lunes, 13 de octubre de 2025

De la gloria excelsa al bochorno más vergonzante

Al menos alguien sí que homenajeó merecidamente al del mechón.


Hay una película italiana, con Sofía Loren y Marcello Mastroiani, titulada Una Jornada Particular, quizá como la vivida este 12 de octubre en la plaza de Madrid. Una jornada que se esperaba por parte de algunos con ciertos y fundados temores, sobre todo viendo los movimientos y manifestaciones de los taurinos. Muchos auguraban que este sería el día del rabo en Madrid, se anunciaba la intención del señor director de la banda de volver a tocar la música durante la lidia de los toros. Lo primero no ha llegado, aunque esto no quita que al final el aficionado de Madrid se haya sentido abochornado, herido en el amor a su plaza por lo sucedido en el cierre de temporada. Y lo del señor director, pues igual debería echarle una pensada a eso de mandar tocar a los maestros. Que uno entiende que quiera encontrar su momento estelar, pero para ello hay otras vías, “Got Talent”, “Operación Triunfo”, la orquesta Miramar y el circo del Chino Chim Pún. Que si tanto abogan muchos por eso de las tradiciones, en Madrid existe una desde hace décadas, el que la banda calle mientras un toro está en la arena.

Empezamos de mañana con el festival homenaje a Antoñete, con ganado de diversas ganaderías para Hermoso de Mendoza a caballo, Curro Vázquez, Frascuelo, César Rincón, Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Olga Casado. Se han repartido orejas como si no costaran, pero en ese ambiente festero apareció un torero y si hay torero, es fácil que se haga el toreo. El toreo de siempre, eterno, inmortal de Curro Vázquez, un jovenzuelo que pasa la... ¿qué más da la edad? Ha dado una lección de toreo, todo con sentido, ni un trapazo en balde, con el aperitivo de una media de una vez. Ya poco más se podía esperar, pero llegó, una tanda con la derecha llevando al novillo y dos trincherazos hasta el final y con el animal metido en la tela. Toreo al natural y dos trincherillas que aún nos rebosan en la mirada. De nuevo a a diestra, dos por abajo y los presentes no sabiendo qué hacer, no creyendo lo que estaban viendo. Y hasta la estocada, con habilidad, que dio con el Garcigrande en la arena. Pero aquello era verdad, había sucedido. Después llegó Frascuelo, que a un toro complicado solo le pudo enjaretar las medias de Frascuelo, enroscándose al novillo en su alrededor. Después vimos al Rincón que quiso recordar aquel año mágico y puso voluntad para ello, aunque era inevitable comparar y con lo visto anteriormente no cabía comparación alguna. Luego los que vinieron detrás fueron lo que ya vemos todos los días, incluso lo que a muchos les gustaría no volver a ver, pero... nada nuevo bajo el sol. Que sí, que despojos a cascoporro, pero después de haber visto torear, ¿nos vamos a poner a echar cuentas de...?

Después del festival, todos los mayores no paraban de comentar, uno que había rejuvenecido no sé cuántos años, otro que aquello era toreo, otro... Pero había que volver a la plaza, corrida de la Hispanidad, con el montaje que se prepara de unos años para acá, con lluvia de despojos gratis, con la apariencia, y no tanta apariencia, de convertir aquello en algo artificialmente histórico, incluso con ciertos tintes políticos, precisamente cuando tantos no para de afirmar que los toros no son políticos. Ya saben, haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga.

Ganado de Garcigrande, de nuevo, flojos, alguno pasado de kilos e insoportablemente modernos, pero que como son lo que piden los taurinos, hay que.. amoldarse. Confirmaba y abría plaza Sergio Rodríguez, con una idea demasiado de hoy en día, que lo mismo recibe un toro con chicuelinas, que no sabe manejarse con el capote, que a nada que se le ponga levantisco un toro, tampoco se maneja con la pañosa y a nada se ve apurado, creyéndose que se pone exquisito citando perfilero, con la muleta atrás y atravesada, sin mando, sin parar quieto. Otro recurso es ponerse de rodillas, pero tampoco funciona, aunque eso de meter después el pico, pegar trapazos y trapazos y más trapazos quizá fuera por quedarse absolutamente descolocado, después de que sus dos compañeros de terna, sin pensar un segundo en él, decidieran cortarse la coleta. Que si le dicen que se tenía que marchar a su casa por las buenas, igual lo habría llegado a asimilar mejor, sin sentirse ninguneado y que sobraba más que una suegra en la noche de bodas.

El segundo del cartel era Fernando Robleño, que como había anunciado, era su despedida de Madrid, su despedida de los ruedos. En su primero no paró de de citar desde fuera, abusar del pico de la muleta, pegar tirones y seguir con el pico, como si el Garcigrande fuera una fiera corrupia, a la que despachó de varios pinchazos y un bajonazo. En el que hacía quinto le jalearon el capoteo de recibo, que se tradujo en ir detrás del toro en dirección a toriles. En su último trasteo en Madrid le instrumentó una serie bastante regular, para continuar algo acelerado, tirando de pico y echándoselo para fuera. Con la zurda consiguió algún pase más que aceptable, para acabar con el pico, a un toro que no paraba de ir una y otra vez. Pinchazo y estocada más que caída, que le valió la oreja del público, para después de pasearla, permitir la entrada en el ruedo a los niños que le cortarían la coleta. No diré nada, pero quizá podría haberse llevado a cabo la ceremonia al finalizar el festejo, era lo lógico, pero viendo lo sucedido después, lo mismo no le habrían dejado ni acercarse a pedir unas tijeras.

Y llegamos a Morante de la Puebla, al que los jóvenes y algunos no tan jóvenes han proclamado el mejor de la historia, mientras otros recordaban y comparaban odiosamente con lo de la mañana. Recibió a su primero con esos recortes de capote que tanto frecuenta por esas plazas del mundo. Con la muleta inició con ayudados por abajo con enganchones y aclamaciones, que a poco podían resultar hasta cómicos. Muleta retrasada, demasiados enganchones y abreviando para tomar la espada para pinchar varias veces yéndose una barbaridad y cobrar una estocada con habilidad. Recorte de rodillas para recoger a su segundo, medio chicuelinas o cómo se llamen, con medio capote, resultando arrollado en uno de los lances. La caída fue fea y daba la sensación de que Morante quedaba conmocionado, que le costaba volver en si totalmente. Desorden en el segundo tercio, con Morante ya incorporado de nuevo al ruedo. Tomó la muleta para empezar a apelotonar muletazos con el pico y muy fuera. Nuevo desarme y el espada en apuros. Continuó con la misma tónica, muleta atrás, atravesada y metiendo el pico, pero al personal le daba lo mismo, había que volver a montar el numerito de la pasada feria y después de una entera con derrame y gracias a la inestimable colaboración de don Roberto Gómez, funesta presencia en el palco también hace unos días, tras regalar dos despojos y pisotear la plaza de Madrid, se consumó la representación que tanto habían imaginado y preparado los taurinos. Y cuando se suponía todo acabado, el diestro se fue al centro y se quitó el añadido, lo que hizo que la bronca al palco no sucediera. Como montaje, un diez, pero el orgullo de Madrid quedó en negativo. Esto es un sin dios bochornoso e inaguantable; que no habían ni enganchado al sexto, que ya estaba esa insolente e indocumentada chavalería okupando el ruedo. Y se dio una imagen curiosa, los jóvenes para sacar a cuestas a su ídolo, a su divinidad y otros grupo, bastante menos numeroso, dispuesto a sacar aúpa a Robleño, unos por aquí y otros por allí, que como comentaba uno, parecía la procesión del encuentro. Que hay interpretaciones para todo. Una jornada particular, como la película en que se pasó en el mismo día, de la gloria excelsa al bochorno más vergonzante.


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domingo, 12 de octubre de 2025

Tanto entusiasmo y tan poco toreo

Puede que nunca vuelvan aquellos Albaserradas del paleto, pero al menos en esta ocasión el hijo no nos ha aburrido con solemnidad


Cuando la plaza de Madrid se pone cariñosa no hay quién la gane; que igual puede darse la circunstancia de que los entusiastas no sean habituales de la plaza, pero oiga, si no quieren que los transeúntes le coman la tostada y no están de acuerdo con ese entusiasmo, pues háganse notar, pero... y si resulta que los serios, circunspectos y exigentes, según se autodenominan algunos, se entusiasman con ciertas cosas más que la tía abuela de los de luces. Pues entonces no queda otra que afirmar que la plaza de Madrid se nos pone muy cariñosa. Y cuando el cariño asoma, olvídense de que si falta toreo, lidias o lo que ustedes quieran y supuestamente otros reivindican cuando se ven crecidos. Que así pasa, que en mitad de esas locuras y delirios por los coletudos, cualquiera pregunta por dónde está el toreo. Que lo mismo quieres que te expliquen y te sueltan que fulano o mengano “han estado muy bien”. Ya, pero, ¿cómo? Pues que ha estado muy bien. Sí, pero; ¿puedes explicar ese muy bien? Pues muy bien. Y de ahí no le sacas. Que luego también están los del bisturí y te dicen que ha dado un natural muy bueno. Perfecto, pero, ¿eso nos vale como toreo? Ya, pero es que ha estado muy bien... y vuelta la mula al trigo, que no les sacas de ese jardín. Pero tampoco nos vamos a quedar enganchados en ese “es que ha estado muy bien”.

Era la de Victorino, corrida que consigue año tras año, desde hace.... que el ambiente se enrarezca casi desde que abren las puertas. Al menos en esta ocasión ha echado una corrida de toros en lo que a presentación se refiere, no esas cabras que ha traído otras veces. Quizá es que el pienso este año está más barato, quizá que es final de temporada y los toros han podido rematarse más y mejor. No se puede decir tampoco que haya sido un desfile de borregos, ni mucho menos; que alguno ha andado justito de fuerzas, pero al menos en su comportamiento, incluso el que ha tirado una coz al caballo, han mantenido la atención de entusiastas y perplejos por el entusiasmo. Que lo mismo para los actuantes, David Galván, Román y Ginés Marín, era demasiada tanta atención y habrían preferido algo más calmado, aunque quizá estos mismos han contribuido con sus maneras a que los Victorinos se fueran complicando más de lo que esperaban. El primero ya empezó poniendo en apuros a Galván, que se vio superado en el recibo de capote, teniendo que girarse perdiendo terreno. Un derribo en la primera vara, como parece norma, porque el picador no se agarra bien y entonces viene lo que viene. Que el toro después solo se dejó sin más. El animal acudía pronto a la muleta, mientras el espada se la dejaba tropezar sin necesidad, sin mandar jamás en las embestidas, sin pararse en ningún momento, el toro se lo comía y en una ocasión que se quedó descubierto, fue prendido y tuvo que pasar a la enfermería, despachándolo Román, que solo en los muletazos para cuadrarlo, ya se vio también superado. Quizá fue el Victorino más encastado del encierro o el único de los seis.

