Lo de citar de frente yo lo recordaba de otra forma |
Pregunten a los aficionados a los toros que le piden a esto
y me juego mis tierras en el pueblo, las de mi familia, las de mi familia
política y las de los que tienen de verdad una gran hacienda, que aparecería
casi como una constante la palabra emoción. Nada, que el personal quiere sentir
cosas y está dispuesto a dejarse llevar por las emociones hasta los confines
del mundo, hasta el infinito y tres pueblos después. ¡Qué bonita es la emoción!
Pero claro, los hay que tienen el sentimiento más a flor de piel y otros que
igual es que somos unos insensibles, pero, ¿qué le vamos a hacer? Estamos
hablando de algo subjetivo y contra eso
no hay respuesta posible. Si a lo mejor nos centráramos más en lo objetivo,
quizá cambiarían los términos y nos encontraríamos ante un panorama
completamente diferente. Pero seguro que sería más aburrido. La plaza de Madrid
se ha emocionado con un dispuestísimo Paco Ureña que venía a darlo todo, sin
reservas y sin reparar en si el piso estaba más para un partido de waterpolo o
para hacer el toreo puro, el sincero, el eterno, el de siempre. El murciano ha
puesto todo sobre el tapete, voluntad, colocación y ha querido hacer ese toreo,
pero...
Tarde con más agua que cuando enterraron a Zafra y es que no
vemos el cielo despejado ni a la de tres. Toros de El Torero y uno de
Torrealta, que han ofrecido embestidas que unos han aprovechado y otros no
tanto. El indultador del año, Manuel Escribano, quizá ha dado la medida de lo
que es, un torero con valor, echado para adelante, pero con muchas
limitaciones. En su primero ya le costó hacerse con él, echaba las manos por
delante en los primeros lances, al caballo fue andandito, a su aire, para
cabecear desesperadamente contra el peto, mientras no recibía castigo alguno.
Banderilleó el matador, más bien vulgarote y sin emoción, qué cosas. Trapazos
por detrás y por delante, pero nada, que la emoción seguía de viaje y lo que es
peor, que no se la esperaba. Será que la emoción no responde a los trapazos
ventajistas citando por afuera, con el pico de la muleta y sin rematar, por
muchos que se den, ni mucho menos con los bajonazos. Ni tampoco asomó en el
cuarto, que salió buscando por donde se salía de aquel sitio en el que no
quería estar, no le emocionaba. Entró al caballo para pelear solo con el pitón
derecho, echando la cara arriba y haciendo sonar el estribo como si tocaran
arrebato. Más banderillas del maestro, solo con facultades y a veces ayudado
desde la barrera a destiempo por un peón, interfiriendo en la correcta
ejecución de la suerte. Telonazos por abajo a una mano, para proseguir con
muletazos con pico, carreras para arreglar no hecho con el mando que exige el
toreo y recuperar el sitio, lo mismo con una que con otra mano. Y así hasta que
otro bajonazo nos quitó la esperanza de que Manuel Escribano nos emocionara,
pero nada, ni un vello de punta.
Pretender que Iván Fandiño emocione es como una utopía que
de momento no parece en vías de hacerse realidad. Incapaz, sin sitio, ausente,
parece que aún sigue instalado en aquella tarde de los seis toros, seis. Con el
capote en ambos toros no fue capaz de aguantarles y de meterles en las telas,
teniendo darse la vuelta y empezar cediendo terreno hasta los medios. Que digo
yo, que si eso no lo podría hacer un peón, pero bueno, eso son cosas mías, que
insensato de mí, aún tengo la esperanza de que los banderilleros vuelvan a
parar los toros de salida. El primero del vasco fue pronto al caballo, se le
tapó la salida y empujó bien, pero para afuera. Al segundo puyazo fue desde
algo más lejos y el animal cumplió. Se dolió bastante en banderillas y ya en la
muleta, Fandiño se empeñó en ahogar la embestida, demasiado de cerca, muchos
trapazos, enganchones, echándose el toro para afuera, abuso de pico y una
sensación más que preocupante de no estar para nadie. Más de uno tuvo la
sensación de que se le había ido este tercero de la tarde. Poco cambiaron las
cosas en el quinto, otro que al menos medio cumplió en el caballo. Más
muletazos sin orden ni concierto, enganchones, pico, carreras para retomar el
sitio, pero la sensación que daba es que este lo tiene muy perdido. Hasta
parecía haber perdido esa ambición, esa garra que en otros días tanto emocionó
y que hasta llegó a ilusionar. Un torero al que se le valoró por lo que se
adivinaba que podía ser, pero que la realidad, tozuda, dejó todo en un
espejismo.
El tercero en discordia era Paco Ureña, el murciano que a
base de ganas y disposición se ha ganado a la plaza de Madrid. Verónicas
enmendándose para parar a su primero, pero cortándole el viaje de golpe. El
animal, sin haberlo puesto bien en suerte en ningún momento, hasta empujó en el
caballo mientras le tapaban la salida, como a casi todos, encelado con el peto
y en su segundo encuentro haciendo sonar demasiado el estribo: Y yo me
pregunto, ¿a ustedes también les parece horroroso eso de que el toro esté
despitorrándose contra el peto mientras el picador tiene levantado el peto como
si allí no pasara nada? Una primera tanda de muletazos con cierta suavidad,
pero con el pico de la muleta, despacito, pero más por la condición del toro,
que por el mando y sentido del temple del matador, que no acababa de rematar
los pases. Tardó en echarse la muleta a la zurda y en que hora; el de El Torero
le avisó con varias coladas por ese pitón. Volvió a la derecha y quizá lo más
emocionante fueran unos derechazos empezando a citar de frente, aunque creo que
más que torear, pegaba tirones sin templar. Pero la emoción de verdad llegó con
el sexto, tanto la llaman, que al final no se puede resistir y allá que va.
Pegajosito de salida, obligó a Ureña a darse la vuelta y cuando se cansó de
darle capotazos, lo abandonó sin miramientos allá dónde quedara. Se empleó el
toro en el caballo, pero siempre peleando con el pitón izquierdo y apoyado de lado
en el peto. La faena de muleta comenzó con muletazos por abajo y dos derechazos
muy templados, tirando del toro hasta rematar el pase atrás, lo que aparte de
emocionar, era un gusto para los sentidos. A partir de ahí hasta dio la
sensación de acelerarse un poquito. El público ya estaba... a favor y se le
jaleaban más derechazos, aunque no tuvieran ni temple, ni mando, ni tiraran del
toro, pero ya saben, la emoción es la emoción. Eso sí siempre bien colocado,
muy de verdad. Dos más de muy buen corte intercalados con la cantidad lo que
hacía que a algunos, no acababa de
llenarles esta intermitencia entre que el toro fuera a su aire y que realmente
fuera toreado. Enganchones al rematar los naturales, otro de los de verdad por
allí perdido y en la mayoría de los casos, tras citar, daba la impresión de
pegar un tirón, lo que me hacía recordar lo que me contaba uno de mis maestros,
que hay que la mano suele tender a escapar. Unos ayudados bajo y uno magnífico
de pecho. Pinchazo hondo y entera soltando la tela, lo que igual no es una
casualidad, pues matar dos toros y que en los dos se te caiga el trapo, da que
pensar. Una oreja que a él y a muchos les ha sabido a gloria, claro que sí, que
esto es así, aunque a otros nos dejó un poco con ganas de algo más, por lo
menos el haber aprovechado de mejor manera las nobles embestidas del animal,
pero no le busquemos tres pies al gato, pues será cosa de la emoción, pero...
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