lunes, 11 de abril de 2022

Se quebró la ilusión

 

Hay tardes en que el toreo bonito, el de pellizco, tiene que dejarse a un lado, porque lo importante son otras cuestiones. Emilio de Justo, ya te esperamos de luces.

Tarde de grandes esperanzas, tarde de planes de triunfo, de grandes expectativas, todo estaba a punto, pero un toro se llevó todo por delante. Un toro de Pallarés no solo quebró esa tarde de expectación, también se llevó por delante a un hombre, a un torero, al que un mal derrote mandó a la enfermería y que, en el mejor de los casos estará varios meses en el dique seco. Era la tarde de Emilio de Justo y aparte de méritos taurinos, en un santiamén lo único que allí valía era la integridad del torero, que la incertidumbre de las primeras noticias cayera del lado de la luz y la esperanza, de la pronta recuperación del hombre herido. Difícilmente se puede hablar de lo que sucedió en el ruedo, después de lo sucedido y de las noticias que llegaban a través de las redes sociales. Lo que sí les puedo asegurar es que no puedo tener más ganas de volver a ver a este torero y contar lo bueno, lo malo y lo regular. Que si fuera mañana, mejor. Un toro de Pallarés que apenas fue castigado en el caballo, si acaso un raspalijón que apenas hizo mella en el toro. Escasito de fuerza, lo que se acrecentó con una vuelta de campana, midiendo la arena con el lomo. En la muleta parecía empezar con algo más de brío, que apenas mantenía, solo si no se le sometía con la tela, pero intentando seguir el engaño, hasta el momento de la suerte suprema. De Justo, buen estoqueador, cosa que ha demostrado a menudo en esta plaza. Se tiró sobre el de Pallarés, que al prenderle por el muslo le volteo en el aire, cayendo de muy mala manera recibiendo todo el golpe la cabeza y el cuello. El espada incluso pudo salir a la carrera para evitar un nuevo envite. Pero inmediatamente fue conducido a la enfermería, donde al poco se decidió que no podía continuar la lidia y que había de ser trasladado al hospital. Solo se puede decir una cosa, que Madrid no se va y que Madrid ya espera al matador de toros Emilio de justo. Ya digo que habrá más tardes y que se le pondrá bien, mal o regular, pero con él vestido otra vez de luces. Matador, ¡hasta pronto!

Menuda papeleta, el testigo lo había de tomar el salmantino Álvaro de la Calle, un torero con años de alternativa, pero muy poco rodado. La verdad es que uno no es partidario de que estos compromisos tengan que ser asumidos por los sobresalientes. Se corta la corrida y punto. Que dentro le esperaba una corrida con toros cinqueños y a punto de cumplir los seis en pocos meses. Que yo entiendo que la gente haya pagado su entrada, pero no hay vida que valga el precio de entrada alguna. Quizá ahora usted espere que yo juzgue a Álvaro de la Calle, pero le pido disculpas, pero no creo que sea justo, no creo que sea el momento. Solo decir que en el cuarto de la tarde pudo haber encontrado la gran oportunidad, pero lo voy a dejar ahí. Ha `pasaportado a los cinco que aún estaban enchiquerados con toda dignidad, con mucha vergüenza torera y con los recursos que tiene, no con más. Quizá en el quinto empezó a acusar el desgaste físico, quizá no midió ese desgaste, pues en varios momentos alargó en exceso el trasteo con la muleta. Hábil en ocasiones con la espada y más atascado con el verduguillo. Lo que no sabemos es si este gesto obligado le reportará algún contrato. Un torero al que se le vio llegar y marcharse a pie por la esplanada de las Ventas, con su mujer y su niña. Una imagen que ilustra la grandeza y lo duro de esta fiesta y de los que se quieren abrir camino. Eso sí, esa niña puede estar muy orgullosa de su papá.