Se cambió el orden de lidia para evitar que los dos espadas estoquearan dos toros seguidos. Román lidió el que hacía segundo en tercer lugar, un toro que se le rebrincaba en el capote y al que el valenciano acabó dejando a su aire. Muchos capotazos de todo el que pasaba por allí, tan solo para ponerlo al caballo. No se picó y lo poco que se le castigó se lo tragó el animal sin ademán de querer pelear, quizá porque tampoco andaba sobrado de fuerzas. El trasteo fue... fue, como fue, sin asomo de temple, pico, dejándosela tropezar, a merced del toro, sin llevarlo ni una sola vez, muy fuera y esperando que el toro pasara solo, sin torear jamás, simplemente estar allí, mientras el Victorino iba una y otra vez, quizá pidiendo unas gotitas de toreo que no se le concedieron. Un bajonazo y una orejita, quizá por el entusiasmo del coletudo y el de los presentes, que de esto estaban sobrados ¡Cómo jaleaban los trapazos y hasta los enganchones! Al quinto lo recibió con más mantazos aún, perdiendo terreno de espaldas a los medios y desentendiéndose del cárdeno en cuanto pudo endosárselo al peonaje. Otro derribo, que a algunos igual les hizo pensar en que aquello iba a ser un dechado de bravura, pero eso de tirar coces al peto acaba con toda ilusión del entusiasta... o no. La faena transcurrió por los mismos cauces de su primero, pico, muy, pero muy fuera, venga trallazos, aperreado con el animal, sin parar quieto un momento, incapaz, por mucho que cambiara de pitón, lo mismo que en el anterior, pero aquí falló el entusiasmo general, quedando solo en el de los más afines, que hasta se lanzaron a celebrar una entera traserísima haciendo guardia. Que igual en este caso no se veían capaces de repetir eso de “ha estado muy bien”.

Ginés Marín hubo de llevar la lidia completa de tres de los Victorinos y en ninguno lució. El primero salió echando las manos por delante, al que recibió con verónicas sin rectificar por el pitón izquierdo. Bien conducido al caballo, donde el toro recibió a modo. En la segunda vara solo se dejó, pero el animal metía la cara abajo. Con la muleta se empeñó Marín en empezar por el derecho, obviando el buen pitón que podía ser el zurdo. Trapazos con el pico, trallazos en vez del temple que precisaba para no caerse y cuando ya empezaba a defender cambió a la izquierda. Para entonces ya no le quedaban bríos y entraba con paso de moribundo. Con el que hizo cuarto ya empezó Marín dándose la vuelta de espaldas a los medios. El toro empezaba a dejar ver su querencia a terrenos de manso. Le dieron bien en el caballo, ya saben, el padre del matador, que siempre se aplica con ganas, con demasiadas ganas. Luego llegaron muletazos ventajistas con el toro queriéndose marchar una y otra vez, pero un bajonazo infame acabó con todo. El sexto ya se caía de salida, se revolvía pronto, metía la cara, pero había que torearlo, no iban a valer mantazos al aire. En el primer tercio se durmieron toro y jinete, pasando el trámite sin más. Faena con una interminable sucesión de trapazos. Todo lo que fuera hacia los medios lo tomaba sin reservas, más reticente hacia adentro, pero Marín a lo suyo, para acabar aperreado , sin poder en ningún momento, dejando que su oponente lo fuera llevando poco a poco hacia las tablas. Pinchazo tras pinchazo en la suerte contraria y, ¡oh, qué cosas! En la suerte natural el toro le ayudó más y pudo cobrar una media. Con el entusiasmo que rebosaba en la plaza, esas ganas de sacar pañuelos al viento, de llenar el ambiente con ¡bieeeejjjnn! Pero sin una miaja de toreo que echarnos a la vista. Y es que todo quedó en que tanto entusiasmo y tan poco toreo.


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sábado, 11 de octubre de 2025

Madera de figurones

Entre telonazos y desprecio, más de uno haría la tarde, aunque como dijo aquel, con esto se engañara al personal como a chinos..

Si usted quiere ilusionarse con las figuras del futuro, no busque más, aquí le presento a tres que en dos patadas se han puesto a mandar en el escalafón superior. Que empezarán alternativándose en una de esas plazas de Dios para que el maestro no abra plaza, luego vendrá a confirmar a Madrid con las mismas, para que un veterano no tenga que ir por delante. Que todo tiene su orden y no vamos a echarlo por tierra así de dos patadas. Además, estos aspirantes, que digo aspirantes, casi ya figuras, ya tienen experiencia con el ganado de las figuras ¡Qué lo dudan! Pues como muestra, un botón, novillada de la feria de Otoño de Madrid, con ganado de Fuente Ymbro, el de las figuras, para Bruno Aloi, EL Mene y Pedro Luis. Que ya lo estoy viendo en las paredes de todos los cosos del mundo mundial. El mismito en todas partes. Y tranquilos, que no habrá que cambiar el ganado, porque de lo de Fuente Ymbro seguro que no nos faltará, antes se nos agotará el aire que respiramos. Que este es un hierro de garantías, que ya los puedes ver hoy, mañana, hace un año, un lustro, que varían tan poquito. No se salen ni una miaja de los límites del toro para que las figuras se expresen. Y en estas, en las Ventas, claro que se han expresado. Igual no demasiado, pero bueno, el mejor escribiente hecha un borrón. Que sí, que vale, que la plaza estaba entregada a cualquier posible pantomima y que entre los tres no se han dado ni una vuelta al ruedo y mucho menos cortar despojos, pero...

Una mansada que en el caballo se ha limitado a tirar derrotes, echar la cara arriba y salir despendolados al notar el palo. Que les dirán que ha habido dos derribos, pero más por no agarrarse bien el de aúpa, que por empuje. Una vara trasera y el novillo echando la cara arriba con desesperación y el caballo al suelo. Solo el último de la tarde ha medio cumplido en el peto, después de ese derribo al notar el palo en mitad del lomo. Bruno Aloi volvía una vez más y van... para decir siempre lo mismo. El capote que es un adorno que no maneja ni para fijar al toro, ni para llevarlo al caballo, ni mucho menos para sacarlo, que para eso vale con levantar la mano. Que sí, que como todos lo usa de perlas para esos quites de a volar la manta, sin toreo, ni nada que se le parezca. Pero es que con la muleta tampoco está para mucho alarde, que él va a lo del trapaceo moderno y si el toro no aguanta en pie, como su primero, se mete entre los cuernos y andando. En su segundo, que al menos se mantenía en pie, se organizó un verdadero caos en el ruedo, a lo que colaboraba el novillo, empeñado en querer escapar constantemente y si encima no se hace ni intento de fijarle, ¡para qué más! Pero eso no evitaba que Aloi diera un recital de trapazos enganchados y tan pesado se puso, que el Fuente Ymbro acabó levantándole los pies del suelo. Pero tan pobre fue su trasteo, que no había opción ni a la oreja del revolcón. Pero seguro que la empresa nos lo vuelve traer, por si se nos había olvidado lo poquito que da de sí.

El Mene es un novillero del que se habían oído cosas, cosas muy ilusionantes, pero ni en su presencia anterior, ni en esta, ha respondido a otra cosa que no sea el ser un prototipo de esta vulgar modernidad. Con un sentido de la lidia acorde a los tiempos, que lo mismo da mantazos desacompasados de recibo, que te tira a la cara unas chicuelinas, sin importarle lo más mínimo si el novillo se marcha suelto por la arena, como en su segundo; en el primero nos evitó lo de las chicuelinas. Luego pico y más pico, enganchones, trallazos, tirones o como en su segundo, a cazar muletazos aquí y allá. Muy vulgar y sin sonrojarse al tirar de repertorio de talanquera. Y de verdad, si alguien me viene con que es un fenómeno, que antes me invite a una infusión de adormidera para no recordar sus tardes de gloria en Madrid.

Y acabemos con Pedro Luis, que tenemos que agradecer su vuelta a Madrid a uno de esos sabios que en su día aseguró... yo que sé que aseguró, pero venga Pedro Luis otra vez. Que será que algunos no entendemos esto de la tauromaquia moderna, pero eso de te pego una sarta de mantazos y luego ahí te las apañes, que no lo llegamos a asimilar. Que luego ya será el peón el que me lo lleve al caballo, aunque este precise mil capotazos. Que ya irá él para lo de la muleta. Que no se piensen que se diferencia de sus compañeros, vengas trapazos sin parar de bailar, dejándose enganchar la tela, mucho pico, muy fuera y porque le avisaron desde el palco, que si no, ni pensar en ir a por la espada. Y en el menos manso, el sexto, no se crean que cambió el panorama. Porque lo de portagayola ya es algo que se espera. Tras los telonazos de inicio del trasteo, trallazos sin llevar jamás la embestida, pico y tirones por ambos pitones y una interminable sucesión de trapazos, sin que ni él, ni el respetable vieran el fin. Que ustedes igual piensan que estos jóvenes no llegarán, pero seguro que ustedes, como yo, estamos muy equivocados, porque tal y como está esto montado, seguro que más de uno de los que manejan el cotarro les habrán visto, sin duda alguna, madera de figurones.


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viernes, 10 de octubre de 2025

Que salgan los mozos del pueblo

Ser torero, una ilusión que ahora parece que ha mutado a quiero ser figura y si se toma a estos por modelos, pues...


