jueves, 7 de abril de 2022

Nos quieren quitar la libertad


La libertad verdadera en el toreo empieza por el toro, con su poder, su fiereza.

Libertad, que palabra tan hermosa, con tanto contenido y que sobada y resobada está, además de que según quién la sobe, la vacía y la vacía de contenido y deja de significar lo que todos entendemos por libertad, para pasar a significar el que hagas, pienses y hables como a mi me da la gana. Te doy absoluta libertad para que hagas lo que yo quiero y además te empujo a que salgas a la calle y lo berrees hasta reventarte las cuerdas vocales y si llega el caso, pues a remangarte y liarte a mamporros con quien se niegue a hacer y a que tú hagas lo que a mí se me ponga en… ahí mismamente. Y en esto de los toros, qué les voy a contar, que solo nos falta poner a una plaza Monumental de la Libertad y que la inaugurara el Niño que quiere ser Libre, el Libre, como aquella película de piratas. En los toros ahora todo es libertad, por aquí, libertad por allí; que uno empieza a pensar que hay mucho sobón de las palabras en este mundo del taurineo.

Pero, ¡ay el pero! Que no, que no quieren libertad nada más que para ellos, quieren su libertad y tu sumisión. En los toros siempre ha habido disputas, discusiones hasta subidas de tono, pero no pasaban del momento. Ahora, siguiendo las doctrinas del mando único, cualquiera se ve con galones y fuerza para imponerte su “libertad”. Desde los medios de comunicación y en especial desde las televisiones te dicen, te exigen, cómo debes comportarte, qué debes aplaudir, qué te debe gustar y además manifestarlo con entusiasmo. ¿Qué libertad es esa? El buen aficionado es el que calla y solo levanta la voz para “bienear” la vulgaridad, mientras el silencio, silencio cómplice de tal vulgaridad, ellos lo llaman respeto. Respeto al que se vale de los toros para medrar y aprovecharse solo él. Respetar, según ellos, es callar ante mentiras que no hacen más que socavar los fundamentos sobres lo que se construyó el toreo. Apelan a todo, a la buena educación de aquel que no protesta y traga, aunque tal comportamiento llegue a rayar en la estupidez, pues si te están dando el timo de la estampita, callas y además aplaudes, ya me contarán qué es eso.

En esa televisión que todo lo televisa y que todo lo comenta, incluso los que ocupan el micro se permiten afirmar que a los que protestan hay que expulsarlos y hasta me atrevería a decir que conminan a los asistentes a una plaza a ser ellos mismos la mano ejecutora de sus deseos. Sí, como lo oyen, esos que tanto temen los altercados de orden público porque un presidente no concede un despojo, pero a los
que no les importa a que a un señor que paga su entrada le eche… de la manera que sea. Que dicen que molestan a otros paganos, pero entonces, si hay que estar callados como en misa, ¿qué libertad es esa? ¿Libertad para quién? ¿Para el de los mamporros? Porque para el que no tiene opinión de rebaño, quizá habría que recomendarle que se agenciara unas piernas veloces y ágiles que le sacaran de aquel nido de “libertad”. Pero claro, que es un inocente mamporro al lado de lo que recomiendan algunos señores que lucen medias rosas. Uno se atreve a mentarnos a la madre por una emisora de radio, mientras que la locutora le ríe la gracia, pero es que hubo quien llegó más lejos y se atrevió a pedir que a esos que le incomodaban les pusieran un artefacto explosivo justo debajo de la almohadilla. Que no sé ustedes, pero mucho sentido de la libertad ajena, especialmente de la libertad de expresión, no es que fuera el fuerte de semejante individuo.

Que me dirán que cuento casos extremos, quizá sí, pero lo que resulta mucho más cotidiano es en el tendido, cuando alguien no puede soportar que no compartas tu entusiasmo por su paisano y se te vuelven, te insultan te provocan y hasta llegan a amenazar. ¿Se puede así alguien sentir en libertad? Complicado. Pero aquí pide libertad todo el mundo, el empresario para hacer lo que le dé la gana en su provecho; el de luces, porque le impiden torear, porque no le dan los festejos que él y nadie más que él, cree merecer; los que se apoderaron un día de los micros para decir barbaridades con el único fin de agradar a su amo; los que se pasan un día por la plaza para ver al paisano y también los que van con frecuencia, pero que no permiten que se les toque al amigo, al primo o vecino, que ellos saben de buena tinta que es buena persona y solo por eso no hay que reprenderle. Que será que los demás no son buena gente, o lo mismo es que hay que ir a preguntar cada tarde si a este o al otro se le puede o no decir ni mu. Y ahora, que me expliquen en qué consiste eso de la libertad, aunque la verdad, me voy haciendo una idea y de entrada empiezo a desconfiar de esos que cacarean eso de que nos quieren quitar la libertad.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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