miércoles, 13 de octubre de 2021

Entre unas gotitas de Channel y chorretones de Barón Dandy

Volvió el ídolo. A unos les pareció mucho y a otros... algo menos


Si un caballero de repente percibe ese aroma sofisticado, embriagador y delicado que desprenden unas gotitas de Channel es posible que vea nublados sus sentidos y caiga en un enamoramiento transitorio que le haga creerse estar entre hadas y faunos en un reino de fantasía. Los suspiros se sienten eternos, la eternidad dura un suspiro, justo lo que duran dos verónicas y una media. Pero aunque queramos cerrar nuestros sentidos con siete llaves, puede ser que nos rocíen con chorretones de Barón Dandy, que sin ser desagradable, no nos transportan más allá de puerta de casa; ni hadas, ni faunos, ni eternidad, ni suspiros, que no es que huela mal, pero cuidado, que puede que nos sature y no distingamos los aromas sutiles de los olores mareantes que igual hasta nos provocan dolor de cabeza. Y ahora, juzguen ustedes, por un lado, el capote de Morante y por otro el toreo de muleta de Gines Marín. Que cada uno es muy suyo de decidir, aunque uno…

Años después de que le quitaran la chepa tan característica del ruedo de Madrid, esa que chupaba las tormentas como una esponja gigante, esa que se echó tanto de menos en la primera de feria, ahora con el ruedo plano, pero que no evitó tampoco la larga ausencia del sevillano. Día de fiesta mayor y no faltó de nada, ni la señora presidenta, ni el señor alcalde dándose su tradicional paseo por el callejón, como el señorito lo hace por sus tierras para ver su hacienda y que todo marcha. El himno, por supuesto, que no se tocaba nunca antes en tal fecha, pero que igual es la aportación que la señora presidenta quería hacer en este día. Y como colofón, las banderas de todos los países taurinos del mundo: Uruguay, Argentina, Honduras, Nicaragua, Guinea Ecuatorial, República Dominicana, Puerto Rico, Paraguay… Aunque igual. Bueno es lo mismo. Y uno no sabe si es aportación reciente o simple falta de tacto y desconocimiento desde el palco, que el señor presidente saca el pañuelo para que salga el primer toro antes de que asome la autoridad en el ruedo, la collera de alguacilillos.

Que ganas había de morantear esta tarde. Que ya han jaleado los asistentes con delirio sus primeras verónicas, enganchadas y con el pasito atrás. El de Alcurrucén se empleó en el primer puyazo, para a continuación tomar de nuevo el capote de Morante, que parecía seguir en la misma línea, pero aquí llegaron esas gotitas de Channel, una verónica mecida, llevando al toro y rematada por una media para saborear un buen rato. Comenzó el trasteo con ayudados por alto no templados y un toreo fino, elegante, pinturero, todo muy pinturero, pero abusando del pico de la muleta y citando más allá de la pala del pitón, más allá de lo permisible, quedando siempre descolocado, teniendo que recuperar el sitio y rara vez rematando abajo. Pero ya les digo, pinturero, como el que más. ¿Qué eso llega al personal? Claro que llega y más en este mar de adocenados pegapases impíos, pero don tanta sustancia como los volovanes rellenos de nada. Entera caída y oreja que paseo con esa majestuosidad de los que creen que tocan el cielo y caminan por encima de las nubes. Su segundo salió defendiéndose y Morante lo capoteó de aquella manera, por la cara, mientras el animal no hacía ni amago de humillar. No quería caballo, ni nada que le pudiera incomodar, se marchaba en cuanto atisbaba el penco, desde antes de saber lo que había allí. Huía a toriles y mientras le picaban cómo se podía y le daban todo lo que se podía, allá por el cuatro, el cinco y parte del seis protestaban airadamente al manso. ¿Será otra aportación de la modernidad esta de protestar los mansos? Y se oyó una voz que decía que los mansos tienen su lidia y que no se cambian, lo que provocó la ovación de aquellos que tantas veces le mandaban callar. Algo que no creo que se vaya a repetir en muchos años, que los del “cállate ya” se reservan las palmas solo para los sainetes del toreo moderno y sus borregos. Tanteó Morante por aquí y por allá, pero nada, desconfiado, trapazos por la cara y hasta más ver. Nos quedamos con esa verónica y un quite por chicuelinas, demostrando que ese lance puede ser algo más que un trapaceo acelerado, rematado con una media, que no es mucho, pero el Channel es lo que tiene, que te dan unas gotitas y luego tú ya te imaginas el resto.