Era una final de no sé qué o no sé qué al final. El caso es que salieron unos jovencitos vestidos de luces y un ganado que parecía el de una capea de pueblo o de una despedi9da de soltero. Que sí, que me dirán que era una sin caballos, de acuerdo. Pero en Madrid se han echado novilladas para sin caballos, con bastante más presencia y mucho más seria. Vamos, que digo Madrid y podría decir Añover de Tajo, sin finales, sin ser plaza de primer y sin ningún camino a las Ventas: Novilladita de Ángel Luis Peña, con sus cositas, más por la incapacidad de los de luces que no sabían por dónde se andaban. Que una cosa es que no estén nada curtidos, que es lo lógico, pero lo que sí se les puede pedir es que tengan hambre y que no te vengan a soltar el repertorio al uso de naturales y derechazos. Pero claro, si nos vamos a poner a pedir peras al olmo y el olmo son estos chavales, que sigan a pies puntillas lo que sus “ídolos” los figuras, que es su máxima aspiración, ser figuras. Lo de torero, matador de toros o similar, nada, figura. Los finalistas, Pedro Gómez, Samuel Castrejón e Ignacio Garibay, ya en el paseíllo empezaron a tener a más de uno con la mosca detrás de la oreja, con una amanerada parsimonia que resultaba... chocante. Pedro Gómez empezó un tanto alborotado, que ahora me sorprende una arrancada, que ahora me pisa la muleta, con las maneras propias de estos tiempos, pico y muy fuera. En su segundo salió a ganar, pero quizá con un guión que a lo mejor no era el más adecuado... o sí. Que si portagayola, que largas de rodillas, poniendo banderillas, cuando atinaba en lo negro, que si pases por la espalda, por delante, aceleradísimo, sin parar un momento y sin intención de hacerlo. Venga trapazos, sin llegar a poder ni un poquito con un becerro al que le costaba mantenerse en pie y para colmo, una estocada envainada, con un palmo del acero dentro y el resto al aire, que parecía que el novillo era un mosquetero presto a desenfundar.

Samuel Castrejón empezó con las mismas prisas de su compañero y hasta llegó a parecer que se sosegaba un tantito así, pero nada, pura ilusión. Aperreadillo con el novillote, pero hasta los enganchones se le jaleaban, quizá los partidarios pudieron haber llegaba a la plaza en autobuses de la Blasa y metro, sin necesidad de tener que fletar otros de larga distancia. Desarmes, carreras, venga enganchones y si no llega a ser por la espada, ya veía yo al personal clamando un despojo. El que se le regaló en su segundo por prácticamente un trasteo con un estilo calcado o quizá con más carreritas todavía. Pero bueno, a esa edad y con esos animalejos alejados del pienso, todo se les perdona y si de paso baten un récord de velocidad, bienvenido sea. Y cerraba Ignacio Garibay, de nombre ya visto por estos lares, aunque no es que dejara demasiada huella su predecesor. Pero como a quien a lo suyo se parece, honra merece, este Garibay tampoco será recordado. Eso sí, llamó la atención que en el soso recibo a la verónica no se enmendó ni en un solo lance. Que ya tiene mérito en estos tiempos. Pero con la muleta, trapazos que parecían dados con una bayeta, enganchones, carreras prisas, desarmes. Perfilero, muleta retrasada, un cuadro. En su segundo, una cabra de la sierra de Gredos, le recibió de larga de rodillas y faroles, algo poco visto hoy en día. Pero cuando ni con eso podía, se puso a dar chicuelinas y al final resultó cogido. El animal no podía ni con el aire que respiraba, se despanzurraba en la arena a nada que le hicieran moverse. Y el espada venga a querer soltar todos los trapazos que traía pensados de casa. Pero aún así, cuando se mantenía en pie, no podía con el de Peña. De rodillas y se le comía y venga trapazos, con la desesperación de los presentes. Bueno, ya va a por la espada y de repente la tira y más trapazos, que si con la muleta del revés, que si manoletinas y todo para acabar de bajonazo. Declararon vencedor a Castrejón, quizá por eso de la proximidad de los partidarios. Con un público muy entregado, aunque no les pregunten por qué, de los actuantes y otro habitual, silencioso en este caso, que tampoco era para ponerse allí a montar la marimorena, quizá porque era una becerrada, los chavales se tienen que hacer y la plaza impresiona, aunque también es verdad que alguien les tendría que guiar un poquito, porque lo mismo en otras plazas el personal se encorajina con ese ganado y se pone a gritar que salgan los mozos del pueblo.


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lunes, 6 de octubre de 2025

A nada que se complican las cosas, se complican mucho

Quizá no estaría de más que a algunos se les recordara que no todo son derechazos y naturales, que hay más recursos para meter en vereda a un toro.

Los gustos cambian y la plaza de Madrid no iba a ser menos, en otros tiempos esta parroquia valoraba el toreo, no el dar pases; el toreo, que no era otra cosa que llevar a los toros por donde este no quería ir. Lo fácil que se dice y lo difícil que es ponerlo en práctica. En otros tiempos se valoraba el corazón y la cabeza, sobre todo la cabeza, porque corazón podían tenerlo muchos, pero cabeza... Como ha cambiado todo, ahora el corazón parece que lo puede todo, que si un torero pone voluntad, aunque con poca cabeza, aunque esté a merced de lo que diga y desee el toro. Que se decía que se medía al torero por lo que tenía delante y lo que era capaz de hacer ante él. Cosa diferente a es que si el toro tiene complicaciones y estas no se saben resolver, si el hombre está ahí, ya es más que suficiente. Y si entramos en eso del mano, de ligar, eso ya son terrenos demasiado complicados, ahí ya nos perdemos. La cuestión es que haya pases, muchos, cuantos más, mejor y si para dar uno y otro y otro hay que recuperar la colocación, lo que nos dice que toreo ha habido poco, da lo mismo.

Pues algo parecido ha sucedido en la que cerraba el primer fin de semana de esta feria de Otoño.

Se anunciaban toros Fuente Ymbro, el Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto, pero vayan ustedes a saber por qué, de la Ventana no nos ha llegado nada o quizá estaba previsto que pudiera ser así, pero ya sabemos esta práctica tan común por parte de Plaza 1, que te anuncian todos los hierros de una familia y así, malo ha de ser que no completen una corrida. Ya tienen pensado hasta el que haya toros que se echen para atrás, pero como tal o cual hierro está anunciado, así no hay excusa para que nadie pida la devolución de la entrada. Que pillines estos de la empresa. Pillines y lo que no son pillines. Que finalmente han sido tres y tres del Puerto y Fuente Ymbro, para Uceda Leal, Fortes y Víctor Hernández.

Uceda Leal, torero con largo bagaje, ahora parece limitarse a pasear su elegancia torera y poquito más. Elegancia que tapa el toreo de ventajas, pero que a veces parece que no se tiene en cuenta tal circunstancia. A su primero del Puerto le recibió de forma aseada a la verónica, afortunadamente no parece haber entrado en eso de los recibos con recortes, lo que es de agradecer. El animal metía la cara y aunque aguantó en pie, andaba justito de fuerzas. Con la muleta ha tirado del pico, en algún momento apelotonando los muletazos, salvándose únicamente los remates, que se agradecen, pero no llega para que se te llene el ojo. Al cuarto, de Fuente Ymbro, lo sujetó con verónica eficaces en el recibo. Fue tres veces al caballo, pero no se le picó, algo que quizá acusó en el último tercio, en el que Uceda no se hacía con él, un mansito bronco, violento, al que no doblegó por ninguno de los dos pitones. Y por el percance de Víctor Hernández, tuvo que despachar al sexto, este del Puerto, que salió parado y olisqueando, sin interesarle los capotes. En el caballo anduvo con la cara alta, volviendo él solito a por la segunda vara, al estar pendiente de aquello que le había hecho pupa. En la muleta entraba tirando derrotes, un cabeceo molesto, poniéndose pegajoso y Uceda que no se hacía con él, quizá un macheteo le habría venido bien. Cerró con una entera con mucha habilidad, no tan acertada como la de su anterior toro, que parecía querer recordar aquella espada del madrileño.

Fortes se encontró con uno del Puerto que parecía de salida que le iba a costar mantenerse en el ruedo. Llegaba a las telas como un burro, tirando arreones, echando la cara arriba y en una segunda entrada que antes de poderla contar, ya estaba lejos del peto. Muletazos destemplados por ambos pitones rodilla en tierra y una tanda a continuación tirando del pico. Pico que siguió presente, desarme incluido, muy exagerado, muletazos empalmados, más trapazos con la zurda, muy fuera, sin dar muestras de poder con el toro, encimista, citando con la muleta retrasada. En el quinto, el último Fuente Ymbro de la tarde, ya de salida se iba al suelo, poca pelea en el caballo y fue en un quite cuando este cogió a Víctor Hernández en un quite capote a la espalda, agarrándole certeramente por la pierna. Durante la faena de muleta evidenció el que no se le picara, añadiendo el peligro ya manifestado con su compañero por el pitón derecho. Quizá lo menos recomendable en este caso era citar con el pico por ese pitón y no taparse, pues varias veces tirón derrotes por ese lado. Fortes no parecía tener muy claro qué hacer con el animal y se limitó a intentar dejar pasar el tiempo dando trapazos sin sentido. Sería por la estocada, pero por petición, leve, de algunos, se dio la vuelta al ruedo, que tal y como anda esto de regalos y más regalos, tampoco va a ningún sitio.

Víctor Hernández solo pudo lidiar uno, el de Fuente Ymbro, que ya iba renqueando de salida. Apenas pasó por el peto y ni el apenas sirve para calificar los puyazos. Sin picar. Lo recogió el espada con telonazos sin mover los pies y sin tan siquiera intentar llevarlo mínimamente toreado, quizá por eso se le puede llamar a eso telonazos. Le costaba arrancarse de primeras, para acabar yendo cuando salía hacia los medios. El comienzo fue tirando de pico, desde fuera y el animal besando la arena. La tomó con la zurda, muletazos de uno en uno, sin ligazón y si el toro se le venía hacia adentro le quitaba el engaño sin rematar el pase. Acortó las distancias, de frente, sacando el engaño. Muletazos muy jaleados, no rematándolos ni llevándolo toreado tirando del animal. Unas veces hacía volar la tela sin llevar al toro y otras directamente se la quitaba de la cara, abanicazos incompletos jaleados por el personal. Entera muy trasera y caída y una oreja. Una corrida mansa, con sus cosas, pero sin que supieran los diestros ir más allá del ahora me pongo a dar pases y ya está. Quizá habría hecho falta algo más y es que estamos en unos tiempos y con unos toreros, que a nada que se complican las cosas, se complican mucho.


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domingo, 5 de octubre de 2025

Las ganaderías que embisten, dicen

Resulta que lo que dicen que embiste no aguanta en pie, sale manso y descastado, ¿en qué se queda esto?  


