sábado, 25 de septiembre de 2021

Lalo la lona


A puntito han estado de tener que torear en las marismas, porque parece que nadie avisó al operario con un Lalo la lona.

Si calculamos la circunferencia de la Tierra, después el radio de esta en el vértice de un triángulo rectángulo cuya área es el cuadrado del número áureo multiplicado por la fecha de cumpleaños del que ordenó que se quitara la chepa del ruedo de Madrid, porque si no él no toreaba, el resultado nos da la fecha del inicio de la feria de Otoño postpandemia, pero leído al revés. ¿El resultado final? Pues que si lo consultamos para extender una lona sobre la arena de las Ventas, como caigan cuatro gotas se nos llenará de agua y barro hasta los tobillos y nos podremos hacer la ilusión que estamos en una playa de Cádiz con la marea baja. Eso sí, no pretendan después que nadie les cuente lo sucedido en esta primera de feria, porque ya saben, con marea baja no se puede torear.

Son temporadas de ciclones, de huracanes y de galernas en el Cantábrico… pero no en Madrid. Que bueno, que sí, que llovió de noche con fuerza, pero tanto, tanto y tanto tiempo como para que se inundara el ruedo venteño, no sé. Que en otras ocasiones ha caído mucho más, durante más tiempo y sin dar un segundo de descanso, pero la cosa no desembocaba en catástrofe como ha ocurrido en esta que inauguraba la feria de Otoño. Igual es que… A ver, pensemos un ratito. Que lo mismo era que antes… va a ser eso. A ver si la cuestión es que el ruedo se desalojaba de agua más rápido gracias a la chepa que desde los medios bajaba hasta debajo de los estribos de las tablas. No me digan que aquella chepa servía para algo; para algo tan útil como que no se formaran charcos por toda la plaza sin que estos fueran absorbidos por el drenaje del que tan bien se hablaba por todos los rincones. del orbe taurino, pero se le antojo al señor de la Puebla que la quitaran, para él no volver después por aquí. Así es el señor genio.

Faltaban unos minutos para las cinco de la tarde y allí andaban unos señores operarios empujando el agua para acá y para allá por encima de la lona. No había que preocuparse por el agua, pues la lona habría hecho su función a la perfección. Pasadas las cinco el que parecía que mandaba más que nadie decidió que había que atacar la lona. Tú de aquella esquina, vosotros al medio, tú y tú al otro lado y ahora… ¡Vamosss, todos a la vez! Empezaron a plegar la lona Todo estaba controlado, no pasaba nada porque unas gotitas de nada resbalaran hacia la arena. Lalo, que igual unas gotas, lo que se dicen unas gotas… lo mismo… Seguían plegando y venga a verterse agua o quizá es que ya estaba vertido. La lona iba desapareciendo y a medida que el plástico blanco desaparecía los charcos nos miraban a los que ya estábamos en los tendidos como diciendo: ¡Qué bien cubro! Traedme el mundo que lo tapo todo. Se iba acercando la hora del festejo; si hasta el sol picaba y todo. Se avecinaba una gran tarde de toros. La lona ya era solo un mal recuerdo. Entonces comenzó la sesión de volquetes y excavadoras entrando y saliendo con su carga de arena para tapar aquella marisma de Bricomanía, hecha en casa. El tiempo avanzaba y allí seguían aquellos señores jugando en la arena. Que porque amenazaba lluvia, que si no, la cosa estaba para montarse un campeonato interbarrios de castillitos de arena. Huy, casi las seis y los vehículos venga a traer arena y más arena, que otros caballeros extendían sobre los charcos, pero el barro seguía allí. ¡Atención! Van a hablar. Ah, sí, que las practicas van de tal a cual hora. A cada vez que hacía su entrada una de estas máquinas, el público reaccionaba con júbilo. Uno y otro y otro, pero nada, que no. Las seis y ni las rayas se podían pintar, que la cosa era más de poner boyas, que de pintar rayas en el suelo.

Mensaje por megafonía, que traducido era: Esto es un infierno y no se ve el fin. Y venga a pelearse con el barro. ¡Atención! Alguien decide modificar la estrategia, más máquinas acarreando arena, más palas esparciéndola, uno con dos palas, más arena, venga arena, ¡traed arena, es la guerra! Nadie sabe cuánto se demorará el comienzo, han dicho unos minutos, pero no cuántos. Lo mismo parecían pararse aquellos señores provistos de palas, que aceleraban el ritmo. Y cuando el personal ya se estaba desesperando de tanto esperar, al fin, como caídos del cielo, aparecen los tres espadas por la puerta del patio de caballos. Ahora, ahora sí que sí, esto se arregla en nada y menos. ¡Oh, oh! Empiezan a caminar por el ruedo, se les hunden los pies en aquel lodazal, gestos con la mano, gestos con la cabeza, atraviesan el ruedo; ¡huy! Que esto no pinta bien. Paran las palas, las máquinas. Se ponen a quitar barro desesperadamente, pero nada, la suerte estaba echada. Que se aplaza el festejo. ¿Se aplaza? ¿No es suspensión definitiva? No, solo se aplaza. Que más bien parecía que tanto despropósito buscaba la suspensión, pero no. ¡Oh sorpresa! Y la pregunta es: ¿No podían haber aparecido los actuantes a la hora del festejo y evitarnos la espera? Era evidente que allí no se podía torear, pero lo que también parecía evidente es que no se había tomado ni una medida efectiva para que allí se pudiera torear. Más bien daba la sensación de todo lo contrario. Pues nada, habrá que esperar una tarde más y quién quiere ver el remiendo de Jandilla y Victoriano del Río, con Urdiales, Manzanares y Ureña, que espere al ocho de octubre, que seguro que hará mejor tiempo, ¿no?. Aunque ya nos podríamos dar con un canto en los dientes si de aquí para entonces han aprendido a poner bien y a quitar mejor la lona y que no haya que andar con eso de Lalo la lona.




5 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, pensé lo mismo que tú, el antojo del de la Puebla..."de aquellos polvos, estos lodos".
Un abrazo
J.Carlos

Miguel Ángel Olmeda dijo...

Y de ese antojo y vistos los resultados no se podría levantar la chepa otra vez .Creo que nl sería tan difícil y redundaría en beneficio de todas las partes. Aficionados, toreros y empresa. Vamos digo yo

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Igual es que el señor de la Puebla no sabe que las chepas dan suerte. He aquí la prueba. ¿No?
Un abrazo y me alegro mucho de volverte a encontrar por aquí.

Enrique Martín dijo...

Miguel Ángel Olmeda:
Pues sería un rasgo de sensatez bastante estimable.
Un saludo

David dijo...

Buenas tardes
A parte de los caprichos de José Antonio, parece bastante lamentable que la plaza más importante del mundo tenga que suspender un espectáculo por la lluvia, cuando está no se produce durante el mismo.
Alguien se puede imaginar que en cualquier otro espectáculo de primer orden mundial esto pudiera suceder?
Donde está la crítica periodística acerca de esto?
A los que tenemos el veneno de la Tauromaquia en vena, pues mira una faena. Pero que pasa con los acompañantes neófitos de los aficionados? Además de neófitos salieron atónitos ante esta situación, incomprensible en cualquiera de las otras aficiones que tienen.