De tanto eliminar, al final la fiesta se va a quedar en los huesos |
Hay frases poco afortunadas por cómo dicen y otras muy
desafortunadas, por lo que dicen. En esto del toro parece que eso de “elimina
lo anterior” ha pasado de ser algo que describe una situación, a ser una norma
tan extendida, como imperante entre los que manejan todo esto. Que me dirán que
siempre ha ocurrido eso de que un ganadero compre una ganadería de tal o cual
sangre, para después empezar a probar por aquí y por allá y decidir quedarse
con lo que mejor le da. Y entonces aparecía eso de “elimina lo anterior”. Que
bien podía ser para hacerse con un hierro, una finca, para darle un capricho a
su hijo o lo que se le hubiera antojado en ese momento de la compra. Pero esto,
que ya digo que ha sucedido siempre, desde hace ya bastantes años, se ha hecho
ley y al “elimina lo anterior” se le podría añadir una coletilla y dejarlo en
“elimina lo anterior y lo cambia por Domecq”. Y lo dejo ahí, porque decir que
lo cambia por borregos descastados, quedaría feo, aunque feo ya es de por si;
pero ya saben, parece que nos ofenden mucho más las palabras, que los hechos,
cuando las palabras se las lleva el viento y los hechos perduran en el tiempo,
por los siglos de los siglos.
Que puede ser que uno esté equivocado, que seguro que sí,
pero es que parece que hay cierta coincidencia entre esa generalización de la
norma y la absoluta decadencia que ya sufrimos de lleno desde hace demasiado
tiempo. Una huida de la casta ante la selección de aborregados productos
bovinos casi no aptos para la lidia; una huida de la emoción en los ruedos,
mientras que el aburrimiento y la asfixiante monotonía se enseñorea por las
plazas del mundo. Pero quizá haríamos mal en quedarnos ahí y pensar que la
frase, la aplicación de lo que dice se queda solo en el campo y en la selección
del ganado. ¿Y si resultara que esta “ley” se hubiera aplicado a todos los
estamentos de los Toros? Porque igual solo tenemos que pararnos unos instantes
y pensar sobre lo que tenemos a nuestro alrededor.
En primer lugar y de forma un tanto escandalosa, se ha
eliminado toda crítica y toda valoración de los méritos de los toreros,
especialmente los del escalafón inferior, sustituyéndose la valía taurina, el
saber estar y saber hacer delante del toro, por el valor de las cuentas corrientes
de los ponedores y así es el talón, así torean los de luces. Que aplicando la
sabiduría popular, esa filosofía de la calle, aquí impera el “tanto tienes,
tanto vales” Se elimina lo anterior en cuanto a conocimientos del toro, de la
lidia, cualidades y capacidades para poner en práctica todo ese saber
imprescindible ante un toro encastado.
Resulta complicado adjudicar un hecho a un solo estamento
del toreo, pues hay actitudes, modos, ese “elimina lo anterior” que abarca más
allá de una única jurisdicción. Y podemos seguir por la exigencia. Que habrá
quién piense que eso es cosa exclusiva de los públicos que llenan, perdón, que
ocupan los tendidos, pero no. Porque en esto de la exigencia también entran los
moradores de los palcos, que según algunos están ahí para seguir los dictados
del público ocupante, con la única misión de que este no se nos enfade y no
provoque un altercado de orden público; como si a la puerta de la plaza hubiera
una guillotina esperando a presidentes, asesores y veterinarios poco o nada
influenciables. Que a lo mejor va a resultar que la función de los que suben al
palco es velar por la integridad del espectáculo y no por los caprichos de una
masa levantisca y sediente de despojos, porque sedienta, lo que se dice
sedienta en su más estricto significado, no debe estar, que ya se ocupan ellos
mismos de ello. Una masa que también se ha apuntado al “elimina lo anterior”,
elimina el rigor, elimina la exigencia, la crítica y por supuesto, la afición
al toro. Que ellos disfrazan como tal sus ansias de ensalzar al paisano, sus
anhelos triunfalistas traducidos en el número de despojos cercenados y cuando
se ponen tiernos, sus ansias de devolver al campo lo que no tenía otra salida
que el desolladero, si es que antes no debió volver a los corrales a causa de
una invalidez manifiesta o una falta de trapío insultante. Pero no, esta masa
tira o por devolvérselos al ganadero que en muchas ocasiones no sabe qué hacer
con ese regalo envenenado o a los corrales por manso, sí, damas y caballeros,
por manso. Ya ven, es lo que tiene el eliminar el rigor y la propia afición,
que al final estamos dispuestos a cometer cualquier atropello, por aquello de
impedir que se desbarajuste el buen orden de la masa. Pero cómo decía antes,
esto no es exclusivo de un sector en particular, porque aquí entrarían los
señores que portan micrófonos o descargan plumas sobre el papel, los que en
lugar de contar lo que pasa, inventan para contar lo que a algunos les gustaría
que pasara, para así poder seguir en el puesto comiendo de las migajas que les
echan los que tienen el poder y que les alimentan como si fueran patos en una
charca, tirándole migajas con desprecio, mientras se burlan al ver como pelean
entre ellos para hacerse con esa nadería.
Pero quizá la culminación de este despropósito sea ese deseo
desmedido de esta gente de ¡eliminar todo lo anterior” en lo referente a la
reglamentación actual, pasada y futura. Fuera reglamentos, fuera normas, que la
única ley sea la del “hago lo que me da la gana y tú te callas”. Que esto ya no
es “elimina lo anterior”, esto es un “dinamita la fiesta”, para dar paso a este
caos que, supuestamente, preside el arte. Porque si no se han enterado aún, esa
panda se autodenominan artistas. Que ya me gustaría a mí saber qué es el arte
para ellos. Que estaría bien que nos lo explicaran, pero no creo, porque
tampoco es que sean muy duchos en manejar la palabra y si dicen algo, a nada
que les dejen un poco a su aire, seguro que se echan al monte y tiran por lo de
“elimina lo anterior”.
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1 comentario:
Completamente de acuerdo, como siempre.
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