Si tomamos dos figuras del momento, dos genios de la tauromaquia del trapazo, dos fenómenos del destoreo, pero que tienen nombre, incluso los habrá que ya estén molesto con estas dos primeras líneas; ustedes perdonen, pero sigamos adelante. Ya digo, dos fenómenos y un confirmante que abriera cartel, que en su día interesó a muchos y que tampoco molesta a muchos más y les ponemos con una ganadería de “garantías”, una ganadería de las que “embisten”, ¿qué podría salir mal? Igual todo, porque nada de lo planteado respondía a una realidad que no es real. No es real, porque los dos figurones son eso, figurones, pero nada más, porque ser figurón es como decir nada y menos hoy en día. El confirmante, pues una incógnita, a la espera si lo que algunos vieron hace tiempo tenía fundamento. Y el ganado... ¡ay el ganado! Que se les llena la boca a los taurinos con eso de las ganaderías que embisten, que abogan por ellas en contra de esas en las que unos depositan sus ya marchitas ilusiones de aficionado que espera la vuelta de su mesías de la fiesta, el toro, pero que aquellos mandarían al matadero sin pestañear. Y ahora pongámosle nombre a estos perfiles. Los figurones, por orden de aparición, Talavante y Pablo Aguado, el confirmante, Jarocho y la debacle ganadera a nombre de Domingo Hernández.

Que algunos confían en que el show sea medianamente digerible anunciando un hierro del gusto de los figurones ¿Y cuál es el resultado? Pues un encierro que en el mejor de los casos estaba justito, que tapaban sus carencias con kilos, más de los que quizá requerían esos cuerpos unas veces cortitos, otras descabalados, pero con el común denominador de la falta de casta, de ser muebles con cuernos que a nada se venían al suelo, que el ponerles el palo encima ya era un abuso, porque estos de los que dicen que embisten, no aguantan ni el peso de la vara, van a aguantar una vara en condiciones ¿Estamos locos? Mansos, que el que no derrotaba en el peto, escapaba a galope del peto, que buscaban los terrenos de toriles y no querían saber nada de cualquier cosa que pudiera parecer pelear. Pero a estos hay que cuidarlos y mantenerlos como si fueran el collar de la abuela que todo heredero espera con ansia. A estos no hay no que nombrarles el matadero, porque siempre saldrá el taurinillo de turno que ensalce la labor ganadera de don Domingo, el señor Hernández. Que me dirán que a estas alturas de temporada ya no le quedan bicocas; pues entonces, que no venga, que se quede en su casa, porque al aficionado esto se lo cobran como si fuera bueno.

Los que si cobran como si fueran buenos son los dos figurones y Jarocho... que igual Jarocho no es que haya hecho el agosto, ni mucho menos.

Alejandro Talavante está, porque se le ve por el ruedo, pero es un estar tan triste, tan anodino. A su primero le estuvo entreteniendo dejando que pasara el tiempo y que el animal se mantuviera en pie. Recibió a su segundo dándole aire a pies juntos, sin preocuparse de llevar al toro largo, corto o medio pensionista, que lo interesante son las poses. En el cuarto desplegó toda la sosería imaginable con un trapaceo vulgar, ventajista, mucho pico, lejano y a seguir dejando correr el reloj, sin importarle soltar un bajonazo después.

Pablo Aguado, poseedor de esa elegancia natural innata, que a nada que te descuides te distrae de ese toreo tramposo abusando del pico y de citar muy fuera. Eso sí, con mucha naturalidad, que nadie lo olvide. Que eso de lidiar para él es un secreto indescifrable, que él viene a dar trapazos, a ver si nos enteramos ya. A su inválido primero empezó con latigazos y luego vino lo de abusar con exageración del pico, ya sea con la diestra o con la zurda, pero siempre a una distancia más que prudencial y nada honrosa. Y el quinto, si es otro inválido pidiendo socorro, mejor, que mejor. Que él se empeña en soltar su repertorio, aunque el toro no vaya ni a empujones, con un manso que solo se defendía y que acabó aculado en tablas, donde se le sacudió un sartenazo de época. Que dirá que Madrid le tiene manía, pero la cuestión es que Madrid también podría acusarle a él de lo mismo. Igual es que se entiende su arte en esta plaza.

Jarocho confirmaba, después de que muchos lo reclamaran en carteles precedentes. Al final ha vuelto a las Ventas. Que se puede decir que ha intentado estar serio, que ya es mucho, pero con animal que no se aguanta en pie, poco o nada. Que el confirmante hasta parecía no querer ser descarado en eso de tomarse ventajas, menos al entrar con la espada, yéndose exageradamente para pinchar, lo que con toda seguridad no fue la causa de que el de don Domingo se echara de pura invalidez. Al sexto, que parecía un jamelgo, lo recibió por abajo, rodilla en tierra y verónicas rectificando. Tuvo el detalle de una vez que el picador marró con el palo, sacarlo y ponerlo de nuevo, haciendo que el muerto viviente fuera tres veces al caballo... para no picarle, que ya parecía venir picado de casa. Tomó la muleta y se fue al toro con la montera, al no brindar el trasteo a nadie. Antiguos usos que siempre son de agradecer. Se quiso poner a dar derechazos y naturales, pero el toro no estaba para eso. Que hasta parecía que se lo estaba tomando en serio e incluso mostrando respeto por la plaza en que estaba, pero quizá no eligió la mejor opción. Quizá habría sido más oportuno vencer lo bronco de las embestidas con muletazos por abajo y a otra cosa. Y de nuevo, tras unos pinchazos, el animal se echó solo de pura mansedumbre. Eso sí esto de Domingo Hernández es de las ganaderías que embisten, dicen.


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viernes, 3 de octubre de 2025

Solo para paladares exquisitos

Los que saben apreciar lo que nadie más ve, los paladares exquisitos, merecen ser acreditados como alguien diferente


En esto de los toros, las cosas no son siempre lo que parecen, hay veces que a los no sensibles no les llega lo sensible, pero, ¿qué le vamos a hacer? Aunque siempre habrá quién disfrute de esos paladares exquisitos que captan el arte supremo en un trapazo largando tela flameando al viento, que valoran el abuso del pico, porque qué más meritorio que solo gastar una puntita de la muleta. Esos paladares que entienden las chicuelinas aunque no vengan a cuento para las almas insensibles, que jalean los bajonazos traseros porque... porque... Que uno no es sensible y no tiene ni idea de lo bueno de un sartenazo. Que hay que reconocer las limitaciones de uno y esta es una y muy grande, que no entiendo todo eso que los paladares exquisitos entienden y valoran como si se les apareciera el mismísimo Tragabuches con corona de santidad y manto púrpura imperial.

Que me encantaría poder incluso contarles las condiciones de lo de Victoriano del Río y el quinto de Toros de Cortés, pero ya he confesado mis limitaciones y en esto no iba a ser menos, porque, ¿qué se puede contar de toros, correctamente presentados, pero sin alardes, que el tercio de varas es como pretender que una postal de “Queridos todos, estamos bien, la playa es muy bonita, besos,” con las obras completas de Víctor Hugo. Que sí, que igual a alguno hasta le han apretado un poco más allá del picotazo y medio, pero ya. Que también son cosas del toro moderno y esto de Victoriano del Río ya no es que sea moderno, es que es vanguardismo puro del bobón que busca la pelotita. Que ya solo les queda firmarla y regalársela a un niño. Y los picadores, ¿pues que les voy a contar? Que ahora la carioca, que ahora le tapo la salida, que apoyo el pal y corriendo lo quito. Eso sí, si ustedes esperan que a alguno le pongan en suerte, no se cansen de esperar, sigan esperando... y mucho rato. Eso sí, llega el momento de la muleta y el que manseaba acude al trapo, el que renqueaba, acude al trapo y el que no iba al trapo, acude al trapo. Ideales para poner poses y posturas galanas, aptas solo para paladares exquisitos, que los otros... los otros hasta se atrevían a gritar que si el pico, que si estás fuera, que si... Que no tienen paladar, ¡vamos!

La terna era muy del gusto del público transeúnte que regala aplausos y lo que no son aplausos a nada que el coleta se ponga así y mire asao. A la cabeza, Emilio de Justo, innovador, pero solo apto para esos paladares... ya saben, ¿no? Recibió a su primero por chicuelinas, sin importar eso de enseñar a embestir, prolongar el viaje o que metiera la cara, chicuelinas y punto. Que voluntad no le falta, pero quizá un pelín más de llevar una lidia con cierta coherencia, tampoco estaría mal. Galleo para llevar el toro al caballo, pero sin moverse apenas del sitio, para que al final el animal se fuera suelto a su aire. Muletazos de tanteo, se lo saca más allá de las rayas y un revolcón impresionante que cortó la respiración de todos los presentes. La sensación era que se había acabado el festejo para él, pero afortunadamente la cosa no fue a más y pudo salir en el sexto, lo que fue recibido con una ovación cerrada por toda la plaza. Larga de rodillas, toda una declaración de intenciones y verónicas siempre con el paso atrás, que unos no supimos apreciar, pero ya saben quién sí, ¿verdad? El animal anduvo a su aire, queriéndose ir a los terrenos de toriles, llegando incluso a probar al picador de puerta. Otro intento de galleo y de nuevo el toro que no se había leído el panfleto de instrucciones prefestejo. Y a partir de ahí, con unos delantales ya se inició la sesión de dar aire al de Victoriano, que con la sofoquina que hacía, era de agradecer. Y continuó cuando el espada tiró el palo, la espada de mentira, al suelo y se puso a darle aire, largando tela y más tela, que parecía aquello una tienda de retales de las de los alrededores de Sol. Y venga trapazos y más trapazos y cuanto más se enredaba, más se jaleaba, Y unos miraban perplejos y otros sí que sabían saborear aquella sarta de trapazos que no parecían tener fin. Por el derecho, luego por el izquierdo, sin llevarlo ni por asomo una sola vez. Pero aparte los insensibles, cómo bramaban los paladares selectos, culminando tal orgía de bienes con el clamor ante un bajonazo trasero, pero bastante, que dio con el pobre animalito en tierra. Y el presidente, que también sabía apreciar estas cosas para muchos incomprensibles, sacó el pañuelo por dos veces. Y apúntenlo, don Roberto Gómez, pura sensibilidad y buen gusto. Y al final del festejo, bueno no tan al final, allí que se lanzó la chavalería para pasear a cuestas a Emilio de Justo. Esa juventud de la que tan orgullosos se sienten los taurinos del momento y que los de... los insensibles, no saben adónde van a llevar esto.

Borja Jiménez, un paradigma de la modernidad, tuvo que estoquear al primero de la tarde por el percance ya comentado del compañero. Se cambió el orden de lidia y el que iba segundo, salió tercero. Recibo rodilla en tierra, que al menos parecía más lógico que otros recibos tan en boga. Lidia desordenada, el toro a su aire y los de luces... pues a lo que les venga bien. Que lo importante es lo de la muleta, cuantos más trapazos, mejor, hasta que te den un aviso sin haber ni cuadrado al toro. Y en estas, pues un inicio en los medios trapaceando por delante y por detrás, pierna de salida muy atrás, encimista, dejándosela topar, de uno en uno recolocándose siempre, ayudados para cerrar al animal, que luego acusó esa querencia. Pinchazo y bajonazo tirando la muleta, con deleite para los que sí que saben valorar el vuelo de un trapo como bandera tirada al viento. El quinto no estaba para muchas fiestas, a poco que le soplaran, no aguantaba en pie. Y llegamos a la muleta, no esperemos más. Banderazos, trapazos acelerados, pico descaradamente ofensivo, tirones, venga a largar tela una y otra vez, enganchones, ahora me alboroto y solo los muy sensibles supieron ver aquel jarte magnánimo. Al menos en este caso el aviso le llego después de entrar a matar.

