suyo de decidir, aunque uno…
Años después de que le quitaran la chepa tan característica
del ruedo de Madrid, esa que chupaba las tormentas como una esponja gigante,
esa que se echó tanto de menos en la primera de feria, ahora con el ruedo
plano, pero que no evitó tampoco la larga ausencia del sevillano. Día de fiesta
mayor y no faltó de nada, ni la señora presidenta, ni el señor alcalde dándose
su tradicional paseo por el callejón, como el señorito lo hace por sus tierras para
ver su hacienda y que todo marcha. El himno, por supuesto, que no se tocaba
nunca antes en tal fecha, pero que igual es la aportación que la señora
presidenta quería hacer en este día. Y como colofón, las banderas de todos los
países taurinos del mundo: Uruguay, Argentina, Honduras, Nicaragua, Guinea
Ecuatorial, República Dominicana, Puerto Rico, Paraguay… Aunque igual. Bueno es
lo mismo. Y uno no sabe si es aportación reciente o simple falta de tacto y
desconocimiento desde el palco, que el señor presidente saca el pañuelo para
que salga el primer toro antes de que asome la autoridad en el ruedo, la
collera de alguacilillos.
Que ganas había de morantear esta tarde. Que ya han jaleado
los asistentes con delirio sus primeras verónicas, enganchadas y con el pasito
atrás. El de Alcurrucén se empleó en el primer puyazo, para a continuación
tomar de nuevo el capote de Morante, que parecía seguir en la misma línea, pero
aquí llegaron esas gotitas de Channel, una verónica mecida, llevando al toro y
rematada por una media para saborear un buen rato. Comenzó el trasteo con
ayudados por alto no templados y un toreo fino, elegante, pinturero, todo muy
pinturero, pero abusando del pico de la muleta y citando más allá de la pala
del pitón, más allá de lo permisible, quedando siempre descolocado, teniendo
que recuperar el sitio y rara vez rematando abajo. Pero ya les digo, pinturero,
como el que más. ¿Qué eso llega al personal? Claro que llega y más en este mar
de adocenados pegapases impíos, pero don tanta sustancia como los volovanes
rellenos de nada. Entera caída y oreja que paseo con esa majestuosidad de los
que creen que tocan el cielo y caminan por encima de las nubes. Su segundo
salió defendiéndose y Morante lo capoteó de aquella manera, por la cara,
mientras el animal no hacía ni amago de humillar. No quería caballo, ni nada
que le pudiera incomodar, se marchaba en cuanto atisbaba el penco, desde antes
de saber lo que había allí. Huía a toriles y mientras le picaban cómo se podía
y le daban todo lo que se podía, allá por el cuatro, el cinco y parte del seis
protestaban airadamente al manso. ¿Será otra aportación de la modernidad esta
de protestar los mansos? Y se oyó una voz que decía que los mansos tienen su
lidia y que no se cambian, lo que provocó la ovación de aquellos que tantas
veces le mandaban callar. Algo que no creo que se vaya a repetir en muchos años,
que los del “cállate ya” se reservan las palmas solo para los sainetes del
toreo moderno y sus borregos. Tanteó Morante por aquí y por allá, pero nada,
desconfiado, trapazos por la cara y hasta más ver. Nos quedamos con esa
verónica y un quite por chicuelinas, demostrando que ese lance puede ser algo
más que un trapaceo acelerado, rematado con una media, que no es mucho, pero el
Channel es lo que tiene, que te dan unas gotitas y luego tú ya te imaginas el
resto.
López Simón anduvo por allí, a lo suyo, a lo que lleva
haciendo años, que igual no son demasiados, pero lo parece. Sin capacidad para
conducir la lidia, que lo mismo un toro se le va del caballo una y otra vez
antes de entrar al peto, que se marcha al hacía la puerta, que se le quede sin
apenas picarlo. Le quiso recibir a este segundo por estatuarios y el Alcurrucén
se le fue directo al muslo, afortunadamente sin más consecuencias que un
tantarantán de impresión. Ya algo repuesto, volvió a la cara del toro y todo transcurrió
entre trapazos con el pico, excesivamente fuera, estirando el brazo en demasía,
acortando las distancias sin tener por qué y dejando fluir libremente la
vulgaridad y gusto de plaza de talanqueras. Al final el toro se quedaba ya por
lado izquierdo, lo que complicaba aún más la cosa, echando la cara arriba y
enganchándole la muleta. Le acabó propinado una estocada entera que le hizo
caer redondo en un abrir y cerrar de ojos. Su segundo salió punteando
continuamente el capote. Escarbaba ante el peto, tardeaba un mundo para
arrancarse, mientras le esperaba Ángel Rivas para administrarle dos puyazos en
el sitio. Eso sí que sería una buena aportación, si cundiera el ejemplo. El
animal tenía cierto peligro, recortaba por el lado derecho, esperaba a los
banderilleros y en estas José Chacón clavó un segundo par de mérito, sin que se
le ofreciera ninguna facilidad. López Simón comenzó la faena por alto, pegando
tirones y acomodándose con el pico y citando desde muy fuera. Quiso volver a
tirar de repertorio chabacano, metiéndose entre los cuernos y sacando muletazos
de uno en uno, acabando por ponerse muy pesado.
