viernes, 27 de mayo de 2016

La pulserita del mando de la Wii

Los montados se van perdiendo en la penumbra


Estábamos allí reunidos en contubernio en la grada del seis, discutiendo y aportando soluciones a esa plaga que asola los ruedos de España, Francia, América, Sebastopol y planetas adyacentes: las muletas que salen volando de las manos de los matadores a la hora de entrar a matar. Que es perfilarse y el trapito ya está volando, o mejor dicho, cayendo entre las pezuñas del toro. Con lo feo que eso queda. Que yo sé que el público lo aplaude, lo jalea y hasta lo comenta por guasapp: Chari, que ha tirado la muleta al suelo LOLOLOL, Jajajaja. Me parto xq es lo + de lo +. Y la Chari lo flipa. Pero es un mal a remediar y por eso andábamos allí arriba ofreciendo soluciones. Ha habido cosas interesantes, pero difíciles de poner en práctica, como el que se le clavara la muleta con chinchetas a la palma de la mano, pero se desechó por el engorro de la sangre; Pegar un trozo de velcro con loctite, a la palma, pero lo malo era que el velcro ya hacía masa con el pellejo e imagínense esa mano acariciando la carita de la novia, la madre, la hija, la hermana... No resultaba operativo. Pero llegó Daniel, chico con estudios y que sabe lo que se hace y nos dio la solución, ¡Eureka! Pues que se les ponga una pulserita como en el mando de la wii. ¿Ustedes se imaginan? Se acabaron las penas para Fandiño, Garrido, Padilla, Roca Rey, Ureña, El Juli y tantos y tantos afectados de ese mal de “la tiro porque me da la gana”.

Que no se crean que el invento de la pulserita es la solución a todos nuestros males, pero bueno, ya estudiaremos como vencer eso del pico, la pierna atrás, el trapazo destemplado, las carreras, los enganc... ¡Uff! Mucho que arreglar, ¿no? Casi mejor empezamos por algo mucho más sencillo, como acabar con la golfería en España. Pero mientras se solucionaban estos problemillas, se hacía presente en Madrid Juan José Padilla, ese torero que tan buena conexión tiene con la plaza de Madrid, ese torero tan del gusto de la afición de las Ventas. ¡Eeeh! Oiga a mí no me digan nada, yo solo me remito a las palmas y olés que le han dedicado mientras correteaba para banderillear  peor que un peón o para pegar trapazos quitándose a los toros delante como podía. Henchido de valor se fue a portagayola en el primero de la tarde. Empezábamos fuerte, un órdago en toda regla. El de Parladé salió despistado y casi le hace una cobra taurina al maestro de Jerez. Verónicas con el pasito atrás y hay que destacar una cosa, Padilla no pone a los toros en suerte, lo hace el peón de brega, además muy eficazmente. Así debe ser. Lo que ocurre es que el matador debe sacarlo del caballo y este se inhibió, pero que conste que se fijaba mucho en como lo hacían los de su cuadrilla, ¿eh? Que no andaba por allí como despistado. El de Parladé cumplió sin más en la primera vara, dejándose pegar. En la segunda ya no hubo castigo. Padilla tomó los palos y en el primer par, incomprensiblemente se quedó en la cara del toro, encunado entre los pitones, llevándose un buen trompazo. Otro de dentro a afuera y el del violín. Con la muleta anduvo un pelín perdido, pero no mucho ¿eh? Que luego dicen que si... Mucho trapazo, pico y carreras a cada momento, no corriendo bien la mano y quitando el trapo de golpe de la cara del toro. De repente, como si se sintiera poseído por un alma adocenada, se puso a hacer el péndulo y a dar pases invertidos, más un bajonazo de cuidado. Pero la gente aplaudía a aquello y a esto, ¡Fiestaaaaa!

Al cuarto le saludó rodilla en tierra, lo que empieza a agradecerse, porque así los toreros no tienen forma de echar el paso atrás. Otra cosa es como maneje el capote y que al final, acaban poniéndose en pie. En el caballo le pegaron al toro, que se dejaba, en el primer puyazo y ya en el segundo se redujo a cumplir el trámite. Más banderillas, siempre manteniendo la distancia de seguridad, bien apartándose, bien clavando a toro pasado. Volvió a echarse de hinojos, recordando a la troupe del Bombero Torero. La de siempre con la muleta, para acabar ahogando la embestida del toro, echándose casi encima de él. Una faena de dejar pasar el tiempo, hasta el momento en que con la espada, el toro desarmó a Padilla. Y hasta aquí el San Isidro del jerezano, del que seguiremos disfrutando en los programas del señor Molés, mostrando esa dureza en los juicios tan propia del equipo de los toros en la radio. Si es que se me ponen los pelos de punta con esa crudeza con que no dejan títere con cabeza. Son tan duros, tan duros, como la crema pastelera.