El tercero de los jartistas era Tomás Rufo, el otrora jaleado, magnificado, casi elevado a los altares, en este caso, en esta tarde no coló, ni los sensibles se entregaron a su forma de hacer. Que ni yéndose al abrigo del cinco. Que el hombre pensaría que por qué se le pitaba, si era lo mismo de siempre. Ya ves, cambios de sensibilidad. Trapazos con el pico echando al toro para fuera, siempre muy lejos estirando el brazo, muy exagerado, vulgar, desaprovechando una babosilla que iba y venía sin atisbo de maldad. Salió el cuarto el que tocaba ser sexto, al que parecía que Rufo invitaba a bailar, siendo él la pareja, en lugar de intentar pararle con toreo. Y de nuevo el placer de los dioses, la muleta y allí que fue a dar más vueltas que un giraldillos con levante. Encimista, trapazos mil y venga a largar tela, que si me meto entre los cuernos, de uno en uno, pero que los exquisitos no entendían tampoco aquel derroche de vulgaridad de este torero, aunque empatizaran perfectamente con la de sus compañeros de terna. Que habrá quién no lo entienda, pero claro, es que hay cosas que no se entienden fácilmente y son aptas solo para paladares exquisitos.


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jueves, 2 de octubre de 2025

Pero, ¿qué les enseñan en las escuelas?


Entre unos niños jugando al toro en la calle y unos coletudos en la plaza, quizá la diferencia sea esa, la plaza y las coletas.

Cuando llevamos a los niños a la escuela esperamos que aprendan a leer, escribir, sumar, restar y aprenden, claro que aprenden. Si vamos a la facultad de medicina, derecho, farmacia, ves que salen y te diferencian la cabeza de los pies, otros te dicen que robar es delito y otros, pues diferencian un analgésico de un laxante. Pero no me dirán que no se echarían las manos a la cabeza si ven que su hijo coge un libro bocabajo, que el médico agarra unas tijeras de podar, el abogado empuja una carretilla del revés y el farmacéutico usa el hemoal para cepillarse los dientes. Que se espera un mínimo de todos ellos una vez que han salido con un diploma debajo del brazo. Pues si nos detenemos en los novilleros, los de la primera de este Otoño 2025 y de prácticamente todo el escalafón, la sensación que nos queda es que se presentan dispuestos mostrar su torería y capacidad lidiadora en la plaza de Madrid con el libro del revés, las tijeras de podar, la carretilla del revés y con el hemoal sacando lustre al esmalte dental. Que los ves que no saben manejar el capote, que eso igual se puede aprender; no saben manejar la muleta, ni citar, ni rematar un muletazo, que eso igual también se puede aprender; pero es que lo de la lidia es un arcano desconocido para ellos, no saben llevar un toro al caballo, pero es que no saben ni colocarse en su toro, que a lo sumo se quedan allí plantados, pasmados en el centro del ruedo a ver qué pasa, que ni ademán de sacarlo del peto, ni de volverlo a poner, que llega el segundo tercio y anda que se apañen los banderilleros, que si se ven apurados, que corran más. Que ni se les pasa por la cabeza eso de tener que hacer un quite a un compañero en apuros. Que en esto de los toros no parece que uno se pueda presentar por libre a los exámenes, como sucedía en este país en otros tiempos con la cuestión académica. Y claro, uno se pregunta, pero, ¿qué les enseñan en las escuelas? Que por lo visto, a pegar trapazos, mil mantazos con el capote sin criterio alguno, que lo mismo se los doy por aquí, que por la luna de Valencia. Muletazos sin garbo, sin gracia y sin saber el motivo. Que aparte del pico, de ponerse siempre fuera, dejan engancharse las telas una y otra vez, corren y corren entre trapazo y trapazo, lo que indica muy a las claras que si hay que correr tanto, igual es que no se ha toreado nada. Si es que no les deben haber enseñado ni que el trapo no se tira alegremente a la cara del toro al entrar con la espada, que parecen los alfieri de Siena, esos que tiran las banderas al aire, pero que al menos las recogen, no las dejan tiradas cual trapos en la arena y se ponen a levantar los brazos en señal de triunfo. Que todo esto se le puede aplicar a cualquiera de la terna de la novillada, aunque cada uno a su estilo. Sergio Sánchez, adalid de una vulgaridad insoportable, una máquina de trapacear sin decir nada, que es que no han dado opción de aplaudir ni a los de los yintonises. Que a todo lo más que llega es una vez tocan para el último tercio, después de haber pasado como un espectro por el ruedo, a estar ahí, a aburrir hasta la extenuación del ánimo de los presentes. Emilio Osornio muestra también su incapacidad, pero todo muy rápido, que no ha terminado un mantazo o un trapazo y ya está pensando en tres posteriores. Que ni acompañar las embestidas, abundando en la nada más absoluta. Y por último, Ignacio Candelas, con un brazo que puede estirar y estirar, hasta conseguir que el novillo pase más cerca del puesto de los helados de fuera de la plaza, que de su taleguilla y si el toro se le queda parado como un marmolillo, como su sexto, él sigue a lo suyo, que a base de ponerse y querer trapacear, igual hasta consigue desesperar a los más calmados.

Y luego viene lo de López Gibaja y los picadores, esa relación sentimental entre uno que da, otro que recibe y las mayorías de las veces, ni uno da, ni el otro... Que a nada que apriete el del palo, el animalito se nos queda en nada. Eso sí, luego que hay que picar. Claro, hay que picar y que criar toros encastados y medir el castigo; mira el otro. Pero claro, si después de esto, a lo que vamos es a que el coletudo pegue muletazos como si no hubiera un mañana. Presentación desigual y comportamiento... pues si quitamos el sexto que se ha parado casi nada más bajar del camión, los demás, con poco castigo, mal lidiados, más o menos iban y venían en el último tercio, aunque fuera con una sosería imposible, que no remediarían todas las salinas de la Isla de León. Que dirán ustedes que, ¡joer, a este tío no le gusta nada! Pues no es cierto, me gustan muchas cosas, pero es que ya no las practican. Que igual habría que ir a una escuela de las que “forman” toreros, a ver si nos explican de qué va esto, pero de momento uno no puede disimular su perplejidad y preguntarse, pero, ¿qué les enseñan en las escuelas?


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lunes, 29 de septiembre de 2025

Era una concurso, ganó el toro y perdió el toro

La ingenuidad nos lleva a creer que aún en las corridas concurso lo importante es el toro y el primer tercio.


Las corridas concurso deberían ser festejos en los que el aficionado se ilusionara, esperando ver la bravura brotando del ruedo a borbotones, sintiéndola en e momento en que apareciera por la puerta de toriles y si no la bravura, la casta. Y siempre unos matadores esperando ponerse cara a cara con esa casta y esa bravura y canalizarla para que todo el mundo la disfrutara. Una concurso debería ser lo más parecido a una obra de arte en la que el torero se encontrara con un lienzo en blanco, con un bloque de mármol y que su obligación fuera la de ir descubriendo la obra de arte que se encerraba ahí, pero quizá el aficionado pueda adivinarla, pero no se trata de eso, no se trata de tener que imaginar, tiene que ser la pura evidencia y para ello, el señor de luces tiene que estar dispuesto a ello. ¡Estar dispuesto! La disposición debería ser algo generalizado en la plaza. Disposición de los toreros para lucir al toro, para cuidar la lidia y estar atento al transcurso de esta; pero no es el caso, la terna iba a lo suyo, a ver si cortaban su orejita y poco o nada más. Disposición en el público para ver el toro y olvidar paisanajes, debilidades por tal o cual, sin pensar en eso, en las orejitas. Pero la disposición era en unos a ver confirmar al paisano ya entrado en años o los que esperaban ver al que tantas veces ha venido a Madrid y que vaya usted a saber por qué, se le jalea todo, ya se le escape entre los dedos un toro de triunfo u otro de esos que acuden a la muleta una y otra vez. Disposición en definitiva para todos, para el presidente a la hora de mandar ir tres veces al caballo al toro, para sancionar con todo el peso de la ley a un masacrador a caballo, disposición entre los de aúpa. Pero miren las veces que he citado la palabrita y al final, lo que ha faltado es eso, disposición. Que el aficionado habrá podido llenarse los ojos con toros, como el de Palha y Partido de Resina, que han ganado por goleada a los matadores que les han tocado, pero que han perdido con rotundidad, precisamente por los matadores que les han tocado en suerte ¡Qué mala suerte! Merecían unos espadas con voluntad lidiadora, con afición y que dejaran de mirarse el ombligo pensando que iban a llegar a ser grandes vía el trapazo trallacero.

Confirmaba Rubén Sanz, que no está bien eso de mirar la edad de nadie y sí los méritos, pero si alguien se preguntaba como es que ha confirmado a estas alturas, quizá en su quehacer en el ruedo ha encontrado la respuesta y hasta se pregunte por qué le han traído a confirmar. Incapaz con el capote, incapaz de poner un toro en suerte, incapaz con la muleta, sin asentarse ni un momento, pico, baile, citando desde fuera, enganchones, negado con la espada y mostrando el toreo de capea, el que a duras penas muestran los capas o mozos aventurados en las plazas de pueblo. Dando la sensación de que a él eso de la concurso le traía al pairo. Vayan ustedes a saber la causa por la que le hicieron salir a saludar al romper el paseíllo, quizá algo tenía que ver esto con algún viva a su tierra durante la tarde. Pero si acaso, otro día le montan una en su barrio y que salude uno a uno a los presentes, si así le place. Que luego, si no demuestras nada, ese saludo inicial se convierte en un hecho ridículo y en los toros, lo que quieran, menos ridiculeces. Al de Concha y Sierra le dejó corretear a su aire, no le puso en suerte parando al toro frente al peto, donde le iban a picar trasero y mal, tapándole la salida. El animal no andaba sobrado de fuerzas, quizá se pudo dañar en un intento fallido de saltar la barrera, pero aún le quedaron arrestos para complicarle la tarea y engancharle el engaño demasiadas veces. Intentó ponerse elegante, pero no dio el pego. El Murteira volvió a poner en evidencia al espada, que ya de salida no se podía hacer con él. Sin ponerlo al caballo, derrotaba con desesperación por el izquierdo el peto. En la segunda vara un picotazo en buen sitio y a pedir el cambio. Con la muleta venga trapazos, banderazos, enganchones y sin parar quieto, que no acababa de citar y ya se estaba yendo, en un trasteo sin pies ni cabeza. Y la guinda en sus dos toros esa forma de ejecutar lo que debería ser la suerte suprema, yéndose sin pudor alguno de la suerte. Pero ya, por lo menos, confirmó, confirmó muchas cosas y además, confirmó la alternativa.