Ginés Marín se encontró con su primero que ya de salida se
le frenaba en los engaños, emplazándose y echando las manos por delante. Hay
que reconocerle al espada que puso las dos veces el toro al caballo después de
un recorte. Un primer puyazo trasero, para acabar escapando el burel a toriles,
que allí hacían pupa. Una segunda vara señalada apenas, pero en buen sitio. A
continuación vinieron las ya nombradas chicuelinas de Morante de la Puebla, a
las que respondió Marín con decoro, pero, sinceramente, no era lo mismo. Empezó
con la muleta de rodillas, pero descompuesto, hubo de ponerse en pie
inmediatamente. A cada trapazo destemplado el Alcurrucén respondía doblando las
manos. Hubo en algún momento cierta despaciosidad, incluso temple, pero abusando
del pico. Siguieron los tirones y más doblar las manos, cites muy fuera,
muletazos de uno en uno, demasiado encimista y brazo demasiado largo. El sexto
fue otro de Alcurrucén de un encierro desigual de presencia y comportamiento.
En líneas generales no aburrían, pero tampoco entusiasmaban, más mansos que
otra cosa, en ese límite de no aburrir, pero tampoco protestarlos airadamente.
A este sexto, muy corretón, no parecía que hubiera nadie capaz de atarlo a un
capote. Al contrario que en su primero, no cuidó el ponerlo en el caballo. Un
verdadero caos en banderillas, al que colaboraron quienes debían estar atentos
a la salida de los pares, uno de ellos, López Simón, que ya no estaba. Ginés
Marín comenzó el trasteo con la derecha, sin templar y sin mandar en los
arreones del toro. Todo transcurría entre muletazos con el pico, descolocado,
pero de repente aparecieron dos, tan descolocado y con el pico como todos, pero
conduciendo la embestida. Que dirán que vaya contrasentido, que lo es, pero al
menos ver eso ya suponía una novedad. Siguió la misma tónica por ambos pitones
y de nuevo un natural tirando hasta atrás, con los mismos defectos y esa
virtud. Un cambio de mano y otro circular muy largo. Luego quiso poner la
guinda con unos de frente, pero… quizá lo mejor fue uno de esos muletazos
ligado con el de pecho. Culminó con un bajonazo y se le concedieron las dos
orejas, excesivas a todas luces, pues no hubo toreo de capote, no cuidó la
lidia, los cites y las ejecuciones ya se han comentado y esos destellos no
justificaban tanto premio. Que en primera instancia puede parecer que eran
aromas de toreo, pero al final eran chorreones de Barón Dandy, que a la segunda
friega satura los sentidos. Y así concluyó la tarde, la feria que supuestamente
iba a ser grandiosa, que incluso los habrá que se hayan emocionado más de una
tarde, aunque mi duda es si se conmocionaron con tanta mediocridad y ya que no
podía haber meriendas, pues que hubiera orejas. Acabamos y echamos el cierre hasta…
Dios sabe cuándo, entre unas gotitas de Channel y chorretones de Barón Dandy.
Enlace Programa Tendido de Sol Hablemos de Toros del 10 de
octubre de 2021:
https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-10-audios-mp3_rf_76613484_1.html
1 comentario:
Enrique, de acuerdo con tu crónica. Los premios excesivos a todas luces pero ya sabemos la permisividad del público de Madrid. Una faena que no toma vuelo, de repente un par de muletazos limpios hacen enardecer a la people y miel sobre hojuelas. La plaza de Madrid se está convirtiendo en la plaza del "adorno", el toreo fundamental está cediendo ante la familia de las trincheras, kikirikís, espaldinas y arrimones. Y da igual cómo se ejecute la suerte supreme y dónde caiga la espada, lo importante es que el toro doble. Si son felices, allá ellos.
Un abrazo
J.Carlos
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