Fandiño volvía y se iba al fin de este San Isidro, que da la sensación de haberle sorprendido; es como si hubiera pasado del día de San Antón al mes de mayo, así, en una noche. Muy desorientado, se lió a trapazos con su primero, dándose la vuelta para ceder hasta los medios. El animal fue al caballo con la cara alta y cabeceando, saliéndose suelto. La segunda se redujo a un cabezazo y a escapar. Se dolió una barbaridad en banderillas, casi tanto como lo hizo el toro que el año anterior fue premiado como el más bravo de la feria. Tomó Fandiño la muleta, así como desafiante, como soltando un “aquí estoy yo” y fue asomar el toro y no pararse quieto un segundo, enganchones continuados, carreras y el toro que le comía terreno a cada pase. Se vio absolutamente superado por el de Parladé y muy poco confiado. La montó con la espada y el toro acabó echándose de aburrimiento.

En el quinto, un pavo, hasta se quedó quieto en alguna verónica, las del pitón izquierdo. No está mal, el 50%. Como el picador, en el primer puyazo e agarró en buen sitio y hasta parecía medir el castigo, pero en el siguiente, solo hizo que dejar el palo trasero. Comienzo de faena en los medios, tanda un poco acelerada, pero que recordaba a aquel Fandiño en fase ascendente, con carencias, pero queriendo, pero enseguida se le pasó el arranque, ¡Uff! Se habían sobresaltado, ¿verdad? Pues nada, cálmense, el de Orduña sigue en ese bache en el que parece que se metió el día de los seis en Madrid. Siempre citando desde fuera, tirando del pico de la muleta, teniendo que recuperar el sitio, se lo llevó al tercio y allí el toro no apretaba tanto, pero se defendía más y se le echaba más encima. Pases de uno en uno, arrimón, martinetes y el rapo a volar a cobrar una entera caída.


Y llegamos al que para algunos era una de las pocas esperanzas que nos quedan en este mundo, José Garrido. No sé si le habrá aclarado las cosas al personal, pero se ha definido y de forma categórica y concluyente, como un torero pesado, vulgar y chabacano dónde los haya. Latigazos de rodillas a la verónica, acelerado y unos tirones que además de feos, pueden ser peligrosos. Dejó al tercero sin picar y puede que al final acabara pagándolo, o al menos esa era la sensación, cuando en los primero muletazos el Paladé iba comiéndoselo pase a pase. Estaba demasiado entero y el extremeño no parecía ni dispuesto, ni capaz, de arreglar con la muleta lo que no se hizo en el caballo. Mala colocación, carreras, banderazos y cuando la parroquia creía que ya terminaba, otra retahíla de trapazos. El sexto tuvo que sufrir a un picador que en el primer encuentro marró con la vara, para después dormirse en el peto; en la segunda vara le tiro el palo y le cogió en buen sitio, pero ni le picó, ni le regañó, ni tan siquiera le puso mala cara. Eso sí, los aplaudidores se ganaron el sueldo y si algunos vislumbraban un toro bravo, lo confirmaron en banderillas cuando el Parladé se dolía con descaro. No, no, no me miren así, ¿no se han enterado que los que se retuercen al notar las banderillas son los bravos? Y vuelvo al Alcurrucén premio de la feria del año anterior. ¿Que no lo entienden? Toma, ni yo tampoco. Pero cosas de la modernidad, el toro iba con bondad a la muleta, pero había que estar firme y torearle, mandarle en las embestidas y a partir de ahí, cualquier cosa y además buena. Pero lo de Garrido parece que nada tiene que ver con eso, con torear. Multitud de trapazos como tantos y tantos que vemos, con los mismos defectos de todos, que ya son norma y que muchos se resignan con que es lo que hay y hay que adaptarse a ello. Yo no puedo y miren que lo intento. Llevo intentándolo desde que asomaron los grandes pegapases, Espartaco, Ojeda, Juan Cuéllar, Litri... Y a José Garrido, además hay que añadirle lo de la sosería, ¡qué aburrido! Que pan sin sal. Enganchones, trapazos y de repente un desplante de rodillas, para coronar ese canto a la ramplonería, en la que el toro iba a más, sin parar de embestir, comiéndole la merienda y empezando a acusar ese no saberle hacer las cosas cómo el animalito exigía. Arrimón, pases de uno en uno, para terminar soltando la muleta al entrar a matar. Y quizá ya sea hora de poner en práctica la solución que aportó Daniel: la pulserita del mando de la Wii.

2 comentarios:

Manuel, Gabriel y Ramón dijo...

Genial maestro!Vaya maestría de la ironía y la retranca. Me recuerda al mismísimo Navalon q.e.p.d. Muchas gracias.

Enrique Martín dijo...

Manuel, Gabriel y Ramón:
Muchas gracias, se hace lo que se puede. Eso sí, lo de acercarme al maestro ya me da muchísimo vértigo, aunque agradezco la buena intención, la buenísima intención.
Un saludo