Javier Herrero ya había confirmado, así que ya parecía tenerlo todo hecho. Le salió un buen mozo de Palha, que manteos echando la pierna atrás, parecía que hasta podía ser la tarde en la que pasara algo. Fue al caballo para recibir un buen puyazo de Carlos Prieto. El público batiendo palmas, pero que pronto se torció todo. Lo que podía haber sido el puyazo de la tarde, en un santiamén de tiñó de la carnicería de la temporada. Primero aguantado los embates del toro, evitando que el caballo cayera a la arena, pero... ¡Ay el pero! De repente se le tapó la salida y se le dio leña de una forma brutal, mientras el espada, Javier Herrero se limitaba a estar por allí, mirando y sin la más mínima intención de sacar al toro del caballo. Unos que si levanta la vara, otros que saque al toro, pero entre tanto, la carnicería no paraba. Un toro que empujó, destrozándolo con una saña insoportable. Lo pusieron una segunda vez y el animal se arrancó con una alegría y prontitud que era una delicia, pero el animal solo iba a que el jinete siguiera con esa masacre y el matador ni se inmutara. Que uno no es partidario de eso del levanta el palo, pero una cosa es eso y otra el simplemente aguantar el palo, que una cosa es medir el castigo y otra... una vergüenza bochornosa. Primeros muletazos de tanteo, se lo sacó hacia afuera y aunque al Palha le costaba aguantarse, él seguía peleando y poniendo en apuros al que le tocó en mala suerte. No se paraba un momento, venga a alargar el brazo, ahora me meto entre los pitones, a ver si así el animal se para. Un toro que se fue sin torear, sin lidiar, sin darle la importancia que tenía. Quizá habría sido merecedor de algún premio, honores de bravo, quién sabe, todo es quizá, porque el matador nos privó de verlo y solo pudimos llegar a imaginar. El quinto, uno de José Escolar, quizá el de menos presencia del festejo, corrió y corrió sin que nadie fuera capaz de sujetarlo en un capote. Lo de ponerlo en suerte parecía una misión imposible, dándole mil y un mantazos. El animal olisqueaba, escarbaba y al final lo dejaron tirado entre las dos rayas. Sin meter la cara en la primera vara, en la segunda, pendiente de los capot6es y sin querer caballo, cuando acabó yendo, el picador le puso el palo un palmo más adelante de la penca del rabo. Un picotazo y a otra cosa. Se dolió en banderillas y ya en el último tercio fue Javier Herrero quien cantó la gallina. Todo un muestrario de negación con los trastos. Sin parar de bailar, poniendo la muleta y quitándosela de golpe, dándole aire y aún se vio achuchado por el mansito, con el que no pudo en ningún momento. Eso sí, con una solvencia para alargar el trasteo sin hacer nada, sin mostrar ni asomo de toreo, permitiendo que desde la nada le tocaran un aviso sin tan siquiera haber montado la espada.

El tercero era Gómez del Pilar, que en esta tarde a algunos les ha hecho recordar tardes pasadas, no por su buen hacer, sino por esa gracia que tiene para dejarse ir toros de triunfo. Pero oiga, que aún los había que lo pedían para todas las ferias futuras de todo el planeta taurino. A su primero, el de Partido de Resina le dejó corretear a sus anchas sin ofrecerle un capote que lo sujetara. Fue tres veces al caballo, sin pararlo ni por un instante. Mal picado y poco, seguía a su aire. La cuadrilla siguió sin permitirle un mínimo respiro. Inicio de faena por abajo medio aseado, pero sin intentar alargar las embestidas en este primer tanteo. El animal al principio se entregaba menos para adentro, pero cuando al fondo veía los medios, metía la cara, a lo que se le respondía con trapazos sin pararse quieto Gómez del Pilar. Venga enganchones, aperreado, cambio al pitón derecho y cuartos de muletazo, muleta atrás pico y él a lo suyo, sin enterarse del toro que se le estaba yendo. Como es casi habitual, naturales citando de frente y escupiendo al toro para afuera, pero él seguía sin enterarse de lo que había sido el de Partido de Resina. Entera trasera tirando el trapo al aire y para culminar la hazaña, el espada queriendo llevar al toro a morir a las tablas, si es que no se enteraba. Y fue el toro el que seguía mirando a los medios. Que mala suerte la de este cárdeno. Al de Rehuelga le administró la misma receta, no poner el toro al caballo, sin hacer que se parara, quedándose este dónde mejor le venía, tres picotazos traseros, sin humillar y escarbando muy a menudo. Con la muleta, pues venga trallazos por ambos pitones, pico, pico y más pico, enganchones, baile y en un trance quedándose al descubierto, el espada resultó cogido. Que algunos ya barruntaban la oreja del revolcón. Medios muletazos, más carreras y carreras, venga a colocarse a cada trapazo y de nuevo de frente, pero estirando el brazo para fuera, no fuera a ser que se le viniera por dentro. Muletazos de uno en uno y una entera caída mientras sonaba un aviso. Le dieron la orejita, que para esto se organizan hoy en día las concurso, no se vayan a pensar otra cosa. Las concurso en las que la moda es sacar un solo caballo. Uno solo en el ruedo de Madrid. Que igual hay costumbres que por ahí son necesidad y estás más que justificadas, pero en un ruedo como el de Las Ventas suena hasta ridículo. Que me dicen que así no se distraen los toros. Pues si se distraen, ya sabemos algo de la condición del animal, ¿no? Que se distraiga ¿O es que no nos dice nada el que un toro no quiera ir a contraquerencia y se deslome en el que guarda la puerta? Pero esto ya no hay quien lo entienda. Pero ta saben, era una concurso, ganó el toro y perdió el toro.



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lunes, 22 de septiembre de 2025

Bonitos por fuera, pero con sus cosas por dentro

Que bonitos, pero... no te fíes

Imaginen que van a un examen de oposición y solo se han estudiado el tema de la “Caída de Constantinopla” y pase lo que pase, usted va a contar lo que se ha estudiado, por mucho que el presidente del tribunal le diga que no, que pare, que lo que le ha tocado en suerte es la Carrera espacial. Pues esto es una constante en el mundo de los toros y por supuesto, en la plaza de Madrid. Que en esto que llaman el desafío ganadero tocaba el tema de lidiar, de poder a unos animales diferentes a lo habitual, que los temas se llamaban tres de Partido de Resina y tres de Monteviejo. Oiga, una lámina para pintarla, que en algunos casos quizá no era para ovacionarlos de salida con tanto entusiasmo como se han aplaudido, pero bueno, no vamos a ser cicateros porque se ovaciones la presencia de un toro. Los opositores eran Serafín Marín, que desafortunadamente no ha tenido tiempo ni de dar las buenas tardes, al verse cogido al querer lancear de recibo a un Monteviejo que se le llevó por delante a la segunda verónica. Solo queda desearle que pronto pueda volver a pisar un ruedo. Juan Pablo Sánchez se ha limitado a aguantar el chaparrón con pocos argumentos y Luis Gerpe, con la misma carencia de ellos, pero empeñado en dar derechazos y naturales. Ya saben, usted pregunte lo que quiera, que yo le contestaré lo que me dé la gana. Lo malo es que en estos casos el ser librepensador te puede costar que te manden al hule.

Quizá habría que aplicar eso de que debe progresar

Había una costumbre allá en la noche de los tiempos, que era que los peones pararan a los toros, para que así sus jefes pudieran tener una aproximación a las condiciones de su oponente. Quizá si esta costumbre hubiera pervivido en la mente de toreros y espectadores, Serafín Marín habría podido ver de qué forma se cruzaba su primero por el pitón derecho, un defecto que acusó durante toda su lidia. Una vez que el espada tuvo que ser llevado sin demora a la enfermería tomó los trastos Juan Pablo Sánchez, que pudo comprobar lo incierto y peligroso del de Monteviejo. En el caballo se limitó a dejarse y el picador a aguantarle. Una primera vara desde muy cerca y una segunda acercándose poco a poco. El toro se iba enterando de todo, atento a todo lo que le rodeaba, llegado el momento de la muleta se revolvía pronto y el hidrocálido tampoco puso todo de su parte por alargar el viaje del prenda. Sin desaparecer el defecto por el derecho, lo mismo se quedaba, que no pasaba, que no escatimaba derrotes, mientras la única receta que se le proponía era la de dar derechazos, lo que tampoco era fácil con el gazapeo continuo. Tímidos muletazos por abajo, pero ineficaces. El tercero, de Partido de Resina, según el programa, se emplazó de salida, como esperando a ver qué se cocía por allí, se revolvía al ofrecerle los capotes, tirando derrotes. En el peto se medio dejó en el segundo encuentro, acabando por marcharse suelto en los dos puyazos. Cara arriba y esperando en banderillas. En el último tercio continuaba con esa fea costumbre de no humillar ante los trapazos que le administraban, sin entregarse en ningún momento. Trapazos y más trapazos al aire, tirones, para concluir con muletazos de uno en uno con el engaño retrasado, poniéndose pesadito y metiéndose entre los pitones, alcanzando un más que notable grado de vulgaridad. Bajonazo y a otra cosa. El quinto, de Monteviejo, iba y venía sin emplearse, reservón, que poco más que se dejó en el caballo y ya en la muleta empezó quedándose, con un molesto gazapeo como el primero de la tarde y Sánchez andando por allí, pasándole por la cara y yéndose a mitad de trapazo, sin pensar en otras soluciones para plantar cara a este y a sus otros dos oponentes, sin pensar ni en un conato de toreo por abajo, que quizá era lo único que tenían estos animales.

