Parecía mentira que el trapazo acabara imponiéndose al toreo y que este pareciera subsistir ficticiamente con un muletazo aislado, una tarde aislada, pero... cosas de la modernidad. |
Rebuscando estos días por aquí y por allá, me he encontrado
con un documento que me parece muy ilustrativo para los que no nos manejamos en
esto del toreo moderno. Es un estudio firmado por don Arsenio Cienfuegos
Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia
del Sur. Tiene varias partes y aquí va la primera:
El trapazo es una suerte taurina
muy en boga en actualidad en las plazas de toros de Spain y del mundo de la
tauromaquia en general. Una suerte que se caracteriza por el lanzamiento de
telas al viento, intentando llegar muy lejos con ella. Algo parecido a cuando
se quiere cazar una mosca con un trapo de cocina, cuando esta sobrevuela una
sandía. Es de uso generalizado entre los toreadores, muy alabada y aplaudida
por las masas del mundo mundial. No es que sea ni muy exigente, ni muy difícil
de realizar. Tiene dos variantes, una con la mano derecha y otra con la mano
izquierda. En cualquiera de los dos, el ejecutante intentará tomar el engaño,
lo que viene siendo la muleta, no muy hacia la mitad de su extensión,
pudiéndose tomar, en el caso de realizar la suerte con la mano izquierda, casi
por el extremo.
Cabe hacer hincapié en que el
ejecutante tendrá más facilidad para esta suerte si cuenta con una forma física
y elasticidad envidiable, pues no debemos ocultar que los retorcimientos
lumbares requeridos exigen una fortaleza de riñones más que estimable. Primero,
doblando el espinazo y ubicándose en una zona lejana a la línea que va
describir el toro, se estira el brazo todo lo que la anatomía de cada uno
permita. Así se extiende el trapo y con la puntita de este, se le toca la
testuz y cuando se arranca el animal, hay que procurar acompañar ese movimiento
y trazando una línea lo más recta posible, el ejecutante estira todos sus
miembros hasta casi la luxación corporal. Y al final, allí, a lo lejos,
entonces se pega un brusco giro o incluso se puede pegar un tirón y quitarle la
muleta de la cara al toro. En esta última fase puede resultar enganchada la
tela en los cuernos del toro, lo que a priori no es preocupante, primero,
porque la tela es un material flexible y maleable y se adapta a todo. Y en
segundo lugar, porque una vez iniciado el trapazo, el personal ya se ha
disparado entonado un bien rotundo y ya nadie pondrá ninguna pega. Una vez
pegado el trapazo y dado que el toro ha salido disparado allá en las lejanías,
el trapaceador podrá dar las zancadas que cera necesarias a la velocidad que
mejor crea, para el siguiente trapazo. En estos casos, hasta se admite la pura
carrera, que no desluce el trapazo; es más, en ocasiones, el público hasta se
llega a emocionar con semejante ejercicio atlético.
Resulta importante que el
trapazo, aparte de evitar que el toro abandone la rectitud en su movimiento,
debe pasar lejos del ejecutante, dejando el suficiente espacio como para que
entre ambos actores se pudiera instalar un carrito de perritos calientes de los
que tanto gustan en la 5ª Avenue de New York. Hay otras variaciones del
trapazo, como es el trapazo posadero, vulgarmente culero, que es cuando el
ejecutante se limita a sacudir el trapo por la parte trasera de su torso, por
ese lugar donde la espalda pierde su casto nombre, sin cuidar si el toro toma
el camino de Lima o de Budapest. El trapazo se da y las consecuencias son cosa
del toro, máximo responsable del éxito de la actuación, pues si no está a la
altura de la colaboración exigida, no hay esfuerzos que valgan en el toreador.
Lamentablemente, no todos los toros cuentan con esa cualidad colaboracionista.
También hay trapazos de rodillas, con las mismas características que la
ejecución de pie, pero con mayor repercusión entre el público. Se dice que
incluso se han dado casos de que alguno que otro ha perdido el contenido de su
vaso/pileta, sobre el dorso de un acompañante de localidad. Usualmente estos
trapazos, cuando ya se han acumulado unos pocos, pueden ser confirmados con un
banderazo, agitando las telas a las nubes. Es importante saber que la velocidad
también es un factor a tener en cuenta y de esta forma, a mayor velocidad,
mayor posibilidad de amontonar trapazos y en consecuencia, mayor éxito y mayor
entusiasmo.
Pues esto es lo que me encontré rebuscando y rebuscando.
Esta es la primera entrega. Seguiré investigando y les seguiré compartiendo los
conocimientos de la “tauromaquia” del s. XXI del profesor Cienfuegos.
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