Haciendo memoria, por mucho que quiera, no recuerdo un caso
como el sucedido el pasado domingo en Madrid, que un sobresaliente tuviera que
despachar él solo cinco toros de una corrida de seis, a causa del percance que
sufrió el matador titular, Emilio de Justo. Sin pretender convencer a nadie,
hay muchos factores que a uno le hacen reflexionar y al final llego a la
conclusión de que el público que va a las plazas cada vez es menos exigente y
hasta parece que le importa más bien poco lo que le den, con tal de que le den
algo. Que resulta que sacas una entrada para ver una cosa y a la media hora,
por imperativos no deseados, te cambian a una de las dos partes que integran el
espectáculo y te encuentras que el sustituto a muchos hasta les costaba
encontrarlo en el programa. Vamos, que miraban y miraban y no lo veían por
ningún lado. ¡Ah, sí! Allí, detrás de los sobreros. Sí, es verdad, Álvaro de la
Calle y Jeremy Banti. Eso sí, como Google va que vuela, a los cinco minutos ya
todos sabíamos que de la Calle era salmantino y que llevaba más de veinte años
de alternativa; que un chaval tampoco era. Y diez más tarde, que llegó a la
plaza andando con su mujer y su hija. ¡Qué bendición con el Internet!
Pero mis preguntas van en otro sentido. Queremos equiparar
los toros a otros espectáculos, con las lógicas diferencias impuestas por la
propia naturaleza de los toros, pero al final la fiesta que tenemos y que
muchos hacen por adaptar a depende qué circunstancias, va perdiendo a marchas
forzadas. Seguro que ustedes han visto en las noticias como no hace tanto
Joaquín Sabina se sintió indispuesto en el escenario y dijo que no podía
seguir. ¿Y qué pasó? Salió por allí un motivado o un aspirante a cantante y le
soltó al respetable el repertorio que iba a interpretar el artista anunciado?
En ese caso, ¿el personal se habría regocijado porque a pesar de todo iban a
tener concierto? ¿Habrían celebrado que les hubieran puesto a todo meter las
canciones previstas en un CD? No quiero ni imaginarlo. Pero no, el concierto se
suspendió y a saber para cuando Sabina iba a poder dar ese concierto. O que
usted saca entradas para la última de Will Smith y como el rollo de película se
les ha liado, pues cogen otra que tenían por allí y marchando; total, cine van
a ver, ¿no? Y no quiero hacer el chiste fácil de que en lugar de la peli de las
Williams les ponen la de Alí, pero… No sería lo mismo, ¿verdad que no?
O si en estas sacan entradas con años de adelanto para el
concierto de Año Nuevo, ese de la marcha de las palmas y los valses sin palmas,
se van a Viena y después del Danubio Azul te dicen que no, que los maestros se
han indispuesto y que los mismos valses y la marcha esa de las palmas van a
correr a cargo de la Banda del Empastre, que combina música con humor. No sé
por qué, pero no veo yo a los asistentes a ninguno de tales acontecimientos
encantados de la vida y celebrando que aunque lo que iban a ver no va a ser, al
menos van a ver algo parecido. Y lo que me cuesta mucho más imaginar es que
esas personas después salieran encantadas con el motivado que sustituyó a
Sabina, con la película que ya habían visto y no les entusiasmo, ni con la
banda del Empastre, que combina música con humor. Pues si esto le parece de
locos, no mire al mundo de los toros, porque va a cortocircuitar. Que no solamente
les cambian el reparto, sino que al final, como el suplente, ese que no sabían
ni encontrar en el programa de mano, como fue capaz de salir andando, incluso
dignamente, empiezan a alabarle y a pedir una oportunidad para él. Una
oportunidad después de más de veinte años de alternativa. Que claro, no todo
está tan mal, porque al menos ya saben dónde viene su nombre en el programa,
detrás de la reseña de los sobreros.
Que la verdad es que es digno de alabanza el que el
sobresaliente, Álvaro de la Calle, despachara él solo un encierro, así sin
avisar, de repente; que él venía por si pasaba algo en un momento dado y
resulta que lo que pasó es que tuvo que plantarle cara a cinqueños que en
algunos casos casi rondaban los seis años. Que me parece fuera de lugar el
ponerse exigente con que si toreaba así o asao, pero hombre, tampoco me lo
vistan de gran hazaña taurina y con merecimientos para empezar a verse por los
carteles de aquí y de allá. Que no digo que se le dé una tarde, como
agradecimiento y para que se vea anunciado con su nombre. Pero que no veo ese
enaltecimiento al torero, entre otras cosas porque él puede ser el primer
perjudicado. Entonces la cosa cambiaría y habría que pedirle como a los demás.
Así que dejemos las cosas como están, valoremos esto en su justa medida y no
queramos sacar los pies del tiesto, porque entonces el color del cristal con
que se miraría todo sería diferente. Miremos todo con el cristal de la
comprensión, de entender que un torero se encontró de repente con un traguito
que quizá nadie pudo imaginar y entonces sí, entonces habría que hablar con
todo merecimiento de un sobresaliente cum laude.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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