Luis Gerpe debió pensar que se enfrentaba a cualquiera de las ganaderías al uso, a las que les endiñas mil trapazos y sus pupilos ni rechistan, se los tragan sin más, pero, ¡ay, amigo! Que con lo bonitos que eran, resulta que también tenían su aquel y vaya aquel. Para evitar que un espada lidiara dos toros seguidos, se cambió el orden de lidia de segundo y tercero, invirtiéndolo. El que hizo segundo, del Partido de Reina, recibido con entusiasmo, salió corretón y si el matador solo le enseñaba el capote un poquito, pues no iba a sujetarle, él seguía a lo suyo. Gerpe ofrecía mantazos y el cárdeno regalaba derrotes. Le pusieron de cerca, de lejos, pero el toro estaba con los capotes, que le captaban toda su atención. Lo que tampoco quiere decir que lo dejaran entre las dos rayas. Como en la segunda vara, no disimuló la molestia de tener un palo encima. Continuó queriendo enterarse de todo. Tomó la pañosa Gerpe, luchando contra el viento y pendiente de aquel bonito ejemplar, al que le trapaceo siempre con un pie presto para salirse y a merced del animal, que ahora me lo pienso, ahora escarbo, tirones con la zurda en tandas de tres o como mucho cuatro trapazos, pero sin llevarlo en ningún caso. Al cuarto, último de Partido de Resina, le dejó suelto, a su aire, venga mantazos y mantazos, la vuelta y ahí te quedas. Tres veces fue al caballo, sin orden para ponerlo en suerte, ni para sacarlo y con apenas tres picotazos sin apenas castigo y con la cara alta. Quizá sin pensar en el viento, Luis Gerpe se lo sacó más allá del tercio, para darle sus buenos trapazos alborotados, solo dándole aire, por si fuera poco el que ya hacía, pero que la gente se puso a jalearle todo. Hubo dos por el derecho, que hasta medio tiró del toro. Continuó por el izquierdo, siempre recolocándose a cada pase, moviéndose mucho, vuelta al derecho y un continuo no parar de bailar, siempre con el pico y muy fuera, cuando quizá sencillamente para defenderse, lo mejor era cruzarse mucho. Pero aún así, él se dio decididamente la vuelta al ruedo; él sabrá. En el que cerraba plaza, el otro de Monteviejo, ya de salida se le comía, no podía con él y ni tan siquiera era capaz de sacar los brazos en cada capotazo. Perdía las manos con cierta frecuencia, escarbando, sin apenas castigo. En el último tercio, pues continuó la sesión de toreo bailando, pico, fuera y recibiendo los arreones del toro, que hacían que el de luces pegara un respingo a cada arrancada, dando la sensación de que no acababa de saber por dónde meterle mano a ese último berrendo, al que despachó de media atravesada haciendo guardia y una entera caída. Al final quedó claro que estos coletudos de la modernidad tienen recursos más que limitados para enfrentarse a lo que no es la bobona del mes, que lo de Monteviejo tiene mucho que mejorara, que lo de partido de Resina, que algunos ya no nos atrevemos a llamar antes Pablo Romero, que está mejor de lo que se esperaba, aunque no se confundan, es que lo que se esperaba era un desastre rodando por los suelos, pero no, al menos ya hasta aguantan en pie, pero queda un mundo para que esto sea lo que fue. Y lo que nadie podrá negar de los pupilos de los dos hierros es que eran bonitos por fuera, pero con sus cosas por dentro.


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lunes, 15 de septiembre de 2025

Traían las partituras cambiadas y la música sonaba cómo sonaba

A veces parece que hay más de uno en la Luna o que ve a los toros como si fueran verdaderos lunáticos.


Quizá sean capaces de imaginar a un grupo de cámara tocando la zambomba y dispuestos a interpretar de oído la novena de Beethoven. A mí me cuesta, que no logro imaginar el Himno de la alegría a base de purrum purrum. Y no dirán que no pongo de mi parte, que me esfuerzo, pero nada, que no. Aunque si me pongo a pensar en el primer desafío ganadero de Madrid, pues ya me voy haciendo una idea de lo que puede resultar, un verdadero y ensordecedor despropósito. Así, purrum purrum arriba, purrum purrum abajo, será algo parecido a esa novena sinfonía. Que también la feria va dependiendo de a quién pregunten. Si es a uno de la secta de la positivología, igual les dicen que el ganado infame, el de Rehuelga y sobre todo el del señor Escolar, que después de defender sus toros y señalar la torpeza de unos coletudos, ha sido declarado poco menos que un satánico criador de alimañas ¡Qué cosas! Y que los de luces han estado hechos unos tíos, aunque la cosa fuera que ellos venían a... la verdad, es que uno ahora no sabe a qué venían, porque ni para dar trapazos han mostrado garbo, ese garbo que sí han tenido para liarse a trapazos y correr más que un cartero en Navidad, pero cuando se mandaban tarjetas de felicitación, no como ahora.

La corrida, con dos hierros, bien presentada, aunque el personal se decidió a aplaudir de salida al primer Escolar, que quizá era el menos aparente del festejo. Que lo mismo a estos también les dieron la partitura equivocada. El primero, de Rehuelga, aunque fue alegre a una segunda vara, en el peto solo se empleaba con el zurdo y hasta soltó al final varios derrotes mientras le hacían la carioca. Era el toro que confirmaba a Miguel de Andrades, que se fue a portagayola y allí se quedó plantado, viendo como el animal pasaba de su planta frente a toriles. Larga de rodillas y verónicas siempre rectificadas. Con mucha voluntad tomó las banderillas y aparte de necesitar a toda la cuadrilla en el ruedo en varios momentos, se limitó a tirarlas. Con la muleta, en esa corriente entusiasta se plantó de rodillas en los medios y este gesto pleno de voluntad no dijo nada al personal, que se quedó como si nada. Se quería poner derechito, pero el quedarse fuera y el abuso del pico hacían que la cosa no llegara a ninguna parte. Ni las carreras entusiasmaban, que en otras tardes eran motivo de entusiasmo. Quizá el ser de demasiado lejos influyó en el poco eco en los tendidos de los trapazos del espada. Tirones, muleta retrasada y atravesándola y para remate, unas manoletinas en las que se vio atropellado nada más empezar. Lo de la espada era la guinda del esperpento, siempre yéndose a todo correr y así pasó, un bajonazo haciendo guardia, que si tomo el verduguillo, que si el estoque y venga descabellos, cuando le quedaba nada para el tercer aviso.

Sebastián Ritter sustituía a Damián Castaño y... pues que con esa parsimonia y esas maneras, lo mismo se veía como un maestro, pero que se mire bien en el espejo y... Al segundo Rehuelga le recibió a base de mantazos. En el caballo le pegaron un marronazo muy trasero, El animal empujaba de lado con un pitón. Se arrancó con alegría en el segundo encuentro, para que le atizaran de nuevo muy atrás. Pronto en banderillas, quizá hasta cantando su distancia, pero el señor Ritter debía estar a otra cosa, quizá intentando descifrar la partitura de la Traviata, pero él lo que tenía mirado era la de “Una vieja y un viejo van...” Y allí que lo soltó. Trapazos rodilla flexionada por ambos pitones, derechazos al aire, con el pico y muy fuera, sin pararse quieto. Citando muy fuera, acortando demasiado e inconvenientemente las distancias, solo llegó a acabar dando derechazos casi apelotonados, siempre desde muy fuera. En su segundo, el jaleado primer Escolar, se vio achuchado de salida, teniéndose que dar la vuelta y de espaldas a los medios, que el escurridito se lo comía. En el primer encuentro con el caballo el jinete ni capaz fue de apoyar el palo en el toro. Nueva entrada, apenas un picotazo tapándole la salida y una tercera vez, ahora a más distancia, mientras el picador estaba preocupado por dominar al penco que no podía gobernar. Vara delanterita y caída, incluyendo un vengativo barrenado. Y allá que fue Ritter a pegar tirones, atravesar la muleta, alargando el brazo y con el palito agrandando el engaño. El toro se le fue cerrando y él a lo suyo, pico, abanicazo y tanto hueco dejaba, que vino un achuchón. Y cerró macheteando por abajo, como si el Escolar fuera un marrajo ingobernable, que no lo era. Hasta en esto tenía cambiados los papeles.

Volvía Juan de Castilla después de tantos avatares pasados. Al tercer Rehuelga le recibió con mantazos cariñosos, intentando mantenerlo en pie. Le apoyaron el palo muy trasero, que decir que se le picó quizá sea una exageración. El trasteo fue una consecución de trapazos y enganchones siempre sin amagar tan siquiera con bajar la mano. Muletazos despacito, no templados, a la velocidad, a la poca velocidad del animal, que no era capaz de humillar, que se nos venía al suelo. El quinto, el mejor presentado de los de Escolar, de entrada se le frenó en el capote y de Castilla se giró para cederle terreno, lo que, vaya usted a saber por qué, se jalea a veces por parte del personal, los positivologistas acérrimos. Se le picó quizá poco, pero muy mal, aunque las puñaladas cuenten como puyazos. En el último tercio el espada dejó patente su incapacidad para poder al animal, achuchones, trapazos, sin parar de recolocarse a la carrera, dando la sensación de que se le comía. Encimista y con la muleta a la espalda, sacándola por un lado y quedándose fuera. Hasta daba la sensación de que se esforzaba en hacerle parecer un marrajo, pero el caso es que no sabía por dónde meterle mano al Escolar, al que despachó de impecable bajonazo.

Y cerraba el mismo que empezó, Miguel Andrades, ya confirmado, pero que tampoco podía ni sujetar al último de José Escolar, que le complicaba de salida; pues a perder terreno de espaldas a los medios. Cuatro entradas al caballo para que le picaran trasero, hacerle la carioca, mientras el animal solo se empleaba con un pitón, que acudía al peto al pasito y concluir recibiendo a modo en la última vara. Más banderillas a cargo del espada, de nuevo tirándolas y la cuadrilla ocupando el ruedo. Y si le habrían contado mal de que iba aquello, que igual que su padrino brindó el toro que no iba a torear, el de la confirmación, en este sexto allá que fue Andrades a brindar de nuevo al usía. Que una cosa es ser educado y otra ponerse pesadito con tanto brindis. O lo mismo es que le anunció que se iba a hartar de ver banderazos tropezados con la rodilla flexionada, bailando constantemente, sin parar de correr, un arreón y se libra por poco, más enganchones, carreras, trapazos, un batiburrillo de vulgar incompetencia y el castigo de la espada, tirando el trapo siempre muy lejos, para acabar de un bajonazo. Que la corrida no ha sido nada especial, pero si al menos le hubieran dado lo que pedían, pues al menos habríamos visto cierta coherencia entre eso que pedían y lo que les ofrecían y que aquello no diera la impresión de que se traían las partituras cambiadas y la música sonaba cómo sonaba.


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domingo, 31 de agosto de 2025

Pues así parece que están las cosas

Vamos tan derechitos a una falsa modernidad, que al final, esto lo verán como un marrajo con el que ni sabrán poner posturas.


