viernes, 6 de octubre de 2023

¡Pijo! Qué huevos tiene el zagal

Y le hizo pasar una, dos, tres veces, y volvió a meterlo en la muleta. El toreo vencía a la mansedumbre. Esto no era para emocionarse, era para conmocionarse y no dejar de pensar en lo que puede un matador de toros, Paco Ureña.


Quiero aclarar una cuestión y es que en esta de Victoriano del Río, no me he emocionado, ni mucho menos, me he conmocionado y de qué manera. Que aún tengo encogido el corazón, aún siento el mal rato que me ha hecho pasar ese manso, el ver que a cada momento se le podía llevar por delante al matador de toros Paco Ureña; y quiero insistir en esto, el matador de toros paco Ureña me ha hecho pasar tan mal rato, que he aún me dura la conmoción. Esta es la demostración de que a los toros no se puede ir a divertirse, a pasárselo chupi guay. Esto no es así. Ese mal rato porque a cada segundo vas siendo consciente de cómo el toreo, el toreo de paco Ureña, iba venciendo al manso pregonao, al condenado a banderillas negras de Toros de Cortés, propiedad de Victoriano del Río. Que una y otra vez tenía que pegar un respingo para esquivar el gañafón, pero, ¡ay pijo! Cuando se ha plantado delante y le ha obligado a pasar una y otra vez. ¿Arte? El del toreo verdadero. ¿Pinturería? La de meter en la tela a semejante elemento. Y que nadie pretenda comparar esto con nada de lo que vemos una tarde sí y veinte también por parte de los figuras, figurones, figuritas y aspirantes a todo ello. Aparte de absurdo, sería estúpido. Un toro que ya de salida no quería ni ver los capotes, que los lidiadores han tenido que acorralarlo para intentar que tomara las telas. El de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, se ha pasado todo el primer tercio correteando por el ruedo, yendo del picador de tanda al que tapaba la puerta, para salir de najas, espantado y pidiendo auxilio cada vez que notaba el palo. Hasta ocho pasadas se le han contado, pero parecía que don Eutimio Carracedo no acababa de tenerlo claro. Pues, ¿qué más necesitaba ver? Al final se ha decidido por sacar el pañuelo rojo para que el animal luciera las vergonzosas viudas en el morrillo. Que esa es otra. Se supone que son cuatro y no tres pares los que se deben poner, pero el usía, porque él lo vale, decide cambiar el tercio con tres palos, par y medio. ¿Y los compañeros? Pues díganmelo ustedes. Con el peligro que se mascaba en el ruedo, el señor Castella era incapaz de meter con decisión un capote a la salida de los pares y el señor Marín, pues a buena distancia del banderillero que portaba los palos. Y allá que fue el zagalico de Murcia, el matador de toros paco Ureña, que empezó tanteando por abajo a su oponente. Era lo que todo el mundo esperaba, un macheteo por abajo, un espadazo y a otra cosa. Pero el espectador supone y en este caso, el matador de toros Paco Ureña dispone. El de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, se fue sin disimulo a terrenos de toriles, de dónde no había más remedio que sacarlo. Dos derechazos haciéndole pasar por dónde no quería. Se le quedaba, pero el espada no se amilanaba, insistía, se la ponía, ofrecía el chalequillo por delante ¿Lo quieres? Ven a buscarlo. Otra tanda arrancándole los muletazos, toreando, pudiendo, mandando, retando al manso, dejándole claro que no iba a ser el que saliera vencedor de esa pelea. Y ya les digo, si alguien solo se emocionaba con lo que allí sucedía, es que tiene hielo en las venas, porque la cosa era para mucho más. Se la echa a la zocata y le saca, se los arranca, con un peligro tremendo que parecía ver toda la plaza, menos el señor de luces. El mismo que ha dejado claro a todo el mundo, empezando por el de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, que tenía que estar pensando quién era ese caballero que se le había plantado delante. Y para cerrar, por si alguien echaba de menos el arte pinturero, unos por abajo, obligando, toreando, tirando del toro y plenos de belleza con la mano izquierda. Un trasteo de un ¡ay! Eterno. Se cuadra para el volapié y el manso se le viene al pecho, enganchándole por la pechera como agarran los macarras para atemorizar a sus oponentes, pero este zagal de Murcia no estaba para dejarse vencer. El animal al notar el acero salió como alma que lleva el diablo a refugiarse a toriles, para llegar a terrenos del cinco. El matador de toros paco Ureña lo vuelve a cuadrar, monta la espada y sorprendentemente cobra una entera recibiendo. Un recurso de torero, que si me tiro a por ti, me vienes al pecho, pues ven a por mí y meto la mano con habilidad y verdad. El animal vuelve a salir huyendo desaforadamente, hasta parar en el otro extremo de la plaza. Varios descabellos y dos avisos, pero, ¿y qué más daba eso? La conmoción nos impedía pararnos en esa clase de menudencias, incluso en si había perdido una o cien orejas. ¿Y dónde creen que estaban los compañeros de terna mientras todo esto sucedía? Pues a sus cosas.