López Simón anduvo por allí, a lo suyo, a lo que lleva haciendo años, que igual no son demasiados, pero lo parece. Sin capacidad para conducir la lidia, que lo mismo un toro se le va del caballo una y otra vez antes de entrar al peto, que se marcha al hacía la puerta, que se le quede sin apenas picarlo. Le quiso recibir a este segundo por estatuarios y el Alcurrucén se le fue directo al muslo, afortunadamente sin más consecuencias que un tantarantán de impresión. Ya algo repuesto, volvió a la cara del toro y todo transcurrió entre trapazos con el pico, excesivamente fuera, estirando el brazo en demasía, acortando las distancias sin tener por qué y dejando fluir libremente la vulgaridad y gusto de plaza de talanqueras. Al final el toro se quedaba ya por lado izquierdo, lo que complicaba aún más la cosa, echando la cara arriba y enganchándole la muleta. Le acabó propinado una estocada entera que le hizo caer redondo en un abrir y cerrar de ojos. Su segundo salió punteando continuamente el capote. Escarbaba ante el peto, tardeaba un mundo para arrancarse, mientras le esperaba Ángel Rivas para administrarle dos puyazos en el sitio. Eso sí que sería una buena aportación, si cundiera el ejemplo. El animal tenía cierto peligro, recortaba por el lado derecho, esperaba a los banderilleros y en estas José Chacón clavó un segundo par de mérito, sin que se le ofreciera ninguna facilidad. López Simón comenzó la faena por alto, pegando tirones y acomodándose con el pico y citando desde muy fuera. Quiso volver a tirar de repertorio chabacano, metiéndose entre los cuernos y sacando muletazos de uno en uno, acabando por ponerse muy pesado.

Ginés Marín se encontró con su primero que ya de salida se le frenaba en los engaños, emplazándose y echando las manos por delante. Hay que reconocerle al espada que puso las dos veces el toro al caballo después de un recorte. Un primer puyazo trasero, para acabar escapando el burel a toriles, que allí hacían pupa. Una segunda vara señalada apenas, pero en buen sitio. A continuación vinieron las ya nombradas chicuelinas de Morante de la Puebla, a las que respondió Marín con decoro, pero, sinceramente, no era lo mismo. Empezó con la muleta de rodillas, pero descompuesto, hubo de ponerse en pie inmediatamente. A cada trapazo destemplado el Alcurrucén respondía doblando las manos. Hubo en algún momento cierta despaciosidad, incluso temple, pero abusando del pico. Siguieron los tirones y más doblar las manos, cites muy fuera, muletazos de uno en uno, demasiado encimista y brazo demasiado largo. El sexto fue otro de Alcurrucén de un encierro desigual de presencia y comportamiento. En líneas generales no aburrían, pero tampoco entusiasmaban, más mansos que otra cosa, en ese límite de no aburrir, pero tampoco protestarlos airadamente. A este sexto, muy corretón, no parecía que hubiera nadie capaz de atarlo a un capote. Al contrario que en su primero, no cuidó el ponerlo en el caballo. Un verdadero caos en banderillas, al que colaboraron quienes debían estar atentos a la salida de los pares, uno de ellos, López Simón, que ya no estaba. Ginés Marín comenzó el trasteo con la derecha, sin templar y sin mandar en los arreones del toro. Todo transcurría entre muletazos con el pico, descolocado, pero de repente aparecieron dos, tan descolocado y con el pico como todos, pero conduciendo la embestida. Que dirán que vaya contrasentido, que lo es, pero al menos ver eso ya suponía una novedad. Siguió la misma tónica por ambos pitones y de nuevo un natural tirando hasta atrás, con los mismos defectos y esa virtud. Un cambio de mano y otro circular muy largo. Luego quiso poner la guinda con unos de frente, pero… quizá lo mejor fue uno de esos muletazos ligado con el de pecho. Culminó con un bajonazo y se le concedieron las dos orejas, excesivas a todas luces, pues no hubo toreo de capote, no cuidó la lidia, los cites y las ejecuciones ya se han comentado y esos destellos no justificaban tanto premio. Que en primera instancia puede parecer que eran aromas de toreo, pero al final eran chorreones de Barón Dandy, que a la segunda friega satura los sentidos. Y así concluyó la tarde, la feria que supuestamente iba a ser grandiosa, que incluso los habrá que se hayan emocionado más de una tarde, aunque mi duda es si se conmocionaron con tanta mediocridad y ya que no podía haber meriendas, pues que hubiera orejas. Acabamos y echamos el cierre hasta… Dios sabe cuándo, entre unas gotitas de Channel y chorretones de Barón Dandy.

 

Enlace Programa Tendido de Sol Hablemos de Toros del 10 de octubre de 2021:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-hablemos-toros-del-10-audios-mp3_rf_76613484_1.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enrique, de acuerdo con tu crónica. Los premios excesivos a todas luces pero ya sabemos la permisividad del público de Madrid. Una faena que no toma vuelo, de repente un par de muletazos limpios hacen enardecer a la people y miel sobre hojuelas. La plaza de Madrid se está convirtiendo en la plaza del "adorno", el toreo fundamental está cediendo ante la familia de las trincheras, kikirikís, espaldinas y arrimones. Y da igual cómo se ejecute la suerte supreme y dónde caiga la espada, lo importante es que el toro doble. Si son felices, allá ellos.

Un abrazo
J.Carlos