El segundo de la tarde era del hierro de Domingo Hernández, que ya de salida perdió en alguna ocasión las manos, le taparon la salida en el caballo y parecía que la consigna era que no le quedaran demasiados bríos, quizá para no complicar la tarde al que tenía que llevar la corrida al completo. El toro se dolió con los palos y para el comienzo del tercer tercio se marchó a terrenos de toriles, los cuales no perdía nunca como referencia, presentando un peligro incierto y dando la sensación de ser el dueño de la situación. El de Victorino era un ejemplar clásico de los que ya tantas veces nos ofrece este ganadero/exnovillero/ epistolario/ empresario/ promotor turístico, un toro infame, blanco, sin presencia y hasta con algún kilo de más para semejante animal. Se quedaba debajo de los vuelos del capote y se revolvía con presteza. En el caballo simplemente se dejaba el de antes Albaserrada. En los primeros compases de la faena de muleta se despanzurró en la arena y hubo de contemplarse esa imagen del peón coleando para intentar que el animalito se pusiera en pie, lo que en este caso constituía una verdadera hazaña para el cárdeno al que le costaba mantenerse con un mínimo decoro ganadero. Y salió el de Victoriano del Río, que animó los ánimos de la concurrencia con tres arrancadas, tres, al peto. Iba pronto, sin derrochar alegría, pero con prontitud y sin demasiada fiereza en la pelea. O quizás sin esa fiereza que se puede exigir a un toro para que se pueda considerar merecedor de premio alguno. Se le lidió bastante deficientemente, mucho mantazo con los capotes, además de un duelo de chicuelinas entre los dos sobresalientes. El don Victoriano iba allá adónde le llamaban desde cualquier sitio de la plaza sin pensárselo dos veces. Ya en el último tercio él mismo parecía torearse, iba, venía, metía la cabeza y a cada muletazo iba dando la sensación de que se iba a ir que se aprovechara esa boyantía y prontitud. Se le dio la vuelta al ruedo y que cada uno piense lo que guste, pero bueno, la cosa podía haber sido peor. Y peor fue el de Palha, un grandullón feote y destartalado, que en el peto se limitó a dejarse mientras le tapaban la salida, como a casi todos del encierro, siendo cuando le quitaban el palo cuando más peleaba en el caballo. Coincidió que eran los momentos en que parecía que Álvaro de la calle acusaba lo que ya llevaba a la espalda. Cerraba la tarde el de Parladé, al que mejor cogió el picador de turno, pero sin apenas poderle castigar, porque evidenciaba una evidente falta de fuerza. Que el animal quería seguir los engaños, pero no le llegaba el aliento para eso. Que si aquí contara la intención, pues al animalito habría que agradecerle el esfuerzo, pero si al toro hay que presumirle el posible poder, mala cosa. Así concluyó una tarde en la que las escasas protestas vinieron de los que parecían en principio dispuestos a romperse las manos dando palmas y por el contrario, los que otras veces protestan y exigen se mantuvieron respetuosos y agradeciendo el esfuerzo de quién no venía para de repente verse en el compromiso de su vida. Ya ven esos a los que quieren ver fuera de esta plaza de Madrid supieron estar a la altura de las circunstancias y reconocer al que dio todo lo que tenía para dar. Si ya se anuncia otra tarde ya habrá tiempo de exigencias. Esta vez no era el día, porque apenas habíamos visto cómo se habrían los capotes y las muletas se hizo presente la verdad de la fiesta y sin apenas dar tiempo a pensarlo, se quebró la ilusión.

Enlace programa tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como bien dices Enrique, lo primero es desear que Emilio de Justo tenga una pronta y fructífera recuperación. En absoluto me disgustó Álvaro de la Calle. Es más, por momentos nos hizo olvidar el percance de De Justo. Disfruté con la lidia completa del toro de Victoriano del Río. Fue una faena muy completa, como pocas vamos a ver en San Isidro. Vimos la generosidad del matador para con el público a la hora de poner al toro en el caballo, vimos quites, una brega sensacional, un buen tercio de varas y una faena con la muleta de más a menos pero dejando buenas sensaciones y dando una merecida vuelta al ruedo por parte del torero. Si la vuelta al ruedo del toro fue merecida o no, para mi gusto le falto algo de picante y más motor en el último tercio pero no es menos cierto que hemos visto vueltas al ruedo menos merecidas.

Un abrazo
J.Carlos