Cuando la emoción está en el ruedo, no hay lugar a ninguna distracción. |
Uno no deja de aprender de los que saben, sobre todo de los que más saben y si hablamos en cuestión de “tauromaquia”, en Sevilla se sabe un rato largo. Que no quiero yo señalar con el dedo a la afición hispalense, Dios me libre, pero en estos días ha circulado una imagen que seguro que podría aplicarse a cualquier plaza del mundo. Que no es Morante con el capote, ni Juan Ortega, ni Pablo Aguado, ni tan siquiera los endebles y enclenques animalejos de Juan Pedro Domecq. No, la imagen que dice mucho se la coja por dónde se la coja, es la de un señor supuestamente trajeado para la ocasión, el Domingo de Resurrección en la Maestranza, en una localidad de barrera, bien hidratado y mientras el toro estaba casi delantito de él, él estaba con el móvil jugando al Candy Crash. ¡Telita! ¿No? Que no me digan ahora que la culpa de que este señor se buscara entretenimiento extra es de la tecnología, de los móviles o del 5G. Que no quiero yo dudar de la afición del caballero, porque hasta es posible que la buena afición que atesore este señor sea la que hace que le deje de interesar la mojiganga del ruedo maestrante y decida ponerse a pasar niveles en el jueguecito en cuestión.
Que los sabrá que pongan a este caballero, al que
afortunadamente para él no se le ve la cara, de chúpame dómine, pero si los
taurinos no fueran ni tan taurinos, ni tan egocentristas, igual era para que
echaran una pensadita, que meditaran un ratito nada más. Pero no. Ellos mismos
parecen empeñados en distraer de lo que sucede en los ruedos y prefieren
cambiar el punto de atención y la fuente del divertimento a otros factores y a
todo lo más que llegan, es que si hay aburrimiento, no hay que combatirlo, hay
que hacer que dure menos tiempo. Y así estamos en que lo fundamental en una
plaza es una buena copa, preferentemente un yintonis con bayas del trópico, la
música, los despojos, las salidas a cuestas cargando a los de las medias rosas,
una buena merienda o en su defecto una bandeja de “canapeses” top delicatessen,
jalear hasta a los alguacilillos y evitar que alguien nos chafe la tarde. Y si
hace falta, en lugar de seis, cuatro toros. Que la verdad, tampoco es tan grave
el que nadie se ponga a jugar con el móvil, que ya digo que este no es un caso
aislado, no por falta de afición, sino porque es muy probable que sea esta la
que hace que muchos se pongan a jugar al Candy Crash, a hacer solitarios, a ver
el fútbol en la Condomina, las carreras de motos, el Sálvame de Luxe o a
preparar una oposición a juez. Una vez que uno paga, ya no les importa nada más.
Bueno, sí, que no des guerra, que te quedes sentadito y calladito y a todo lo
más, que no se escuche más que el clic clac de las pipas y el puffff al escupir
las cáscaras en la espalda de quien haya tocado delante, aunque si estás en
barrera, tampoco hay que tener demasiado cuidado y si estás en la andanada…
¿En qué punto estamos? ¿Dónde nos ha llevado esta gente? ¿Es
esto lo que realmente queremos? Porque buenas palabras las escuchamos
permanentemente, te sueltan la retahíla fundamental de la “tauromaquia” y hasta
te lo creerías, si ese sermón no viniera de quién viene. Y solo hay que darles
un poco de sitio y un poquito de tiempo, no mucho, para que rápidamente sigan
con sus peroratas modernistas, eso del arte y el arte y más arte, afirmando que
eso del arte es el objetivo absoluto de todo esto, ese arte, arte que a todos
nos embruja cuando surge, que no surge siempre, ni mucho menos. Porque el arte
es una consecuencia del toreo, una consecuencia sublime, pero no es el objetivo
primario. El primero de todos los objetivos debería ser ni más, ni menos, que
dominar, poder al toro, pero claro, si el toro ya sale al ruedo podido y más
que podido, si lo que se pretende es que este vaya y venga, que simplemente se
mueva, sin pararnos a ver cómo y para dónde se mueve, esperando que allí llegue
un señor a poner posturas, pues entonces no se extrañen, ni se escandalicen si
algunos, después de pagar un pastizal y haberse llenado de alcohol hasta las
orejas, al final solo se le ocurre sacar el móvil y dedicarse a pasar niveles
en el Candy Crash.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Son de los que les roban la cartera y aplauden.El trilero productor de arte y los otros se frotan las manos de gusto.Quisieran que todos fuesen de este talante.Mal vamos.
Docurdo.
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