Estamos a un paso de enfilar las últimas semanas de esta temporada. Y, ¿cómo estamos? ¿Qué es lo que tenemos frente a nosotros? Pues depende quién lo mire y con los ojos con que cada uno lo mire. Que ya les digo, si quieren leer glorias y laudes para el taurineo, mejor que cesen la lectura en este preciso momento. Que yo les agradezco el intento, pero no me parece que esté dentro de los límites de la decencia obligarles a pasar un mal rato. El mal rato ya lo estamos pasando, y desde hace ya demasiado tiempo, los que esperamos que se vuelva a ver lo que un día nos aficionó, nos enganchó con las gruesas cadenas de la pasión a esto. Cadenas que no mortifican, cadenas que nos hemos impuesto para que una ola de modernismo, de veleidades triunfalistas nos arrastren lejos de esto que siempre se llamó los TOROS. ¡Benditas cadenas! Y que nadie se me equivoque, que esto no es un viva las cadenas de antaño, ni un viva la libertad mal entendida, esto es un aferrarse a querer seguir en esto que tanto nos ha dado a algunos, que no es ni dinero, ni fincas, ni nada parecido, aunque ya les digo que lo que nos ha dado a algunos los toros es mucho más valioso y que no se puede comparar con nada, ni ponerle precio, porque lo realmente valioso, no tiene precio.

El panorama se pinta ahora con una exaltación a Morante, que unos dirán que se les queda corta y otros que es desmedida. Pero lo que sí que es cierto, es que desde el montaje de Madrid, con aquella salida a cuestas, aquella manifestación nada improvisada por Madrid y aquellos cánticos casi deportivos, se ha venido reproduciendo el modelo por otras plazas. Y siguen ensalzando lo que llaman arte, genialidad y, por supuesto, echando por tierra un pasado que esa chiquillería entusiasta no solo no vio, sino que igual no les suenan ni los nombres de toreros de otro tiempo. Que nos cuentan que es el mejor de la historia, el mejor de toda la vida de Dios, aunque ya se sabe, primero hay que definir hasta dónde llega ese de toda la vida de Dios ¿Y el toro? Eso para después.

Seguimos con una corriente irrefrenable de indultos; indulto por aquí, otro por allí, que algunos te sueltan eso de que un toro es de vacas, después de soltarte que no se le vio en el caballo o lo que es peor, que no mostró demasiado entusiasmo en el peto, ni tan siquiera para acudir con prontitud. Que luego está la excusa de que no hay toro perfecto, pero, ¡hombre! Tampoco tiene que estar a años luz del perfecto y aún así devolverle al campo. Pero ya se sabe, lo que prima es la muleta, es casi lo único que importa, incluso para esos que afirman que el caballo es primordial y que nos lo están robando. Un poquito de coherencia.

Vivimos también un clásico de estos días y que se impone con fuerza, los festivales sin picar, con matadores de toros ¿Alguien me lo podría explicar? ¿Qué orgullo de matador de toros tienen estos caballeros? Ninguno. Se prestan, o exigen, novillos desmochados, casi lo mismo de corto que de luces, para poner posturas y si se tercia, se encaran con los que no se les pongan de hinojos jaleando su ¿arte? ¿Y el toro? Que sí, que se me está poniendo pesadito ya con tanto y el toro y el toro. Pero, ¿esto no iba de jarte y jartistas? Pero entre tantas idas y venidas, quizá estamos viviendo la última temporada en la plaza de Madrid. Que ya han anunciado que con las obras, que no habían tenido tiempo hasta el momento, no va a haber toros... o mejor acortamos diciendo que solo habrá en las ferias y ya, así de claro. Que siempre saldrá el que se ponga del lado de la empresa, quede estos nunca faltan, los especialistas en ponerse en el lugar del que va contra sus intereses, olvidando cuál es su lugar y sus propios intereses, y dirán que montar festejos fuera de feria en Madrid no sale rentable. Claro que no sale rentable; si montan los carteles que montan, ¿a quién puede interesar? Aparte de los cuatro habituales que van y van y van y no se cansan de ir. Que igual estos que afirman eso de la no rentabilidad lo dicen con tanta ligereza quizá porque ellos no van, que están en su derecho, pero como dicen ellos mismos a los antis, déjennos a los demás que queremos ir, que respeten nuestra ya costumbre de ir a los toros en nuestra plaza. Que también puede ser que como durante la temporada no hay tele, pues no interesan, siempre será mejor una televisada con adoctrinadores titulados al micrófono y con ganado... Que lo mismo es que lo rentable, lo que interesa son las tardes de genialidades de genios o las estrafalarias excentricidades ajenas al toreo de los que dicen ser fenómenos que llenan las plazas. La pregunta sería, ¿llenan plazas de verdad? ¿Qué plazas llenan?

Pero como en todos los guisos, siempre tiene que haber una salsa, un adobo que lo sazonen y le den ese puntito, sobre todo si la materia prima no es de lo mejor de lo mejor, es más, puede ser pura bazofia, pero esa salsa, ese adobo, puede hacer creer a alguien que el guiso es un manjar de los dioses del Olimpo. Pero en este caso, el Olimpo es un bar de carretera en el que jamás pararía un camionero. Como en las plazas de toros, en las que el aderezo son los “¡Vivas!” Vivas que resuenan tanto, como aturden a los que desearían ver un espectáculo con algo de dignidad. Que si miramos a los “viveadores”, inmediatamente nos damos cuenta del muro de incomunicación que se interpone entre ellos y los que pretenden ver el festejo tranquilamente. Quizá porque ellos no están por entrar en un club de lectura y los del otro lado no creen que en los toros sea el mejor momento para hablar del mundo del yintonic ¿Y el toro? ¡Ah! Que seguimos con lo mismo, ¿no? Pues el toro es un ente en período de extinción, un imposible, una entelequia que ya casi solo pervive en la mente de algunos aficionados y que otros confunden con un animal amaestrado, dócil y con un toque de bobonería, que si hablaran, igual se liaban a dar vivas al viento. Y ya ven, pues así parece que están las cosas.


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martes, 19 de agosto de 2025

Lo que pesa un caballo de picar

Contaban los más viejos del lugar que un día vieron a un toro romaneando


Si preguntamos cuánto debe pesar reglamentariamente un caballo de picar, la respuesta es sencilla, si no tiene la cifra en la cabeza, usted se va al reglamento y ahí lo tiene bien clarito. Pero si la pregunta es cuánto pesan los caballos que salen a la plaza, ahí la cosa cambia. Ahí lo más probable es que nadie se atreva a dar una cifra. Unos, porque ven que el peso sobrepasa el reglamentado y otros... otros que lo último que harían sería reconocer que el peso oficial y el real no coinciden. Que cuentan que se pesan todos los caballos al principio de temporada, si hablamos de Madrid, pero uno piensa en pesarse antes de las Navidades y después y quizá no necesite ni pesarme, me basta mirar el agujero del cinturón.

Pero el peso de los caballos no es solo lo que mide la báscula, hay otros elementos que influyen y no se pueden medir en kilos o arrobas. Factores que, además de los kilos, influyen y mucho en el primer tercio. Nos encontramos en primer lugar con el peto, que podrá ser ligero como una pluma, que no lo es, pero que es rígido y demasiado largo, lo que impide que el toro pueda meter la cabeza y hacer eso que tanto echa de menos el aficionado, romanear. Ahora es casi un imposible, el peto no cede, no es nada flexible, lo que lo convierte en un muro con el que los animales están claramente en inferioridad, aparte del aspecto psicológico, en el que no voy a entrar. Y el que llegue hasta casi la pezuña de los equinos, pues se convierte en un inconveniente más. Así como tampoco vamos a incluir el factor jinete, que esa es otra. Pero claro, dejando de lado esto y lo otro, quizá estamos obviando demasiadas cosas, que dirán, con razón, que no se pueden obviar tantas cosas. Pero también digo, ateniéndonos exclusivamente a estos estadios primarios, tal y como está esto, ya es un verdadero abuso en el que el toro sale perdiendo.

Pero sigamos avanzando aparte de pesos y medidas, nos topamos con la forma en que se realiza el primer tercio, un señor aupado en un acorazado, con todas las ventajas a su favor, para además interpretar la suerte como el cantante de ópera que suelta gallo tras gallo, hasta completar el corral. Puyazos traseros, cuchilladas en la paletillas, navajazos traicioneros haciendo ojales en la piel del toro y por si fuera poco, esa nefasta, y a veces tan aplaudida, costumbre de agarrar el palo con el pulgar hacia abajo y mover y mover como si fuera una tourmix, una trituradora que tritura al animal, que por otro lado, y volvemos al principio, lucha contra un muro infranqueable que no cede de ninguna de las maneras. Un círculo vicioso que empieza en el momento en que el picador no para al toro, lo deja estamparse contra el muro, con la seguridad en que este se ampara, porque si no fuera así, ¿ustedes creen que levantarían el palo con tanta ligereza, que marcarían levemente el puyazo? Que sí, que los que esto lo piden y lo aplauden, pero si nos empezamos a dejar llevar por lo que se pide y se aplaude, ustedes me contarán.

Y si seguimos con más factores añadidos que vician y corrompen el primer tercio, vayamos con lo de hacer la carioca o tapar la salida, con un toro que se encuentra por un lado las tablas y por otro, y vuelta a empezar, con el muro con kilos, rigidez, volumen y malas mañas del que pica. Que siempre volvemos al inicio, al peso de los caballos y podríamos seguir hasta el infinito, como sería la inhibición de los matadores en este primer tercio, en el que lo mejor que se les ocurre es ponerse allí casi en su casa levantando el brazo y con la horrorosa excusa del vale, vale. Que eso es algo que ya casi nadie se cree y que más bien creen que la indicación es dale, dale. Pero los taurinos no paran de idear y proponer reformas de la puya, reformas los trastos, hasta unos dicen que por qué no decide el matador si salen los caballos o no, pero todo a favor para tapar un toro cada vez más blando, menos encastado, menos toro. Pero, ¡oiga! Que de eso del peso, el peto telón de acero, las sanciones a los que no piquen bien, a los que no actúen como se debe en ese primer tercio, de eso, ni mu. Y quizá hasta les viene bien que nos enredemos en lo del peso del caballo. Pues démosles gusto y sigamos enredados en el peso de los caballos, que ya vemos que no es poco, pero también con el peto, los puyazos, la colocación y... son tantas cosas. Pero tantas cosas, que sumadas, al final nos dará con casi plena exactitud, lo que pesa un caballo de picar.


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