lunes, 23 de mayo de 2016

San Modorro mártir, obispo de Tricondia

Lo que se complican algunos con las banderillas


Tan larga es la feria de San Isidro de Madrid, que durante ese mes que dura, da tiempo a homenajear al santo patrón de la Villa y Corte y a otros que también merecieron el tiempo, estudio y dedicación de los hagiógrafos. Y casualmente, todos los 22 de mayo se celebra la festividad de San Modorro, el obispo de Tricondia, que fue martirizado durante varias semanas, obligándole a ver todos los días una corrida, o novillada, de la Tauromaquia 2.0. Según las fuentes, hay quién afirma que entre medias se incluían cuatro festejos de rejones, pero voces autorizadas de la medicina forense aseguran que eso es imposible, que no hay cuerpo que lo aguante, por muy obispo que se sea. Y aunque aún hoy en día sigue viva esa disputa, en lugares como las Ventas, se sigue honrando a San Modorro. Para conseguir que tal celebración sea un éxito hay que empezar por la elección de la ganadería, en este caso Las Ramblas, justitos de presencia, que en algunos momentos han sacado alguna complicación, sin estridencias, pero que se han dejado en la muleta, si acaso habrían lucido bastante más con una mano poderosa y no plantándose a ver qué pasa. Y para poner la guinda, Un Cid que está cómo está, un Ureña que nada ha tenido que ver con el del día de la piscina y Jiménez Fortes, que, que... Jiménez Fortes.

El Cid cumplía su primera tarde este año y no se pregunten por qué, dejémoslo en un habitual que parece que nunca va a dejar de serlo. Incapaz con el capote, consigue que las lidias sean un verdadero despropósito, con el toro corriendo a su aire, que para ponerlo al caballo lo tiran y no lo colocan, para que el animal mostrara cierta fijeza, le taparon la salida, para acabar saliendo disparado en dirección a terrenos de toriles. En la segunda vara ya cabeceó en el peto, para seguir suelto por la plaza. El toro estuvo complicadito en banderillas y le tocó bregar de lo lindo a Curro Robles. El Cid comenzó arrancándole una serie de naturales a regañadientes. Por el derecho no hacía ni amago de entregarse, con la cabeza a media altura y el matador descentrado, mucho pico, carreritas y tratando de quietarse aquello de encima. En su segundo, de Buenavista,  capotazos rectificando siempre, le desarma y vuelve a dejarse ir, sin gobernar la lidia lo más mínimo. El animal lo más que hizo en el caballo fue dejarse, aparte de salir en la segunda vara escopetado al notar el palo y dar la sensación de querer empujar en una tercera entrada. La labor del sevillano con la muleta fue lo mismo que viene desarrollando desde hace años, muy vulgar, llegando incluso al arrimón como último recurso, mucho pase acompañando, abuso del pico, tirones y estirando mucho el brazo, rematando delante y a lo lejos. Así es difícil reconocer a El Cid que cada día nos cuesta más recordar.

Paco Ureña regresaba tras el diluvio y con el público muy a favor, reconociéndole su valor en tarde tan difícil. Venía sin acabar de reponerse de su percance en Francia y se le reconoce el esfuerzo, pero si decide vestirse de luces y las cosas no ruedan, por favor, y quizá les parezca duro, pero no me vengan con que está mermado de facultades, porque si es así, hay otros compañeros dispuestos a cubrir su plaza. Primero por el aficionado, que paga por un espectáculo íntegro en todos los aspectos y segundo y más importante, porque lo primero es la recuperación del hombre y luego, todo lo demás. A su primero apenas se le pico. Luego en la muleta, la faena transcurrió tirando del toro con el pico de la muleta, lo mismo que cuando se plantó citando de frente, pero ofreciendo la muleta torcida. Derechazos siguiendo la misma tónica y hasta apelotonándosele los muletazos, que más que dominar la embestida,  la acompañaban. Se tiró a matar derecho como una vela, aunque cayó defectuosa. Le habrían pedido la oreja, pero el descabello lo evitó. Decidido se fue en su segundo a portagayola y el gesto acabó en un barullo. Capotazos desiguales, para acabar llevando el peso de la lidia Curro Vivas. Descabalgó el de Las Ramblas al montado al segundo cabezazo. Siguió sueltísimo por el ruedo, sin saber el motivo, le cambiaron la lidia y le picaron en el 5. Se le pegó a base de bien mientras no paraba de tirar cornadas al peto y el matador, ausente. Muletazos por el pitón derecho, el toro calamocheando en algunos momentos, dando la sensación de peligro, a lo que Ureña respondió con un toreo sin mando y poco convincente. Trapazos con la izquierda y el toro se lo comía y en tales circunstancias acabó siendo arrollado. Se rehizo el espada e intentó citar de frente, pero con la muleta echándola fuera. Parecía el murciano uno de tantos, no dando esa versión de arrojo y verdad de tardes aún cercanas en el tiempo. Pinchazo hondo y una entera rinconera soltando la muleta, para que el público le diera una oreja. Bueno, ha habido cosas peores, pero mal haría en regocijarse con este despojo, pues no corresponde ni a lo hecho en la plaza, ni mucho menos a lo que de él espera el aficionado.


Jiménez Fortes  tuvo que vérselas con el sobrero de Julio de la Puerta, que salió que se comía los burladeros, pero en el caballo se le pasó el furor, primero dejándose pegar, sin apenas pelear y después ya haciendo sonar el estribo. Comiendo del malacitano con estatuarios, uno por detrás, citando de lejos, pero ofreciendo un toreo muy aburrido, muy moderno, repitiendo lo que hacen todos. Dejando que se la tocara demasiado, con carreritas entre los muletazos, acompañando el viaje. El buey que hizo sexto se le frenaba en los primeros lances, le amagó haciéndole un regate, Fortes no fue capaz de fijarlo en las telas, se fue suelto al de puerta, siguió correteando, un segundo puyazo yendo desde dentro de las dos rayas, no le tocan apenas, sigue de gira y al final en un tercer encuentro le dieron para ir pasando. El ruedo era un verdadero desbarajuste y para muestra el caos en banderillas. Con la muleta empezó por abajo, para tomar en la izquierda y quedarse al descubierto y verse desarmado. Trapazos que ni tan siquiera intentaban poner remedio a ese defecto de ir con la cara a media altura, para componer una faena de dejar pasar el tiempo sin más. Que no sé si habrá sido por la fecha que era, si por el fútbol, si por el fresco que amenazaba o si su empeño estaba en honrar al santo del día, San Modorro mártir, obispo de Tricondia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Entrar a matar y perder la muleta ya no resta mérito al ejecutante.Va cuesta abajo en la rodada la exigencia de otrora afición.
T.G.B.

Anónimo dijo...

¿El primer toro estaba reparado de la vista? - Por lo menos eso hacían ver cuadrilla y matador, para justificar la capea que montaron. De acuerdo en que el Cid, hace tiempo que está cerrando la tienda, que Ureña no estuvo a su altura y consiguió una oreja por una voltereta y que Fortes, con menos gracia que Rajoy bailando, anduvo por allí. Como bien dice usted, amodorramiento general. Un saludo. Rigores.

Enrique Martín dijo...

T.G.B:
Ahora muy al contrario, se aplauden y jalean estas cosas.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Rigores:
No esperaba yo demasiados acuerdos, pero veo que los que hay son de categoría. Muchas gracias, siempre, y en días como el de hoy, de forma especial.
Un saludo