Un par de banderillas para justificar toda una tarde |
Siempre estamos con las mismas, que si los novilleros son el
futuro de la Fiesta, que si ellos son los depositarios de la ilusión del
aficionado y hasta parece como si existiera la creencia de que son espíritus
puros e inocentes a los que hay que proteger de tanta maldad como hay por el
mundo. Pero claro, si nos da por pasarnos por la Plaza de Madrid para ser
testigos de la presentación en esta plaza de tres de los más destacados
matadores de novillos de la actualidad y vemos sus maneras, igual deja todo y
se va corriendo al Viaducto, pensando que esto de los toros no tiene remedio.
Ignoro la causa, quizá porque no tienen espejos de garantías en los que mirarse
o que estos están demasiados sucios y ofrecen una imagen distorsionada, pero
son los mismos males, las mismas trampas y hasta la misma altanería de sus
mayores. Así poco vamos a avanzar. Así no vamos a llegar a ese cambio que hasta
el señor Molés parecía proclamar el día del Cobradiezmos. Aunque también ocurre
una cosa y es que como esperemos que el cambio venga por parte de los de luces,
esperaremos en vano. Como no parta del toro, estos y los que vengan detrás de
estos y los que vengan detrás y los siguientes y los otros, no van a mover un
dedo por algo que no sea su comodidad y su bolsa ¿Les suena esto de algo?
Novillada de El Parralejo, muy al modo de la Tauromaquia
2.0, esa de la que algunos ahora se quieren apropiar y quieren convertirla en
algo virtuoso y beneficioso para la Fiesta, ¿se puede ser más necio? Pues eso,
la novillada muy del gusto de las masas piperas y amantes del yintonis. Chica,
alguno se pretendía tapar por la cara, pero costaba pensar que no era una
becerrada. Flojos como la madre que los... muy flojos, imposible de poder
administrarles más de un jeringazo para los seis, olvidando aquello tan añorado
de los puyazos en el morrillo. Luego alguno hasta iba y venía, pero nada de
nada. Y si a eso unimos el que estos mozos aprendieron para ser toreros como se
visten los toreros, a qué fiestas van los toreros, a rodearse de bellezas y
admiradores como toreros, a tener a su vera l tipo palmero de los toreros, pero
no a torear como los toreros, ni a llevar la lidia, ni a mandar en una
embestida, ni tan siquiera a tirarse detrás de la espada como se espera que lo
hagan los toreros. Quizá les parezca que soy excesivamente duro con los
chavales, no les digo yo que no, pero, ¿saben que ocurre? que ahora son
novilleros, pero en nada se nos van a convertir en un Jiménez Fortes, un López
Simóm, un Daniel Luque, un Juan del Álamo o vayan ustedes a saber y entonces
hay que aguantar sus “cosas” también de matadores de toros.
Álvaro Lorenzo, como toda figura que se precie, tras el
desarme inicial con el capote, no quiso casi verle hasta tomar la muleta y fue
un espectador de excepción de la no lidia y del no picar al animalito, para
luego ofrecer un toreo moderno, con trapazo tras trapazo, sin saber resolver el
que el toro se le acostara levemente por un pitón y pretendiendo que entrara la
espada sin una mínima participación suya. El manteo prosiguió en su segundo,
que acudió al caballo entre arreones, para acabar escapando del peto. Con la
muleta empezó por abajo, quitándole el engaño de repente, muy acelerado,
siempre con el pico por delante, retorcido, alargando y vaciando el muletazo
allá lejos. Tosco y vulgar, cuando ya no tenía más recursos que entusiasmaran
al personal, se decidió por el arrimón y en consecuencia vino el revolcón,
luego eso de la muleta invertida que tantos éxitos le han regalado a Luque y tras
petición, decidió darse la vuelta en medio de las protestas de gran parte del
público. Lo que molestan las protestas al paisanaje, pero ya ven, a unos les
gustan estas cosas y a otros les pone de los nervios y lo manifiestan
públicamente, pero ojo, que los que protestan no son quejicas profesionales que
están ahí para que abucheen a petición del personal; aquí que cada uno proteste
lo que le venga en gana y que deje al vecino a su aire.
Ginés Marín, otro “nuevo en esta plaza”, quiso desplegar su
arte con verónicas a pies juntos a la cabrita montaraz a la que ni rozaron con
el palo, o igual sí, pero de verdad que costaba saber si la sangre del morrillo
era provocada por la puya o por la divisa. Intento de estatuarios al comenzar
la faena, que más bien quedaron en telonazos. Más pico, fiel a las teorías
modernas, fuera de cacho por sistema y aunque el animalito iba muy, muy
despacito, no faltaba el enganchón. Conato de toreo de frente, pero claro, esto
no es garantía de buen toreo, especialmente si se maneja la tela como una
bayeta. Encimista, con trapazos de uno en uno y muy pesado, demasiado pesado.
Al quinto le pegó trallazos enganchados, así como para que el novillito se
enterara de que o aceleraba el paso o no iba a ver, ni de lejos, esas telitas
que le ofrecían estas futuras figuras. Mal en el caballo, lo mismo el de
arriba, que el de abajo, que a la mínima se iba suelto. Su labor muleteril
acabó desesperando al respetable, con trallazos y abuso del pico con ambas
manos, sin saber dominar los tornillazos que tiraba el del Parralajo,
enganchones y más enganchones y terminando los pases quitando de golpe la
muleta.
Y llegamos al último maestro de la tarde, Varea, que tuvo
que matar un sobrero de José Vázquez que sustituyó a la inválida chivita que le
tocó en suerte. Verónicas ganando terreno, rematadas con una media al aire y
otra de buena condición, llevando toreado al burel. No se le picó y aunque le
taparan la salida, se buscaba las vueltas y salía suelto. Un inválido que no
podía con su alma, le pesaba hasta el resuello, de cada dos trapazos
destemplados, dos acababan con el novillo rodando por el barro. Una frustración
que el matador debió pensar que iba a superar con el sexto de la tarde y para
eso no hay nada mejor que irse aportagayola. Allí se plantó, quizá demasiado
lejos y allí se quedó, porque como dirían los modernos, el toro le hizo una
cobra en toda regla. ¿Tú estás ahí? Pues yo me voy por aquí y adiós efecto
protagayolense. Se frenaba en el capote, reservón, no quería tratos con nadie
que anduviera por el ruedo, ni de a pie, ni mucho menos a caballo. Y en medio
del sopor y de este vendaval de vulgaridad, apareció Iván García con un buen
primer par de banderillas que nos despertó del letargo, pero es que el segundo
ya fue para levantarse del asiento, con el toro ya avisado y apretando más que
en el primer par por ese pitón izquierdo, le dejó los palos en todo lo alto, a
base de consentir mucho. Luego su matador se pasó el rato acoplándose, para
luego ir largando tela y más tela, perdiendo el tiempo, encimista, ahogando al
novillo y ahogando la ilusión del aficionado que esperaba ver al menos ganas
por querer ser torero, ilusión y quizá hasta cierta bisoñez, pero no,
simplemente eran proyectos de figurones y no chavales que quisieran ser
toreros. Clones de sus maestros, con los mismos vicios, el mismo desdén por
aquello que no les resulta favorable y esperando que el toro colabore, sin
pararse a pensar que a lo mejor ellos también tienen algo que hacer y
dejándonos claro que los príncipes también saben defraudar.
Enlace programa Tendido de Sol del 9 de mayo de 2016:
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