Y poco más hay que decir. Mansada de Victoriano del Río y los dos de Cortés, aunque estos se han llevado la palma. Un Castella que va a lo de los trapazos a cascoporro, trapazos con el pico, distante, a veces citando hasta con el culo, pases por delante y por detrás, que entusiasmaron al personal con el otro manso de libro, el que hizo cuarto, uno de Cortés, propiedad de Victoriano del Río, que cuando notó que con la muleta no le hacían pupa, acudía a un engaño que en ningún momento intentó someterle. Y lo que son las cosas, el personal, en especial los tendidos del cinco y seis, protestando un manso, sí, no les tomo el pelo, que los hay que protestan los mansos y gritan ¡fuera, fuera! Porque el usía no lo devuelve a los corrales. Pero estos mismos enloquecieron con el destoreo de Castella. Un Castella que tuvo que esperar a que Chacón le enseñara el toro, que le dijera cómo iba. Al menos lo supo ver y le pudo trapacear a gusto. Fallo a espadas, lo que libró a la plaza de Madrid de un nuevo bochorno del triunfo de la vulgaridad. Y Ginés Marín, pues anduvo por allí, apático, sin convencimiento, sin poder con un manso que huía a tablas y no dando más de él mismo en el sexto que dejando que el toro le tocara la tela repetidamente. Al menos sí que se vio un segundo puyazo de mérito y en buen sitio de Ignacio Rodríguez, en el que toro y jinete nos hicieron reconciliarnos un poco con el primer tercio. Pero ya podían venir trapazos, despojos, culerinas, banderazos o lo que la divinidad taurina moderna nos quisiera echar encima, que algunos no nos habíamos emocionado, porque eso queda para los cursis y las abuelas, se nos había removido el alma, agradecíamos al cielo esta afición que un día nos atrapó y no salíamos de nuestra conmoción, sin poder decir más que ¡Pijo! Qué huevos tiene el zagal

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

3 comentarios:

fabad dijo...

Enrique… ¡un abrazo!. A veces hay toreo!!!

Julian Taboada dijo...

Grandisima tarde la que echó Paco Ureña con el quinto, uno de esos mansos que de vez en cuando salían y ponían claro cual era el lugar de cada uno en el escalafón. Tuvimos suerte de que le tocará a Ureña, de haberse sido algún otro figura cuenta que muy probablemente se lo hubiera quitado de encima de un bajonazo la primera.

franmmartin dijo...

¡¡¡¡¡¡¡ OOOOOOOOOLE !!!!!.Creo que así comenzaba hace ya bastantes años, mi primer comentario en este cuaderno amigo de un amigo,refiriendose al nacimiento de nuestra afición gracias a nuestros mayores que nos introdujeron en este mundo mágico y casi irreal de los toros .
Hoy quiero que mi comentario a tu crónica se reduzca solo a eso. ¡¡¡¡¡OOOOOOOOOOOOLE!!!!!!.